2 Ped. 1:20, 21:
“Ninguna profecía de la Escritura proviene de interpretación privada alguna. Porque la profecía no fue traída en ningún tiempo por la voluntad del hombre, sino que hombres hablaron de parte de Dios al ser llevados por espíritu santo.”

Profecía: Isa. 44:24, 27, 28; 45:1-4: “Jehová Aquel que dice a la profundidad acuosa: ‘Evapórate; y secaré tus ríos’; Aquel que dice de Ciro: ‘Es mi pastor, y todo aquello en que me deleito él lo llevará a cabo por completo’; aun en mi decir de Jerusalén: ‘Será reedificada,’ y del templo: ‘Te será colocado tu fundamento.’ Esto es lo que ha dicho Jehová a su ungido, a Ciro, a quien he asido de la diestra, para sojuzgar delante de él naciones, para que desciña yo hasta las caderas de reyes; para abrir delante de él las puertas de dos hojas, de modo que las puertas mismas no estén cerradas: ‘Delante de ti yo mismo iré, y las protuberancias del terreno enderezaré. Las puertas de cobre haré pedazos, y las barras de hierro cortaré.* Por amor de mi siervo Jacob y de Israel mi escogido, hasta procedí a llamarte por tu nombre.’” (El libro de Isaías quedó completo para alrededor de 732*a. de la*E.C.)

Cumplimiento: Ciro no había nacido todavía cuando se escribió la profecía. Los judíos no fueron llevados al exilio sino hasta 617-607 a. de la E.C., y Jerusalén y su templo no fueron destruidos sino hasta 607 a. de la E.C. La profecía se cumplió en detalle a partir de 539 a. de la E.C. Ciro desvió las aguas del río Éufrates hacia un lago artificial, las puertas de Babilonia que daban al río quedaron abiertas por descuido mientras la gente festejaba en la ciudad, y Babilonia cayó ante los medos y los persas bajo el acaudillamiento de Ciro. Después de esto, Ciro libertó a los exiliados judíos y los envió de vuelta a Jerusalén con instrucciones de reconstruir el templo de Jehová allí (The Encyclopedia Americana, 1956, tomo III, pág. 9; Light From the Ancient Past [Luz desde el pasado antiguo], Princeton, 1959, Jack Finegan, págs. 227-229; “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa”, Nueva York, 1983, págs. 281-284, 295).