La palabra para designarlos
en el idioma original es mágoi,
y no significa reyes, sino astrólogos o hechiceros,
que, según la Biblia, eran algo “detestable a Jehová.
Debido al largo viaje que hicieron desde el Oriente, los astrólogos no pudieron llegar a tiempo de visitar a Jesús en el establo. Más bien, después de quizás meses de viaje, “entraron en la casa” donde vivía. Allí vieron “al niñito con María su madre”
(Mateo 2:11).
11 Y cuando entraron en la casa
vieron al niñito con María su madre
la estrella no llevó a los hombres directo a Belén, sino a Jerusalén, donde sus preguntas sobre Jesús llegaron a oídos del rey Herodes. El rey “mandó llamar secretamente a los astrólogos”, quienes le hablaron del recién nacido “rey de los judíos”. Herodes entonces les dijo: “Hagan una búsqueda cuidadosa del niñito, y cuando lo hayan hallado vuelvan e infórmenme”. No obstante, el interés de Herodes en Jesús no era bienintencionado, ni mucho menos. En realidad, aquel gobernante orgulloso y despiadado estaba decidido a acabar con Jesús (Mateo 2:1-8, 16).
Curiosamente,
la “estrella” condujo después
a los astrólogos hacia el sur hasta Belén y, una vez allí,
“se detuvo” sobre la casa donde estaba Jesús (Mateo 2:9, 10).
Es obvio que no se trataba de una estrella normal.
Además, si Dios había enviado ángeles a informar a humildes pastores del nacimiento de Jesús, ¿por qué habría de recurrir a una estrella para guiar a astrólogos paganos, primero hasta su enemigo y luego hasta el propio Jesús? La única conclusión razonable es que la estrella fue una artimaña siniestra de Satanás, que es capaz de tales manifestaciones (2 Tesalonicenses 2:9, 10). Resulta paradójico que en la punta de los árboles de Navidad se coloque un adorno llamado la estrella de Belén.
LO QUE YO ENSEÑO NO ES MIO
PERTENECE AL QUE ME ENVIO” (Juan 7:16.)