[EL DIOS EMOTIVO, comentario 26]
¿Qué criterio, lógica o razonamiento llevó a los pedagogos y pensadores occidentales a rechazar de plano las emociones y a elevar la “razón o raciocinio” por encima de toda otra cosa? Parece que la idea, auspiciada por los ilustrados, de ver a las emociones y sentimientos como si fueran un lastre intelectual fue la causa. Evolucionistamente hablando, se creía que el ascenso en la escala filogenética para órdenes de seres vivos superiores comportaba una obligatoria pérdida de las componentes emotivas en favor de una ganancia para las facultades intelectivas vinculadas al raciocinio. De hecho, buena parte de la cinematografía de ciencia ficción del siglo pasado, haciéndose eco de este paradigma racionalista, daba por sentada la hipótesis de que el progreso de las civilizaciones del futuro dependería básicamente del uso máximo del raciocinio y de la concomitante represión del “parasitismo” emocional. Es decir, la clave del éxito radicaría en eliminar la influencia que las emociones y los sentimientos ejercen sobre la mente racional, a la vez que se debía potenciar todo lo posible el desarrollo de dicha mente racional.