[EL DIOS EMOTIVO, comentario 46]
Estas cuestiones surgen de forma natural porque la tarea que se han impuesto los técnicos computacionales es la de conseguir un “sistema inteligente” con capacidad de decidir por sí mismo qué acciones llevará a cabo para alcanzar sus metas, basándose en sus propias percepciones, conocimientos y experiencias acumuladas. En consecuencia, un “sistema inteligente” debería ser capaz, según estas premisas, de poseer autonomía y tomar decisiones correctas para resolver un problema, poseer objetivos bien definidos y aprender cosas nuevas, ya sea por “ensayo y error”, observación, razonamiento y/o instrucción; y percibir y modificar interactivamente su entorno. En definitiva, un “sistema inteligente” debería ser capaz de percibir, reaccionar (ante lo percibido) y actuar (tras decidir según una criteriología o voluntad operativa de base).