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Transubstanciación
La Transubstanciación o Transustanciación es una doctrina católica romana de la Eucaristía, definida por un canon del Concilio de Trento. Aunque en realidad ya figuraba desde el siglo IV, puesto que Cirilo de Jerusalén ya lo había redactado en el Catecismo a los catecúmenos. Posteriormente el Concilio de Trento no hace más que confirmar lo que hacía 1500 años se venía creyendo en lo referente a que "la consagración del pan y del vino que se opera en el cambio de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo y de toda la substancia del vino en la substancia de su Sangre". Significando "especie" para estos efectos, los "accidentes" del pan y del vino: color, gusto, cantidad, etcétera.
Esta conversión se opera, de acuerdo a lo establecido en el Catecismo Católico romano, en la plegaria eucarística con la consagración, mediante la eficacia de la palabra de Cristo y de la acción del Espíritu Santo. Se considera que bajo las especies consagradas del pan y del vino, "Cristo mismo, vivo y glorioso, está presente de manera verdadera, real y substancial, con su Cuerpo, su Sangre, su alma y su divinidad" (cf Cc. de Trento: DS 1640; 1651)"Dicha presencia eucarística se mantiene mientras subsistan las especies eucarísticas.
La Transubstanciación se basa en el sentido literal e inmediato de las palabras de Cristo en la Última Cena: "esto es mi cuerpo... y mi sangre" Marcos 14:12-16 16:22-26, Mateo 26:26-28, Lucas 22: 14-23. Si bien en el evangelio de Juan no se hace mención a la instauración de la Eucaristía, Jesús hace mención a dar de comer su carne como alimento de vida eterna (Jn 6: 51-58). Los cristianos de la Iglesia ortodoxa aceptan también esta doctrina. Por su parte, Lutero aceptó como propia la doctrina de la consubstanciación, seguida por las iglesias que derivan de su reforma .
Las Iglesias de la Comunión Anglicana aceptan la presencia real de Jesús en los elementos consagrados, sin entrar a discutir la manera en cómo ocurre este Misterio, simplemente basadas en las palabras de Jesús: "este es mi Cuerpo", "esta es mi Sangre".
Las demás denominaciones Protestantes la rechazan argumentando que, para obtener la vida eterna, no es necesaria otra cosa que una fe verdadera en Jesús; lo que eliminaría la necesidad de cualquier sacramento.