Ya a los primeros cristianos se les planteó la cuestión: ¿quién fue realmente Jesús?
Primero en la discusión con los judíos y luego en la defensa contra herejes y
musulmanes. Entonces, como más tarde, los cristianos se remitían simplemente a la Biblia.
El cambio se produjo sobre todo en el siglo pasado, cuando la historiografía, calcada sobre el modelo de las ciencias naturales, insistía en no aceptar de entrada las afirmaciones bíblicas como Palabra de Dios, sin comprobar primero su autenticidad histórica. Como en el AT, también en los Evangelios se distinguió entre unos relatos tempranos y otros más recientes e incluso tardíos. Cuando L. von Ranke planteó la famosa pregunta "¿qué es lo que pasó realmente?" se otorgó comúnmente un grado superior de credibilidad histórica a los escritos tempranos. Los más recientes presentarían una redacción claramente posterior, a menudo ampliada e incluso legendaria: Esto desembocó en la famosa distinción entre el "Cristo de la fe" o del
kerigma y el "Jesús histórico".
El que, a partir de ese momento pretenda responder a la pregunta "¿quién fue realmente Jesús?" ha de examinar primero a fondo las fuentes de que disponemos, para poder dar razón de su antigüedad y de su forma de expresión. Y ha de estar muy atento para no introducir en la interpretación del texto sus propias ideas, por más plausibles y familiares que le resulten. La obra de A. Schweitzer sobre las vidas de Jesús (1906) está llena de ejemplos aleccionadores.