Nadie pone en duda que la Iglesia primitiva (siglos I-II d.C.) haya recibido como libros canónicos e inspirados -siguiendo el ejemplo de Jesucristo y de los apóstoles- todos los protocanónicos del Antiguo Testamento. En cambio, no sucede lo mismo con los libros deuterocanónicos. A propósito de éstos se han dado ciertas discusiones en la edad patrística.

Primeramente hubo un período de unanimidad (s.I-II), durante el cual no aparece ninguna duda acerca de la autoridad y la inspiración de los libros deuterocanónicos. Al menos no ha llegado hasta nosotros ningún rastro de dudas en los escritos de los Padres. Los escritores cristianos antiguos citan los libros proto y deuterocanónicos sin hacer ninguna distinción. Tenemos testimonios muy importantes de los Padres de los siglos I-II d.C. Los Padres apostólicos, aunque no afirman explícitamente que los deuterocanónicos son inspirados, citan, sin embargo, sus palabras con las mismas fórmulas que las demás Escrituras.

La Didajé (hacia 90-100) 4,5 alude claramente al Eclo 4,31. También Didajé 5,2 se refiere a Sab 12,7, y Didajé 10,3 a Sab 1,4.

San Clemente Romano (+101) aduce el ejemplo de Judit y la fe de Ester. También alude al libro de la Sab y al Eclo.

La Epístola de Bernabé (hacia 93-97 d.C.) parece aludir en 6,7 a Sab 2,12, y en 19,9 a Eclo 4,36.

San Policarpo (+ 156) cita, aunque no expresamente, en la Epistola ad Pilippenses 10,2 a Tob 4,11, o bien 12,9.

San Ignacio de Antioquía (+ 109) alude al libro de Judit 16,14 en su Epistola ad Ephes. 15,1.

El Pastor de Hermas (hacia 140-154) tiene bastantes alusiones a diversos libros deuterocanónicos: al Eclo, a Tobías, al 2 Mac y a la Sab.

Cuando comenzaron en el Oriente las disputas de los cristianos con los judíos, los apologistas se vieron obligados a servirse únicamente de los libros protocanónicos, porque los judíos no admitían la canonicidad de los deuterocanónicos. Así nos lo dice expresamente San Justino.

San Justino (+ 165), en su Apología 1,46, alude a las partes deuterocanónicas de Dan 3. Y en el Diálogo con Trifón acusa a los judíos de rechazar de la versión griega de los Setenta las Escrituras que testificaban en favor de Cristo.

Atenágoras (hacia 177), en su obra Legatio pro Christianis cita explícitamente a Bar 3,36, considerándolo como uno de los profetas.

San Ireneo (+ 202) cita a Baruc bajo el nombre de Jeremías. Aduce los capítulos 13 y 14 de Daniel, atribuyéndolos a este profeta. También se sirve frecuentemente del libro de la Sabiduría.

Clemente Alejandrino (+ 215) conoce todos los libros y pasajes deuterocanónicos, si exceptuamos el 1 y 2 Mac, y los considera como sagrados y canónicos.

Orígenes (+ 254) se sirve con frecuencia de todos los libros deuterocanónicos, que él considera como inspirados, siguiendo en esto como él mismo confiesa la autoridad de la Iglesia: «Ausi sumus uti in hoc loco Danielis exemplo, non ignorantes, quoniam in hebraeo positum non est, sed quoniam in Ecclesiis tenetur» (“…sabemos que este ejemplo de la vida de Daniel no está en el texto hebreo, pero lo usamos porque es aceptado en las Iglesias”).

Tertuliano (+ hacia 225) cita todos los libros deuterocanónicos, excepto Tob y las partes deuterocanónicas de Est. Acusa, además, a los judíos de rechazar muchas cosas de los Libros Sagrados que eran favorables a Cristo.

San Cipriano (+ 258) coloca entre las Escrituras canónicas todos los libros deuterocanónicos, a excepción de Judit.

San Hipólito Romano (+ 235) admite todos los deuterocanónicos, exceptuando Judit y las partes deuterocanónicas de Ester.

Esta tradición unánime acerca de los libros deuterocanónicos del Antiguo Testamento es confirmada por el testimonio de los monumentos, de las pinturas y esculturas, con las cuales se adornaban los cementerios cristianos de los primeros siglos.

En las pinturas, sobre todo, se representan hechos y personajes de los cuales nos hablan los libros deuterocanónicos. Se han encontrado tres pinturas y dos esculturas de Tobías. Se representa a los tres jóvenes del libro de Daniel en el horno con los brazos levantados en ademán de orar. De esta escena se nos han conservado 17 pinturas y 25 esculturas. Se muestra también a Susana entre los dos viejos en 6 pinturas y 7 esculturas, y a Daniel en actitud de pronunciar la sentencia contra los dos viejos malvados (dos pinturas y una escultura). También se ve con frecuencia a Daniel en el lago de los leones (39 pinturas Y 30 esculturas).

Esto nos demuestra que los cristianos a partir del siglo II d.C. se servían tanto de los libros protocanónicos como de los deuterocanónicos. Y les atribuían igual autoridad que a los protocanónicos.

La unanimidad de la tradición cristiana acerca de los libros deuterocanónicos en los dos primeros siglos de nuestra era es admirable. Y esta unanimidad aún resalta más si tenemos en cuenta que la Iglesia todavía no había dado ninguna decisión oficial sobre el canon de las Sagradas Escrituras.