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Tema: Hijos del celibato- i

  1. #21
    Fecha de Ingreso
    11-mayo-2015
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    Este pensamiento le hizo recordar su situación presente, al ver el cuerpo sin vida de su abuela y la tumba donde su abuelo yacía. En este ambiente tenso, José recordó su madre ausente y al mirar por última vez el féretro de su abuela descender a la entraña de la tierra, miró a su alrededor, como queriendo percibir en el cementerio la silueta de su madre; pero su madre, no era más una silueta imaginaria perdida en la bruma que se esparcía por el horizonte. « ¿Cuánto hubieran dado ellos y su hija, por un último a dios?».

    A fínales de mayo les entregaron la vivienda y los tíos de Teresa les compraron la mayoría de los muebles. Hacía tiempo que Teresa no le hablaba de la boda, pero al encontrar que la fecha se iba alargando, ella volvió a insistir de nuevo y para eso encontró José la solución más oportuna que era la de escribir dos líneas con la fecha de la boda a su tía y otra a los padres de Teresa. De los pormenores de la boda ellos se ocuparían de arreglarlo todo he incluido la parte financiera. Él a la vez no dudó en escribir a su tío Francisco, para que fuera él que los casara en la Iglesia de Santa María de Monte derramo. El día de la boda la fijaron para el 15 de agosto, pero apenas una semana después su tío le contestó con simples razones que le sería imposible asistir a la boda.

    A primeros de agosto, Teresa y José regresaron al pueblo y ahora José no-tenía tiempo ni para pensar mucho ni para analizar sus sentimientos. Las preparaciones de la ceremonia, no le dejaban ni un minuto para quedarse a solas consigo mismo. Al visitar a su tía, creyó observar un movimiento de sorpresa; porque la boda se celebraba apenas meses del entierro de sus abuelos y pensó:
    –Que tal vez explicándole la necesidad de legalizar su situación cuanto antes, era por lo que se veían obligados a adelantar la fecha.
    –Lo sé todo… Me lo ha contado todo esta mañana tu futura mujer.
    – ¿Y a usted qué la parece? Se atrevió a preguntar tímidamente José.
    –Me parece muy bien–dijo su tía con radiante alegría, pues ya sabes sobrino que yo te cuidé y siempre he deseado lo mejor para ti. –¿Pero aclárame que es lo qué dice de la boda tu tío Francisco?
    –No dice nada ya que le escribí y solo me dijo que le era imposible asistir a la ceremonia.
    –Lo de tu tío me lo imaginaba como es, ya que nunca nos entendimos y como hemos estada muchos años sin vernos, me importo un bledo seguir sin verlo el resto de mi vida.
    –Tía, no parece simpatizar mucho con él y todo pese a la ayuda que siempre me dispensó. Su tía Inés quedó pensativa y sonrío al recordar ciertas murmuraciones que corrían por el pueblo. Pero recuerda que ella había hecho voto de no tocar el resto de su vida el santo nombre del sacerdote.
    – ¿De modo que debo casarme?–Insistió él.
    – Bueno esa pregunta te la haces tú solo.

    No obstante, José quedo satisfecho, al observar que su tía aprobaba su boda al adivinar en sus ojos y en su voz la alegría de un goce reprimido.
    – ¡Otra cosa José! ¿Averiguaste algo más de las cartas que te entregué?
    –Pues los primeros años tu tío me las leía, pero luego se enfadó y no quiso leer más.
    –Bueno, para responder a su pregunta, le diré que Teresa y yo pensamos que la solución es el ir personalmente a Suiza y a partir de allí seguir sus pasos. – ¿Pero tía hay algo que me inquieta sobre las cartas, al comprobar que la tinta esta corrida como por gotas de lagrima?
    – ¿Son de usted o de ella?
    –Son de tu madre, ya que el amor de una madre por un hijo se convierte en una herida de muerte para toda una vida.
    –José no olvides nunca que el dolor de una madre por un hijo, viene a ser como el de un animal herido y donde los demás siguen girando alrededor de su presa dispuestos a golpear de nuevo con sus garras.





    CAPÌTULO IX

  2. #22
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    CAPÌTULO IX

    Entraron en la Iglesia acompañados de los familiares y amigos, pasando delante del sacerdote que en el umbral de la puerta miraba con curiosidad y leve saludo a los contrayentes. En el interior dos filas de bancos relucientes por el uso y sobre los cuales se hallaban de pie la mayor parte de los invitados. La iglesia estaba casi llena y el silencio le molestaba al recordarle cuando en su niñez le sacaba desvanecido a la calle a causa de los olores insoportables de incienso y cera. ¡Qué derroche de cera! En toda la iglesia no quedaba ni un hueco donde no ardiesen cirios y el humo de la cera se unía al insoportable olor del incienso.
    Para todos afortunadamente el cura no tardó en salir y colocarse en el centro del altar. Luego aprovechando una pausa de la ceremonia. José miró con disimulo a la madrina que no era otra que su tía Inés y le pareció que en sus ojos había algo muy idéntico al cariño de una madre. También Teresa y su suegro el señor Gamuxo designado por unanimidad padrino de la ceremonia; radiaban de felicidad y él a la vez al vagar su mirada con expresión de ternura por aquellos invitados le pareció que su felicidad era compartida por todos.

    Por suerte para José la ceremonia fue relativamente corta y al finalizar de nuevo comenzaron a desfilar los invitados para esperarlos agrupados en la puerta. A su llegada con vivas a los novios, todos gritaron vivas a los novios a la vez que les deseaban suerte y felicidad, lanzaban puñados de arroz. Aquello resultaba interminable y le pareció como si estuviera besándole el pueblo entero. Pero lo que más le molestaba eran las mujeres cuando le dejaban en su carrillo el carmín de sus labios agrietados por el calor asfixiante del verano, aunque reconoce que al encontrase fuera del templo y en pleno sol, le era ya suficiente para sentirse feliz.

    El banquete se celebró en los salones del restaurante de su suegro y fue una satisfacción para él ver reunidos en torno a su mesa a las personas que a lo largo de su vida compartirían sus alegrías y sus problemas. Fue de pronto y sin apenas haber comenzado el banquete un repiqueteo de tamboril hizo a los invitados salir precipitadamente a la plaza. La sorpresa para todos fue ver como un grupo de jóvenes vestidos con trajes regionales que se hallaban frente al restaurante dispuestos a ofrecerles un original espectáculo de danzas regionales. El grupo que formaba un círculo, se hallaba cerca de una banda de músicos; para después él gaitero con su peculiar instrumento de aire, soplar codiciosamente la bolsa de la gaita, hasta que un sonido dulzón acompañado del tamboril, creaba la clásica y popular danza Gallega.

    Al sonar el tamboril, las mozas ataviadas con los trajes regionales cogidas por el talle, miraban con virtuosa hostilidad a los mozos que se pavoneaban en el centro de la plaza con las manos metidas en la faja. Seguía repiqueteando el tamboril, pero al sonar la gaita y en el momento preciso que las mozas con un brazo doblado sobre la cintura en forma de asa comenzaban a girar invitando a los mozos con elegancia. Las bailarinas no dudaban ni enrojecía; si no continuaba sus vueltas, esperando que el compañero apresurara el paso para colocarse frente a ella. Era sin duda el triunfo de la pasividad femenina, que sonreía ante la jactancia arrogante del sexo contrario, sabiendo que acabaría por rendirse a sus pies. Los bailarines sin duda con orgullo, reproducían en esta danza tradicional, los pasos inventados, posiblemente, por los primeros moradores celtas de la región.

    La comida dio que hablar entre los invitados, pues para todos fue aquel un verdadero banquete de boda. Es verdad que su suegro, organizó todo sin dejar nada al azar y la presencia de su tía Inés sentada siempre a su lado le reconfortaba. ¡Cómo amaba a la hermana de su madre que tantas veces le había fortalecido en los momentos de desaliento!

    En el banquete corrió la bebida y el único que mostraba seriedad era el cura que les casó. Después y cuando ya el banquete tocaba a su fin se les acerco su suegro con una ruborosa sonrisa, para indicándoles que el taxi que les conduciría a las puertas del mejor hotel de Orense les estaba esperando.




    CAPÌTULO X

  3. #23
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    CAPÌTULO X




    A los pocos días José se incorporo de nuevo al trabajo, mientras Teresa quedaba sola en casa viendo como se perseguían las horas muertas sentada detrás del ventanal. Desde allí su vista se perdía en el lejano extrarradio de los pueblos más cercanos a Madrid. Más allá con la llegada del otoño el cielo se oscurecía donde el horizonte se confunde con la tierra. Para ella el tiempo se contaba por las horas que mediaban entre la salida de José y su vuelta a casa, pero debido a su continuo aburrimiento Teresa no tardó en pedir a su marido y aunque fuera por las tardes ayudar a su tío como antes en el bar.

    Más de un año había transcurrido desde que José le dijera en el altar a Teresa: – ¡Si quiero! Y la rutina más completa iba ganando su alma, quedando atrás los días de su espléndida boda y los pasodobles resonaban ya en su memoria como vagos sonidos en el tiempo. Teresa respetaba su silencio y le miraba como queriendo adivinar su pensamiento que se revolvía tras sus ojos tristes. Así transcurrían los días y los meses hasta que Teresa al llevar tiempo imaginándose el sufrimiento de su marido, pensó que era el momento de ofrecerle su ayuda. – ¡Pobre José!… – ¡Pobrecito mío!… Había tanta sinceridad en estas palabras de amor, que José cada vez más conmovido, se aproximó a ella y cerrando su cuerpo con sus brazos le pidió que le consolara con frases de afecto maternal.

    Teresa se estremeció al ver la pasión con que su marido acentuaba sus palabras, aunque pensó que el tiempo se encargaría de curarle. No obstante reconoce que no pudo evitar que una llamarada salvaje de pasión pasara por sus ojos; cuando sintió la necesidad de sus ardorosos labios y aquella boca que buscaba la suya murmurando con apagado suspiro: – ¡Ayúdame, te necesito! ¡Quiero que me ayudes!

    José sufría silenciosamente al ver que su esposa ante su obstinado comportamiento, no gesticulaba una sola palabra de reproche. Él estaba convencido que ella había adivinado su situación y se sentía feliz al admirar su resignación. Por todo eso, él no pudo más que sonreír al comprobar cómo sin reproches de nuevo ella le ofrecía su confianza.

    Nada notable había ocurrido para él en aquellos últimos seis meses en el Ministerio, por eso su vida le parecía cada vez más monótona y aburrida. Pero todo cambió cuando el nuevo secretario del departamento, le designo subsecretario y hombre de confianza. Es verdad que hacia su carrera con lentitud; pero segura según los compañeros recelosos del Ministerio. En realidad, todo iba bien y al repasar su existencia él la resumía en pocas palabras: –Se había casado, Teresa era su mujer y Antonio Gamuxo su suegro. Una familia maravillosa y fervientes admiradores de su persona; pero seguía faltándole su madre. Por eso cada vez que intentaba despreciar su punzante memoria del pasado e intentaba cerrar sus ojos a sus dolorosos recuerdos. El amor por un lado y por otro su deber de hijo le impulsa con más fuerza la necesidad de buscarla aunque fuera al fin del mundo mismo.

    José, iba ganando en importancia, al ocupar el segundo piso del edificio dejando atrás los años de la administración y el continuo tecleado de las maquinas de escribir. Los últimos meses transcurridos después de su denominación como subsecretario y las últimas elecciones generales fueron la causa de las grandes modificaciones en el ministerio. Estas se celebraron el 22 de junio y dieron el triunfo absoluto al partido Socialista que renovó el ministerio con gente joven. Por eso y su competencia en sus anteriores funciones le designaron un despacho frente al del Ministro.

    Más de dos meses llevaba trabajando en el discurso del ministro y las peticiones y acuerdos a debatir en la conferencia de Ginebra de la OIT (Organización Internacional del Trabajo). Pero la sorpresa de José, fue al ver que días más tarde cuando se hallaba trabajando en su despacho, se incorporó sorprendido de su asiento al ver entrar al propio Ministro: –¿Qué desea? – ¿Qué ocurre? – Preguntó José con sorprendida extrañeza. El Ministro vaciló un momento ante su sorpresa, pero no tardó en pedirle que debido a la confianza que él depositaba en su persona, se ocupase de dicha conferencia y, además, como máximo responsable. Viajar a dicho país era algo que en su imaginación, había preparado durante mucho tiempo atrás. Por eso la confianza que el ministro le depositaba, para ocuparse de dicha delegación le permitiría poder viajar por el país durante cierto tiempo.

    Había llegado el momento tan deseado y ante tal oportunidad, José temblaba como si fuese a realizar un delito por algo que no debía hacer y esta alegría le llenaba de inquietud y temor. Por su memoria pasó como una ráfaga de viento helado, una frase que en varias ocasiones había oído a muchas personas: –« ¡Tu madre te abandonó! Él lo sabia-sé dijo José. – Lo reconozco pero creo en ella y siento en mi interior su infinita ternura».

    José, llego al aeropuerto de Kloten en Zùrich, un lunes del mes de mayo con un cielo de radiante pureza. Suiza con sus innumerables montañas, desde el avión uno se imagina un extenso océano de color verde, salpicado por pequeñas islas de azul claro que no eran otras que sus hermosos lagos distribuidos por todo el territorio. Zúrich, es el centro financiero mayor del mundo, dividido por un río y abrazado por un lago y su ciudad hoy moderna rodea una villa medieval con muchos encantos por descubrir.

    Según cuenta el historiador, Francisco Lòpez-Seìvane. Los centuriones romanos, poco podían imaginar que defendían un puesto fronterizo, Turicum, al norte del imperio, que 2.000 años más tarde aquella diminuta elevación junto al río Limmat sería el corazón de uno de los centros financieros más importantes del mundo. Hasta bien entrada la edad media, Zùrich no tuvo consideración de ciudad, pero la fuerza de sus gremios de artesanos la llevó a establecer una constitución y una firme muralla que ha preservado su magnífico barrió hasta nuestros días. El taxista que le llevó del aeropuerto a Zùrich, era por cierto un suizo de origen catalán que todavía guardaba su acento y al hablar de gastronomía le pidió que le llevara a una de esas famosas chocolaterías de Zùrich. El chocolate Suizo se ha ganado fama mundial y por eso le invito a que le acompañara saborear ese magnífico menú matutino.

    En un día soleado como aquel, Zùrich puede resultar, además, una ciudad más atractiva a un. La ciudad, con no más de 360.000 habitantes se halla rodeada de bosques y colinas y vive abrazada a un hermoso lago y a la vez un rió parte en dos la antigua villa medieval. El taxi al llegar a una hermosa avenida que bordea el lago, se detuvo frente al consulado Español. Como enviado oficial, le recibió el señor cónsul en persona que con una gran amabilidad en todo momento no dejó de atenderle, a la vez que le sirvió de cicerone en su visita posterior a la ciudad. Llegada la hora de comer, y Don Evaristo que era como se llamaba el cónsul, le invitó a degustar el plato típicamente local en la Bodega Española (Münstergasse 15), un popular restaurante establecido en 1892 que cuenta con más de 32.000 botellas de caldos españoles de los más excelentes. El menú se trataba de trocitos de ternera con champiñones y de una crema exquisita, seguido de una especie de tortilla de patatas sin huevo (rösti), que es uno de los acompañamientos más apreciados en este país.

    Uno de los medios de transportes ideal en esta pequeña ciudad, aparte de las piernas, es el tranvía. Es rápido, limpio, silencioso y hasta en él invierno los asientos tienen calefacción. Vale la pena dedicarse un par de horas a perderse por las callejuelas perfectamente conservadas de este lado del río. Ya estamos al otro lado y en la famosa Banhoffstrasse, una de las arterias comerciales más importantes del mundo. Es una calle semi-peatonal donde sólo los tranvías se deslizan silenciosamente por los raíles que surcan se deslizan por esta calle lujosa de tiendas y sus escaparates lucen las más caras joyerías y boutiques del mundo.

    Al día siguiente, José volvió de nuevo al consulado, pero esta vez, con el propósito de recabar información sobre Margarita Resinos y sin que en ningún momento el cónsul descubriera que se trataba de su madre. El Cónsul, al no llevar muchos años en la ciudad, pidió que subiera el Canciller por llevar más de veinte años ocupando el mismo puesto. El Canciller era un hombre de estatura media pero de un aspecto cadavérico que daban más ganas de hablar con el de su salud que de otra cosa. Don Ernesto como le llamaba familiarmente el señor cónsul se sentó con un fardo de carpetas en el hondo de la butaca, demasiado ancha para servir de marco a su exigua persona. Al ir examinando los documentos en su poder, José comprendió que la información no era buena, pues de sus labios enfermizos del canciller broto un temblor silencioso.
    –Vamos a ver: – ¿qué pasa? –Cuente, Ernesto-cuente.

    se sigue

  4. #24
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    José sintió el mismo dolor como si de pronto una bala le hubiera atravesado el cuerpo, debido a que los gestos del canciller estaban acabando en un instante con todas sus ilusiones. Tardó el canciller tiempo en recobrar su tranquilidad, pero después organizar la carpeta no duda en leer la primera parte del documento que sostenía en sus manos temblorosas. Luego como si no le gustara lo que en el documento se reflejaba, cerró el expedienté y dio por finalizada su lectura: –Joven–dijo con gravedad desdeñosa–, esta señora o como se la quiera llamar; para romper la armonía y la paz en España, hizo parte de los llamados rojos o mejor dicho agentes extranjeros al servicio de la Unión Soviética.
    –Ernesto - no se esfuerce, al joven le interesan poco sus simpatías por el anterior régimen y sus molestas afirmaciones y solo le atañe que usted le dé la documentación que tenga sobre esta señora ya que posiblemente quiere escribir un libro sobre su vida.
    –Mire Ernesto, yo también conocí empleados del estado que de sus puestos de responsabilidad lucharon por la democracia y contra el franquismo y, sin embargo, no estaban pagados por el oro de Moscú. –Sabe Ernesto aquello ya se acabo y lo único que pido en esta vida a Dios es justicia para que los poderosos no se aprovechen del miedo e inocencia de las gentes.

    El cónsul después de una corta pausa, pareció arrepentido de haber irritado al canciller y le hacía señas disimuladas para que no le contestara. No obstante José, desconcertado prefirió callar ante los elogios que a su madre y a los demás luchadores antifascistas que él cónsul venia de hacer. Días después comprendió mejor las insinuaciones del cónsul al informarle que desde sus años universitarios el señor cónsul militaba en el Partido Socialista Obrero Español. A él tampoco le extrañaba que el ejército de la miseria, en sus protestas y rebeldías, se dirigiesen contra los gobiernos dictadores y déspotas. Los desheredados, los infelices en su instinto de conservación habían adivinado dónde estaba la causa de sus males. Por lo contrario, ellos sólo conocieron la sociedad que tenía como base la deformada moral cristiana. Una moral que en tiempos remotos pudo ser oportuna, pero que había fracasado rotundamente con el avance de la vida moderna.

    Serian las diez de la mañana del día siguiente, cuando José cogía el tren en esa enorme catedral de hierro que era la estación. Debido a su tradicional política de neutralidad, Suiza ha evitado los efectos desastrosos de las guerras europeas. Como resultado, los ferrocarriles así como las ciudades conservan su sabor tradicional y si a esto se le añade su extensión territorial, los trenes son magníficos y eficaces dando el mismo resultado que el metro de cualquier capital.

    La distancia entre Wintertur y Zùrich no era de más de veinte kilometro según la información proporcionada en el consulado. El paisaje es magnífico, pero hay que levantar la vista si no se quiere tropezar antes con las innumerables fábricas y grandes almacenes que no nos abandonan de izquierda a derecha todo el trayecto. Pero lo que más llama la atención, es el ir y venir constante por los vagones, de soldados cargando en sus espaldas fusiles ametralladores y que en su mayoría se acercan a los cincuenta años.

    Al parecer el servicio militar en Suiza es obligatorio para todos los varones entre los 20 y los 50 años de edad. Pero se presta en periodos relativamente muy cortos de entrenamiento. Suiza tiene un ejército profesional de 3.470 soldados y un número de reservistas que superan los 600.000 efectivos. Debido a que armas, uniformes y otros equipos se guardan en sus propias casas. Suiza puede movilizarse en 48 horas, si esto sucediera, las Fuerzas Armadas Suizas contarían con varios millones de personas. El conjunto de la población Suiza es de descendencia alpina, nórdica, o eslava y la composición étnica está definida generalmente por las comunidades lingüísticas. Debido a sus últimas emigraciones principales de grupos étnicos son: alemanes, franceses, italianos y últimamente de españoles y turcos entre otros.

    A las diez y media él se apeó en la estación de Winterthur, que es un importante nudo ferroviario y sus industrias producen locomotoras, motores para los aviones y maquinaria para la industria textil. Su estación como la de todas las ciudades de la Confederación Helvética, y debido a su importante movimiento ferroviario es a la vez un centro comercial, donde miles de gentes, aprovechan para hacer sus compras y disfrutar de sus hermosos bares, cafeterías, restaurantes, hoteles y todo esto se halla alrededor de la estación. Ya me dijo el cónsul al salir que si quería hablar con españoles no tenía que salir del recinto de la estación

    Sentado en una mesa de una de las cafeterías de la estación y después de escribir una larga carta a Teresa, donde le contaba todos los pormenores de su viaje y entrevistas. El canciller levaba razón, dado que pocos metros de su mesa oyó hablar en un perfecto castellano. Con disimulo intentó definir dichas personas y llego a la conclusión que se trataba de dos matrimonios que cualquiera de ellos aparentaba ya los sesenta años.
    José les interrumpió: – ¿Perdón, ustedes son Españoles?
    – ¡Bueno yo también lo soy! – ¿Por favor les podría hacer unas preguntas?
    –Sí, si caballero, no faltaba más. Respondió, el hombre que lucía una barba blanca bien cuidada, a la vez que las dos mujeres le ofrecieron que se sentara y todo ello acompañado de una amable sonrisa.

    Admirado por la simpatía en que los dos matrimonios le recibieron, José dando a su voz un tono suave a cada palabra les pregunto: –Ustedes quizá me pueden dar explicaciones sobre una mujer que trabajo en esta ciudad y que se llama Margarita Resinos. José mientras observaba una vez más los rostros sorprendidos de las mujeres, no se percata que el hombre de la barba blanca le miraba sorprendido para después preguntarle: – ¿Cómo dice que se llama?
    –Margarita Resinos…
    –Margarita. – ¿Y quién es ustedes- pregunto con voz fuerte?
    –Soy su hijo - respondió José sin vacilar. Él hombre le miró con un aire de admiración y declaró: –No le creo, ella nunca hablo de su hijo, –dijo con franqueza. – ¿No le creo joven?–repitió sin alterarse y bajando la voz. – ¿Usted no será un periodista?
    – ¡Si señor aunque no se lo crea soy su hijo! – ¿No, no está bien que usted dude de mi palabra? Respondió con dureza. –De modo que les ruego que me digan si conocieron a mi madre.
    –Bueno, le creó y le diré, que si la conocimos ya que era una joven que llamaba la atención por su belleza. – ¿Pero no todo el mundo pensábamos como ella y lo único que sabemos que era muy luchadora y que frecuentaba las organizaciones políticas y sindicales? –Nosotros no la conocíamos más que del centro cultural español de Winterthur de la que llego a ser presidenta y sin que nadie pueda hablar mal de ella. –Después desapareció y más tarde se oyó que fue detenida en Madrid por problemas políticos.

    José sin dejar de oírle, se fijó más detenidamente en la mujer que tenía enfrente, que no dejaba de mirarle y pensó que ella si tuvo una amistad profunda con su madre. Pues en todo momento ella en su rostro mantuvo una expresión de simpatía hacia su persona, lo que le hizo dirigirse a ella: – ¿Usted conoció bien a mi madre verdad?
    – ¡Si, trabajo conmigo en la cantina de la empresa Sulzer! –Sí, fuimos muy amigas, mismo si yo no entendía nada de política. –Claro que entonces éramos unas mozas y yo apenas recién casada. –Tu madre era muy bonita y yo tan tierna no podía verla sufrir. –Perdóname que te hable de tú; porque puedes ser mi hijo y tu madre sola se confió a mí. –Nadie sabe como yo los problemas de tu madre y ahora sé que dices la verdad porque mismo cuando estabas sentado sólo en esa mesa le dije a mi amiga que eras el vivo retrato de Margarita. –Al principio creí que tu madre estaba loca, porque se movía en el terreno político que siempre fue cosa de hombres. –Luego más tarde comprendí que era una mujer que al haber sufrido, tanto sólo deseaba vengarse de la sociedad. –Yo sé que te llamas José, tu madre te nombró tanto que tu nombre no se me olvidara jamás. –No obstante, le prometí que guardaría su secreto y por eso nadie aquí sabía que ella tenía un hijo.

    Como si un remordimiento a sus audaces palabras, la hubiera dejado sin voz. La mujer cesó de hablar, a la vez que su marido la miraba con ojos de interrogante sorpresa. Luego como si estuviese arrepentida de sus palabras y de sus posibles reproches de su marido. Continuó diciendo que lo importante para ella era decirle al joven la verdad para que conociese de una vez el amargo pasado de su madre.

    Aquella pobre mujer había dicho la verdad. Él no debía de perder la ilusión de encontrar a su madre, porque la opinión de todo el mundo era que ella en todo momento lo quiso mucho. Pero lo que no llegaba bien a comprender eran las causas exactas que la llevaron a abandonarle. Que es lo que verdaderamente paso, para no volver a buscarle. Solo pudieron ocurrir tres cosas: – primero por no soportar las malas lenguas del pueblo, segundo su trayectoria política y la secuela después de sus años de cárcel y tercero el no querer perjudicarle en sus estudios y su posterior carrera.

    Cuando estaba más ensimismado, formulando mentalmente estos reproches, de nuevo la voz de la mujer que trabajó con su madre, volvió a repetir: –quiero ayudarle para que su madre conserve un buen recuerdo de su amiga Anita y no se olvide el día que la encuentre de darle un fuerte abrazo. –José, su madre frecuentaba un grupo de esos llamados comunistas con los que se reunía a menudo y si quieres te presentare a un tal Juan Rebollo que debió de ser uno de sus jefes.

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  5. #25
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    El encuentro se hizo en la misma cafetería y en la misma mesa del día siguiente de su llegada, a la ciudad. Juan Rebollo alias el “comunista”, nacido en el centro de España, había pasado su juventud en Barcelona, donde aprendió el arte de la fresa, maquina prevista de cuchillas para labrar metales. A los treinta años, su alta calificación en el oficio le permitió un interesante contrato con la (Sulzer) la más importante empresa metalúrgica de Winterthur y posiblemente de Suiza. Era seco de cuerpo y de cabello rubio apagado y en sus ojos redondeados y profundos eran unas verdaderas ventanas del pasado.

    Juan Rebollo era el clásico militante comunista de ideas trasnochadas, pero al estar acostumbrado a larguísimas horas de charla hacia siempre de ellas explicaciones “laboriosas” de sus experiencias.
    – ¿Al parecer usted conoció a Margarita Resinos?. Un silencio de asombro y de incomprensión al mismo tiempo, se reflejó en su rostro; para al fin, acabar por sonreír, reconociendo que si había conocido a Margarita.

    No tuvo que hacer esfuerzos mentales para seguir recordando el pasado y remontar el curso de su propia historia. De manera evidente Juan Rebollo se vio sensiblemente afectado por el recuerdo amargo de la emigración. –Es normal que no la haya olvidado. Siguió diciendo Juan Rebollo, mientras saboreaba una jarra de cerveza. – ¡Joven! Aunque muchos piensen lo contrario, para mí el pasado cuenta poco y sólo pienso en el mañana. –Por eso le aseguro que muchas veces me he acordado de cómo le irá a esa mujer inteligente y valerosa que supo enfrentarse aquellos años difíciles.

    –«Nosotros, los emigrantes, no teníamos ningún derecho». – ¡Por eso hizo falta luchar para arrancarlos! –El capitalismo moderno racionaliza la producción, pero necesita de sus brazos; siendo ellos los peores pagados y con los trabajos más sucios. Trabajan bajo el sol o la lluvia, levantan casas, alquitranan las carreteras, limpian las calles, se someten a los más forzados ritmos de la cadena. –«Puestos sólo para los extranjeros. –Ellos son…españoles, italianos, turcos, simples mano de obra. –El capital, nostálgico de los tiempos de la esclavitud, del colonialismo, en que sin ninguna condición, con la simple fuerza de su poder, impone la ley y después desatan campañas contra «estos salvajes que quieren ser hombres»…
    – ¿Perdone, cuántos años tiene, si no es una indiscreción?
    –Bueno tengo veintiocho años, pero le diré que pese a mi juventud mi vida en algunos sentidos tampoco fue fácil

    –Sí joven, la emigración a marcado la vida de nuestro pueblo. Tú, y perdone mi tuteo, quizás recuerdes uno de los hechos más conocidos de los emigrantes que es el “día de la Emigración” el cual se celebra anualmente el día 3 de diciembre y que es organizado por la Comisión Episcopal de Migraciones. –Todos nos preguntábamos. – ¿Cómo sería el cartel de este año? Un muerto desenterrado, momia lívida y andrajosa, que eleva sus brazos al cielo junto a una mísera maleta de cartón…

    –Los fondos que se recogían con aquellas famosas huchas que los españoles depositaban nunca se supo que destino tenía. Pero se supo que estos fondos se utilizaban en parte, a inundar de grandes carteles a todo color cuando se acercaba ese día, se pedía con una finalidad caritativa y se empleaban, también en hacer propaganda contraria y política.

    –Muchos, españoles se han cansado quizás de oír ya la palabra, “franquismo” como ocurre con las referencias a la guerra civil. Efectivamente, ya ha pasado el tiempo y este estilo ya no se llevan hoy. El comunismo de “corte europeo” cambia las aguas muertas de la charca de los 40 años del franquismo. Pero no se te olvide nunca que Margarita y otros cuatro millones de españoles, dejamos un día nuestro país, abandonando mujeres, padres e hijos, así como las atrasadas y soleadas aldeas o ciudades de España, en busca de un trabajo, o una seguridad democrática en el norte.

    José quedo sorprendido de la capacidad de memoria y la facilidad de palabra de aquel hombre que no dejaba de mirarlo con el brillo irresistible de esos ojos que en algunos momentos parecían humedecer. – ¡Ya ve joven que soy fuerte!–dijo Juan con voz algo temblona por la ira. – No, no creas que es fácil olvidar esos años, que aún me persiguen como fieras, al recordarme después del triunfo del partido socialista en España y el derrumbamiento de los comunistas y sepa que a los comunistas los trabajadores sólo nos quieren para que sigamos sacrificándonos por ellos, y nada más. Me costó comprender esa triste realidad, y yo al fin y al cabo no sufrí ni fusilamiento como mi padre ni la cárcel como otros; pero eso sí, muchos años de sacrificio. – ¿Para qué? …

    –Además–continuó Juan, serenándose–, tú no sabes para la gente lo que yo represento. ¿Crees que yo ignoró lo que de mí, los españoles dicen en la ciudad?…Me basta ver los ojos con que me miran las veces que voy al centro cultural. Para ellos sigo siendo un pobre rojo, que ya no les hago falta. Ya no es como antes que acudían a que nosotros les ayudáramos a resolver sus problemas administrativos y el trabajo. Se olvidan con facilidad que gracias a nuestra lucha, España hoy es un país democrático. Aquí se sabe todo, el chismorreo de esa pobre gente es tan grande que se le quitan a uno las ganas de mirarlos a la cara.

    La emoción de Juan, abrumada por aquella cruel realidad del pasado, enterneció a José y sé entristeció más al ir conociendo con detalle el olvidado mundo de la emigración. Pero reconoce que a él, en realidad lo que más le interesaba era su madre.
    – ¿Todavía no me ha hablado usted de Margarita?…–Usted sé olvido de ella–dijo con cierta triste y humildad al reconocer el doloroso recuerdo de su pasado.
    –Buen hombre, como bien le dije yo trabajaba en la fabrica más importante de Winterthur y la falta de vivienda me obligó como a tantos otros a vivir en un pueblo del cantón de Thurgau, llamado Sirnach y todos los días hacia el trayecto en tren. Siempre recordare aquella tarde de abril del año sesenta y tres. El tren de las cinco que yo cogía era un tren que tenía su salida en Ginebra y terminaba en el cantón de Sankt-Gallen. Este tren, en aquella época llegaba cargado de emigrantes embarcados después del reconocimiento obligatorio en la frontera. Recuerdo como si fuera hoy el rostro atemorizado de aquellas personas, etiquetadas como ganado y en el letrero que llevaban colgado al pecho se leía Instituto General de Emigración Español. Esa tarde al ocupar mi asiento observe, a dos mujeres que no debían de tener más de veinticinco años y que me miraban con curiosidad al ver que leía el ABC único periódico español que llegaba al extranjero.

    Era raro el día que él no encontraba grupos de emigrantes españoles, pero aquel día, como bien recuerda, recibió una impresión de curiosidad y no pudo menos de preguntarlas dónde se dirigían.
    – Al parecer, las dos estaban contratadas para trabajar en el hotel más importante que hay en Wil, ciudad a no más de diez kilómetros del pueblo donde yo vivía. –En aquel tiempo yo ya dominaba el alemán, por lo que decidí acompañarlas hasta el hotel y servirles de intérprete. Margarita era la más callada, pero al fin del trayecto, se decidió hablar y me dijo que era de un pequeño pueblo y del que no recuerdo su nombre de la provincia de Orense en Galicia. La verdad es que no volví a verla hasta un año después y fue en este mismo café. –Esa tarde que bien recuerdo, nos reuníamos unos cinco camaradas y ella vino a servirnos a la mesa. –Le aseguro quedé profundamente asombrado, pues la joven tímida que yo recordaba parecía ahora más lúcida y abierta. –Pero para abreviar, también te diré que por aquel entonces en Winterthur se habían creado una célula del Partido Comunista de España y de la que yo hacía parte.

    –Bueno seguiré contándole ya que al año siguiente volví a ver a Margarita por las tardes y al menos tres veces a la semana. –Pero no me mires así, yo en aquel tiempo ya estaba casado y pese que era muy bonita, no me hubiese atrevido a decirle nada en tanto que hombre. – No obstante un vasco llamado Goicoechea que militaba por aquel entonces con nosotros, no tarde en fijarme que se gustaban. –Adema no se sabrás que una gran parte de la colonia Española, provenía de las ciudades más industrializadas de España, por lo que él partido comunista en Winterthur llegò a ser importante y la única fuerza política organizada. –La calidad de los camaradas no tarda en dar frutos y se reflejó en sus actividades que fueron entre otras que de aquí salió la idea de crear las A.T.E.E.S. (Asociación de Trabajadores Españoles en Suiza). Que terminó siendo una de las organizaciones más fuertes de la emigración Española en Europa. A la vez se creó una oficina permanente de la organización «Amnistía Internacional», cuya sede social se encuentra en Londres y desde aquí se denunciaba «las detenciones política en España».

    Margarita poco después de su llegada a Winterthu, se incorporó al partido donde fue en todo momento una militante activa, a la vez que se destaco en la lucha tenaz por cambiar la dirección del Centro Cultural Español. Por desgracia, para dicho centro, hace unos años apareció un individuo llamado Jacinto, colaborador del consulado y de la policía cantonal y por eso dicho individuo no tardó en imponerse como presidente del centro. Fue la época negra de nuestra sociedad, pues el colaborador “Sr.Jacinto”, termino hacia por a des hacer y deshacer, al mismo tiempo que valiéndose de las autoridades se transformo en mercader de emigrantes, recibiendo «comisiones» por su sucia tarea. Margarita fue valiente combatiendo a dicho individuo y después por su entrega en las labores del centro fue elegida presidenta. No obstante joven, entre nosotros le diré que este individuo sin escrúpulos tuvo que ver mucho en las entregas a la policía de muchos camaradas y sin duda alguna en la de Margarita.

  6. #26
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    Sin dejar de oírle, José se puso más detenidamente a mirar al hombre que tenía enfrente, preguntándose si fueron ellos la vanguardia olvidada del malestar de las clases oprimidas; en esa lucha decidida a transformar la sociedad a través de la implantación por la fuerza de la dictadura del proletariado como ellos la llamaban. – ¿Por qué aquella lucha sacrificada y decidida de estos simples militantes, se volvía valiente y, sin embargo, sus dirigentes fueron perdiendo la honestidad? No obstante si alguno de ellos les preguntáramos se justificarían diciendo que ante tal evidencia, los poderosos terminarían corrompiéndoles y sino los asesinarían sin ningún miramiento. Además, con el tiempo el fracaso de la encomia marxista, les demostraría que no eran más que un puñado de ciegos “dinosaurios” en estado de extinción.

    José siguió escuchándolo en silencio y sin pestañear, a este antiguo revolucionario que, además, había conocido a su madre.
    – ¿Está usted bien?
    – ¿No está cansado?
    –No –contestó el hombre con sencillez. – Me siento perfectamente y le estoy escuchando con interés y respeto. –Bueno pues entonces continuemos y te diré que luego las cosas al poco tiempo se aceleraron, para ella. Pues margarita encontró trabajo en los comedores de la cantina de la Sulzer, lo que le permitió moverse con más facilidad. También hay que destacar que dos años después fue nombrada a la dirección de las A.T.E.E.S, por lo que le viajaba con frecuencia y asistir cada vez menos a nuestras reuniones. Hay quien dice que se había enamorado del vasco, pero yo no lo creo, pues poco tiempo después Goicoechea dejó el partido y regreso al interior donde años después se incorporo en algún comando de E.T.A y por la prensa supimos que tiempo después fue cazado a balazos por la policía.

    –Bueno y como te iba diciendo a mediados de agosto de ese mismo año que se celebró un congreso de las A.T.E.E.S en Zurich. Pero fue después dicho congreso que tres camaradas que junto a Margarita y que también hacían parte de la dirección nos pidieron de urgencia una reunión con la dirección del partido en la región. Margarita, en dicha reunión nos presento a estos tres jóvenes, y bien recuerdo que al hablar eran muy impulsivos, además, no dejaron sin cesar de exigir la necesidad de adaptar el partido a las nuevas circunstancias internacionales.

    –Es verdad que hablaban con entusiasmo de ese fenómeno internacional que en esos momentos convulsionaba al mundo: – como era la revolución Maoísta en China… –donde al parecer la clase obrera, los campesinos pobres y medianos, se hicieron con el poder. – «La verdad es que ellos estaban en su derecho el someter a un control revolucionario, los cuadros del partido y del Estado en sus diferentes escalones y no se debe permitir, bajo ninguna forma asfixiar la crítica y usar contra ella represalias». Después hicieron una severa crítica a las formas generales de organización del partido, alegando la dictadura personal de Santiago Carrillo y la línea revisionista surgida del llamado comunismo Europeo.

    La reunión como bien puedes comprender, terminó como el rosario de la Aurora y se creó la primera escisión seria entre los comunistas en Europa y que no sería la última. Por consecuencia, Margarita nos dejó para engrosar las filas del P.C.R. (Partido Comunista Reconstituido). Al parecer estos eran una nueva generación de jóvenes radicalizados que años después, junto a otras tendencias trotskistas y anarquistas convulsionaron la Europa.
    – ¿Pero perdone qué más sabe de Margarita? –Dijo José un tanto confundido.
    –Yo ya no puedo decirle muchas más cosas de ella, y lo que sí sé es que se fue a vivir a Ginebra donde trabajaban sus compañeros. Uno de ellos se que se llamaba Jorge y que con la otra muchacha llamada Elena trabajaban en la U.N.E.S.C.O. (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) en Ginebra. El tercero que para usted puede ser el más interesante se llamaba Cresto o Crespo, en fin no sé si era su nombre verdadero o su nombre para la clandestinidad. Este personaje al parecer, era un intelectual gallego, del que se decía que dominaba varios idiomas y tradujeron al español importantes obras del francés y el ingles y entre otras la última versión del Capital de Marx. También sé que fue una de las piezas claves en la escisión del partido, pero fue honesto con sus ideas, pasando largos años en la cárcel. Sé decía que la ayuda para la organización les llegaba del gobierno Albanés, que era en aquel entonces el fiel aliado en Europa de la China maoísta y el encargado de difundir la propaganda maoísta y entre ella, el famoso libro rojo de la revolución cultural.

    Después de una corta pausa, José insatisfecho de las explicaciones, volvió a insistir sobre este tal Cresto y Juan, se limito a decir que sólo en Madrid podrían saber el paradero de él. – ¿Y para ser sincero temía ir más lejos?…--Temblaba al pensar que la búsqueda apenas había comenzado y para él todo continuaba turbio. No obstante reconoce que sintió resucitar de nuevo en él la cruel realidad de su existencia. Dado que las posibilidades de que en la próxima averiguación le sonriera la suerte, eran nulas aunque no obstante intento alejar su tristeza al animarse de nuevo con el fin de ganar su propia la confianza y al de Juan.

    La cafetería se iba llenando de gente y la luz solar había dejado de existir en el exterior dando paso a la luz artificial de las grandes arañas de cristal. El humo del tabaco, las mesas apretujadas y el bullicio ensordecedor de la sala hizo que su rostro se hallara desconcertado y pálido.
    –Te veo muy preocupado; por tanto, me gustaría preguntarte algo que me inquieta desde el principio, ya que la familia que me dio tu cita, no terminó por decirme en realidad quien eras...
    – ¿A qué te dedicas?
    José sonrió ante la inquieta pregunta de Juan y le dijo: –Simplemente soy el hijo de Margarita… Después vio como Juan, volvía precipitadamente la cabeza y clavaba sus ojos en la pared, le dijo:-- ¡Pero qué tonto soy, que tonto! –Debí suponérmelo. –“Sabes que podría enfadarme contigo, por no habérmelo dicho a tiempo”.

    Pasado el primer momento de sorpresa, Juan ya más tranquilo volvió a preguntarle con discreción qué es lo que pensaba hacer: – ¿Quieres buscarla?
    – ¡Sí! Y usted me ha ayudado con tus explicaciones dado que tu ayuda ha sido magnifica, pues eres la primera persona que después de más de veinte años conoció a mi madre.
    –Bueno José, es la vida y mismo yo ya no puedo ayudarte más.

    A Juan que le temblaban las bolsas de los ojos, se levantó inclinándose hacia José, lo abrazó y meneo la cabeza para terminar diciendo: –Mire, joven, esto que le cuento pertenece ya al pasado y solo quiero desearte suerte y decirte que tu madre además de ser muy bonita es también muy inteligente y valiente…–, ¿sabes que yo adoraba a tu madre como a una diosa? Porque Margarita era, simplemente, una buena persona.

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    A eso de las once, del día siguiente, una vez que ya había averiguado de su madre lo más importante, José decidió ganar sin titubeos la ciudad de Ginebra. Ya de nuevo en este cómodo transporte ferroviario de Suiza, volvió a ver en los pasillos con sus cascos sujetos a las mochilas y los fusiles al hombro un gran número de soldados dando la sensación de que el país se hallaba en guerra y no era así. Suiza sigue siendo la democracia más antigua del mundo y ese mismo año el país celebraba por todo lo alta sus 720 años de democracia. Su neutralidad en todas las guerras le valió ser el país que con más escrúpulos supo guardar sus costumbres. Él filosofo escocés David Ume escribió: –“Las costumbres constituyen la guía fundamental de la vida humana”. Efectivamente, el conocimiento de las costumbres supone una guía importante para comprender el alma de un país y de sus gentes.

    Vale la pena tomar el tren porque el paisaje tiene mucho que ofrecer, ya que al ir dejando atrás la encantadora ciudad de Zúrich el tren remonta la colina que conduce a Lucerna y desde allí se va descubriendo como una postal una de las vista más sorprendentes de Suiza. Después y a hora y media de recorrido se atraviesa Berna, capital de la nación una ciudad medieval tranquila y hermosa. El paisaje es puro y de una belleza inimaginable y sin poder dejar de admirar su belleza aproximadamente hora y media más tarde, ya se divisa el lago y la ciudad de Neuchatel y más allá Lausane otra perla deslumbrante en el paisaje a orillas del lago Leman. A continuación, apenas a media hora de trayecto el tren entra en la estación central de Ginebra

    Ginebra es mundialmente famosa por sus sectores banqueros y financieros como también un importante centro industrial de instrumentos de precisión: –como relojes de pulsera, relojes de pared y joyería para la exportación. Por eso trabajadores inmigrantes de todo el mundo son la más importante fuerza laboral, ya que ella constituye más del 40% de la población y esa mezcla proporciona a Ginebra una atmósfera cosmopolita. El francés es el idioma dominante en la ciudad y Ginebra fue siempre conocida como la Roma protestante.

    El río Ròdano divide Ginebra en dos partes casi iguales, pero hay que destacar que en el sur (la orilla izquierda) se alzan los distritos financieros y administrativos y dos antiguos distritos residenciales: –Eaux Vives y Caruge y este último habitado por trabajadores a la vez que constituyen la parte más antigua de la ciudad. La orilla derecha, tiene carácter residencial y principalmente destaca la zona “Gervais”, donde ubican los mayores hoteles de la ciudad así como el distrito de las “Délices”.

    El congreso, dio comienzo el viernes y se clausuro el domingo por la tarde en el famoso edificio de las Naciones Unidas. En 1948, la Organización Internacional del Trabajo (O.I.T) y la Organización mundial de la Salud (OMS). Establecieron en Ginebra sus sedes donde en ellas se celebraban las reuniones Internacionales. Mi instancia en ginebra se prolongó tres días más, con el fin de concretar las resoluciones aprobadas en dicha conferencia. Estos días fueron ya de una tranquilidad merecida, disfrutando apaciblemente del sol a orillas del lago Léman. Este territorio neutral tan celebrado exhibe una obvia confianza en sí mismo y se erige como un emplazamiento inmaculado y aunque paradójicamente rebosa estilo y espíritu aventurero. La ciudad es limpia, eficiente y segura como de hecho los suizos fabrican sus famosos relojes.








    CAPÌTULO XI


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    Gracias y se sigue

    CAPÌTULO XI

    A medida que aquel monstruo de acero se elevaba hacia al cielo, los contornos del lago Leman en forma de luna y la ciudad de Ginebra se iban perdiendo cubiertos por una densa bruma. Dejando al descubierto sólo las cumbres cubiertas con sus nieves perpetuas que al choque frontal del sol deslumbraba los ojos de los pasajeros. Atrás quedaban las majestuosas e impresionantes montañas de los Alpes franceses, desgraciadamente, por densas y oscuras nubes impedían divisar esta maravilla de la naturaleza de este hermoso país.

    Dos horas y media después el avión hacia su aterrizaje en Barajas y ante el bullicio ensordecedor de la gente la mente de José se hundió de nuevo en un mar de confusiones a medida que recordaba las explicaciones de las personas que conocieron a su madre. La tela de araña en la que se encontraba, no daba la solución a su afligido dilema. No podía emitir juicios ya que en realidad reconocía que se encontraba casi en el mismo punto de partida.

    Esta triste situación le hizo de nuevo entrar lentamente en la realidad y fue cuando se despedía de los tres compañeros del ministerio que viajaban con él. Que reconoció a Teresa por su peculiar belleza y su esbelta silueta. Le buscaba desesperadamente, y al percibirle ella corrió hacia él para verse después presa de sus brazos, a la vez que sintió su boca ardorosa buscando la suya.

    Hasta bien entrada la mañana no se despertó José del profundo sueño, semejante por su cansancio a una pérdida de conocimiento y recuerda que fue ya en el transcurso del día que explico a Teresa todo lo sucedido en su viaje. Para ello más de una vez tuvo que buscar nervioso los apuntes que dejo guardados en su voluminosa cartera. Y reconoce que al oír sus explicaciones Teresa cambio sus inquietudes por una atractiva sonrisa. Pues la primera preocupación de Teresa había sido siempre hacer todo lo posible para que su marido encontrase lo más rápidamente a su madre. Por eso ahora que su marido había encontrado el hilo de su atormentada preocupación y solo le faltaba ir tirando de él pensó que no estaba lejos el ovillo. Ella pese a reconocer que en su vida había motivos más que suficientes para ser feliz; pero los problemas que le acarreaba su marido por esa tenacidad de buscando a su madre, seguía entristecían los días y la vida cotidiana de los dos.

    Pasó más de una semana para que José ordenara sus ideas; pero al fin pensó que debía servirse de su posición en el ministerio para seguir las averiguaciones pertinentes para encontrar a su madre. Para eso, lo primero que hizo fue pedir la información necesaria de los años de cárcel de su madre y las personas que la frecuentaron y el resultado no se hizo esperar dado que días después le proporcionaron una entrevista con el director de la cárcel de mujeres en Madrid.

    Encarnación, hacía varios años que se hallaba retirada después de más de cuarenta de servicio, pero ayudaba a una hija en puesto de verdura del mercado de la Cebada. Encarnación aunque ella vivía muy cerca de dicha plaza a José le dio cita en el mercado, lo que hizo por temor a resbalar con el agua sucia y pegajosa que soltaban los puestos de verdura y pescado tomar sus precauciones para no resbalar mientras atravesaba el mercado. José no recuerda haber visto un mercado tan impresionante como este, pero lo que más le llamo la atención fueron los desgarradores gritos de las dependientas anunciando su mercancía. No tardo José por las señas que le habían dado dar con ella, dadas las características físicas inconfundibles de su persona.
    – ¿Por favor, es usted la señora Encarnación?
    – ¡Si soy yo! – ¿Qué es lo que usted quiere?
    –Quisiera hablar con usted, de parte de Don Evaristo Fuentes.
    – ¡Ah! -¿Era eso?… Exclamo Encarnación sonriendo.
    – Bueno le diré para empezarle que Don Evaristo fue durante años mi jefe y por eso estoy a su disposición para lo que desee. Él agradeció el ofrecimiento de la señora Encarnación, pero se mostraba aturdido del intenso vocerío allí reinante y por esa la que le pidió poder hablar en un sitio más tranquilo.

    José observó a la señora Encarnación que para él a demás de ser una hembra gruesa y corpulenta era el vivo retrato de una carcelera a la que sólo la faltaba el bigote. Después a parto la vista con disimulo para contemplar desde del ventanal de la cafetería el aspecto que daba el inmenso mercado de la Cebada.
    –Vamos a ver muchacho y dime la verdad.
    –Ya que adivino en tus ojos que algo triste te trae aquí.
    – ¿Qué es lo que deseas de mí?
    José balbució sorprendido por esta pregunta tan directa, pero reconoce que los ojos interrogantes de ella le dejaron un momento perturbado los pensamientos y sin saber comenzar.
    – ¡Por lo visto señora usted conoció a mí madre... y le pido de corazón que me ayude! – ¿Vamos a ver joven -Si no me dices quien fue tu madre, en poco podré ayudarte? – ¡Muchacho, te pido que te expliques con más claridad! La mirada de Encarnación era fija, inquisitorial, penetrante y pero José al fin encontró la fuerza suficiente para decirle sin titubeos: –Mi madre se llama Margarita Resinos y por lo visto fue encarcelada por problemas políticos en 1969. No hubo respuesta inmediata y el silencio era siniestro; por fin, hizo un resuello para decirle: –Joven hay una cosa que no comprendí en el caso de su madre, y es él porque nadie de su familia vino a verla en más de cinco años y ahora viene usted a preguntar por ella.
    –A usted, si dice que es su hijo, lo engañaron miserablemente.
    – Esta usted medió llorando.
    – ¡Ay, ya, ya!
    – ¿Por lo visto me he pasado de la raya?
    – ¿Sabe?– Siempre creí que Margarita era una buena mujer y que la vida la golpeo muy duramente y ahora recuerdo bien que usted debe ser el niño que ella tuvo siempre a la cabecera de su cama.
    – ¡Joven no sabe las veces que la vi llorar desconsolada por su hijo!
    –No la juzgue mal su madre lo quiso siempre.
    –la verdad es que su madre me hablo mucho, muchísimo de usted.
    –Claro usted se preguntara, más de una vez quien fue su madre y yo le diré que un objeto de los caprichos del hombre y luego si te visto no me acuerdo.
    – ¡Joven no sabe lo que me alegro de que alguien se preocupe de esa pobre criatura!
    José al oír las palabras halagadoras de esta mujer que al principio mal juzgó, sintió un deseo indefinible de abrazarla y que ella siguiera hablando de su madre.
    – ¡Vaya! ¿Muchacho, no podrías guardar tus lágrimas?


    Luego hubo un corto silencio, hasta que ella de nuevo volvió con voz apagada y triste a decir.
    –Bueno le seguiré contando que por allí hubo sólo dos personas que la visitaron; uno era un hombre extraño que debía ser muy influyente que se permitía verla en el despacho del propio director y digo extraño porque nunca le vi bien la cara con esas gafas oscuras que llevaba siempre. La verdad es que siempre que terminaba la dichosa visita con este señor, la pobre se pasaba las horas llorando. El segundo era un conocido abogado madrileño un tal Fernando Rato, que es el que debe saber donde se encuentra tu madre en la actualidad y si no, tiene que conocer otras personas de su entorno.

    Se despidió de Encarnación con un fuerte abrazo y con la esperanza que el abogado le aclararía donde podría encontrarla ahora. Al salir a la calle, José sintió de nuevo viento del viento fresco que tan acostumbrados están los madrileños, a la vez que sintió que su cuerpo se llenaba de tranquilidad y de paz absoluta.

    Después de esta entrevista, José ya no vivió entregado al desasosiego e incertidumbre de aquel que sólo confía en los caprichos del azar. No obstante, él tan metódico y cuidadoso para cumplir sus obligaciones en el trabajo comprendía que ahora estaba abandonando su trabajo en el Ministerio para dedicar su mayor tiempo en averiguar el paradero de su madre. Y ahora que él ya creía ver la salida del túnel no comprendía que si en su niñez fue siempre vigilado por una madre de fuerte devoción, crédula e intransigente religiosamente, hubiera experimentado su madre un cambio religioso y político tan radical. La verdad es que él no llegaba a comprender y, además, su familia ni nadie le dieron antes ninguna explicación de sus radicales cambios. No obstante, estaba convencido que él lo averiguaría por su propia madre no tardando tanto.

    José siguió viviendo en el ambiente apacible del hogar y, además, con la llegada de la primavera Teresa quedo embarazada. No obstante, y pese a tanta felicidad, reconoce que era incapaz de borrar de su memoria el recuerdo que envolvía su misterioso pasado. Si reconocía, que eran vanos todos sus esfuerzos por olvidarla y entregarse a su familia como Teresa se merecía. Por eso al poco tiempo de su entrevista con la señora Encarna se decidió a pedir al abogado que se ocupó del caso de su madre, una entrevista en su despacho.

  9. #29
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    SE SIGUE
    No tardo en explicarle el motivo de su visita, no obstante, él y tras un breve silencio le preguntó qué era lo que realmente quería oír.
    – ¿Quisiera que usted me ayudara a encontrar a mi madre? El abogado le miró sin comprender y dudoso lo examinaba como si quisiera descubrir lo que realmente había detrás de sus palabras. José no tardo en percatarse de las dudas del abogado y al estar habituado a tratar en el ministerio personajes de cierta gravedad creyó necesario hacerle de nuevo preguntas concretas. Pero no obstante, decidió ser prudente y no volver a cometer el mismo error que tuvo a simple vista en la apreciación que se hizo de la carcelera. Por eso observo de nuevo al abogado que al sentirse estudiado no dijo nada y ni siquiera sonrió. Tenía la cara crispada, la frente dura y saliente, los ojos pequeños de un negro profundo y la boca arqueada. Parecía apretar constantemente los dientes como si le doliera volver atrás con sus recuerdos. Pero rápido por su cambio en su semblante, comprendí que no solo era capaz de hablar de su madre, sino que también llegaría a descubrirle todos sus secretos.

    –Bueno sí, yo fui quien se ocupó del caso, no obstante, yo conocí a tu madre antes de su caída. – Dijo con dificultad. Por eso y pese a los cambios que en España se han conseguido le ruego que todo lo que yo le diga de aquí no debe salir ni una palabra. Después guardo unos instantes de silencio y volvió con cierto recelo a observarlo para luego de nuevo decirle: –la verdad es que ya todo pasó para suerte de todos de aquello sólo queda un trauma humano para unos y una pesadilla para otros.

    No obstante, sabrá joven que todos los hombres, después de desaparecer el peligro se inclinan al hablar de sí mismo, y hacen confidencias con el fin de justificar sus actos y sin duda yo no soy una excepción a esta regla. Por eso cuando por alguna razón debemos revelar nuestros secretos, nos llena de estupor y cuando nuestra cabeza se vacía dejamos de mirar de frente fijando nuestra atención en cualquier objeto sin importancia.

    – ¡Joven!– Para usted es muy difícil comprender nuestros años de lucha, porque en realidad no conoció la dictadura…–Y le diré que todo empezó en mis jóvenes años universitarios halla por los 60 y donde en Madrid se vivía una ebullición política en la universidad y en las fábricas. –En todo caso el Estado franquista, amarrado a su intransigencia doctrinal, no estaba dispuesto a evolucionar después de la Carta de 1945 donde encontró el apoyo de la Iglesia integrista y dura de Pío XII.
    – Si joven hubo que esperar años después y en los reinados pontificales de Juan XXIII y de Pablo XII que con la Iglesia posconciliar que naciera la rebeldía.
    –En este contexto le aseguro que no tardamos los jóvenes procedentes como yo de las clases medias y ricas a sublevarse contra la dictadura. –Con el tiempo estos cambios se fortalecen y todo porque la iglesia moderna repudia el confesional ismo ya que ella comienza a comprender la incompatible de la fe, con la subordinación al poder civil que es contrario a la libertad religiosa. En una palabra. «Esto supone la muerte del Dios nacional»

    –Años después la universidad se fue convirtiendo en un hervidero de ideas políticas donde, además, todas las ideologías y comprendidas las más radicales se extendieron como un reguero de pólvora por el campus universitario. –Yo procedía del movimiento católico, hasta que la mayoría pensamos que la doctrina de izquierdas era la personificación de la doctrina de la Iglesia. –Solo que ellos querían desarrollar la igualdad y el paraíso aquí en la tierra. Pero le aseguro que mismo si la mayoría procedía de la clase burguesa, sin la menor duda nuestra impetuosa juventud fue la que nos hizo caer en los brazos de la única fuerza que verdaderamente luchaba contra la dictadura. «El Partido Comunista Español».

    –Es verdad que la represión era dura y que el franquismo seguía fusilando y condenando a largos años de prisión, pero recuerdo que entonces nada nos detenía. –Más tarde apareció, un hombre que había entrado clandestino de París y que no tardó por crear una célula de tendencia Maoísta y años más tarde contaban ya con un comité en Madrid y más tarde una dirección federal. –Bueno yo una vez terminada mi carrera de abogado, comprendí que podría ser más útil defendiendo en los tribunales las causas políticas, pero esta nueva misión no impidió que en muchas ocasiones fuéramos molestados, multados e incluso mismo arrestados. –Después mi nombre se popularizó, llegando a ser más eficaz representando, organizando y coordinando las numerosas reuniones de la oposición. –Y por eso joven yo llegue a hacer parte de la famosa reunión de Múnich (Alemania), donde a la vuelta se me condenó con otros dirigentes a tres meses de cárcel.

    –Bueno en lo relacionado con a su madre, te diré que debió llegar a Madrid en los años 67 y bien recuerdo que en una reunión clandestina que se celebró en Segovia, me la presento Cresto que al parecer era por aquel entonces el máximo responsable de la organización. A su madre se la conocía como Marga, nombre que en la clandestinidad usaba, era una joven muy inteligente y si me lo permite una mujer de buen ver. –Marga, llegó según oí lanzada desde París y no tardo al poco tiempo en ser “liberada”. Nombre que se daba a los revolucionarios profesionales. Ella rápidamente se ocupó activamente del comité de dirección y en especial de la organización de agitación y propaganda. Más tarde al dedicarme a la abogacía y convencido de la eficacia de mi trabajo deje de verla, hasta que en su caída con otros cuatro camaradas yo me hice cargo de su defensa.

    –Acusada junto a Cresto y otros tres, de hacer parte del comité de Madrid del recién creado Partido Comunista Reconstituido. –Fue condenada a ocho años de cárcel y después hilvanando su caída llegamos a la conclusión que se debía como la mayor parte de las veces a que la policía trabajaba con gran eficacia entre las organizaciones en el exterior. Porque al moverse con libertad absoluta en estas viejas democracias, no guardaban la necesaria y rigurosa clandestinidad que en el interior.

    –joven poco más puedo decirle, que no sea que yo cuando le preguntaba si tenía familia a quien avisar, siempre me dijo que no deseaba crear más problemas a sus padres y hermana y que en realidad después supe que era madre soltera. –Más tarde supe también que económicamente era ayudada por un extraño personaje, que la visitaba periódicamente y que la dirección de la cárcel guardó siempre su nombre en secreto. Su madre salió en el verano del 74 sin grandes problemas y estoy seguro de que no fue sólo por su conducta que fue excelente, sino por la influencia de ese extraño personaje que uso todo su poder.

    –Poco tiempo estuvo su madre en Madrid, yo mismo prepare su salida hacia París y después, le digo la verdad, no la volví a ver. Luego, como bien sabe, la democracia se instauró en España y los mismos que mandaban entonces siguen mandando dado que ellos saben que pensar pase lo que pase. Basta con sacar la correspondiente idea del catálogo. Que para ellos sin la menor duda fue la “democracia burguesa”; pero como solución a sus problemas y no a los de la mayoría de los españoles. –“El pollo es simplemente la manera que tiene el huevo de hacer otro huevo”. Yo creo que hay que aprender a ver la realidad, también desde el lugar del huevo.

  10. #30
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    Hoy joven, de lo que se trata es de hacer como la mayoría de los políticos, escritores y periodistas, disfrazarse de calamares a sobrevivir con sus cientos de tentáculos y todo con el fin de pagar sus créditos, sacar su familia y pasar inadvertidos. Lo importante es no decir gran cosa y soltar su tinta de camuflaje. En esta sociedad que ellos llaman de consumo, todos los políticos se convierten en una especie de Gurùs para abordar los nuevos tiempos en que vivimos. Donde los ideales ya no existen, y ellos lo saben bien y aprovechan el poder de los medios de difusión y recorren el mundo disfrazados de mendigos experimentando en las gentes lo que ellos califican de “reconversión a Cristo” o capitalismo responsable.

    Al quedar el abogado pensativo unos minutos con la mirada dura y con el ceño fruncido. José pensó que había llegado el momento de su intervención y dijo: – Sepa que el Mundo no obstante seguirá siendo el mismo, aunque usted siga preocupándose de él o que le olvide, que escriba en papeles o libros o que continúe llevando la misma existencia que antes. –Por eso me pregunto si mi madre no debió pensar un poco más en mí, aunque sigo pensando de lo he oído de ella tal vez todo no fue verdad.
    – ¡Quién sabe! – ¡Se marchó tan lejos!…Aunque seguro que se fue por olvidar todo y hoy aun vivirá en el mayor desengaño y soledad…
    –Nunca volverá, pues su dignidad le hizo de nuevo huir de España y esta vez para no volver jamás.

    Hubo un corto silencio, pero después fue el abogado que permanecía cabizbajo y posiblemente luchando entre los impulsos de su orgullo y las palabras razonables de él. Hasta que de nuevo José volvió hablar pero esta vez con una aparente cordialidad: –No haga caso de lo que he dicho. – ¿Cómo podría yo enjuiciar sus actos?…
    – ¡Qué estúpida reflexión!
    – ¿Qué vale mi opinión?…
    – ¡Le aseguro que yo hubiera hecho lo mismo!
    –Les comprendo y tan grande es mi amor por ella, que siento grandes deseos de volverla a encontrarla y de nuevo y por eso vengo a pedirle que me ayude.
    – ¿Claro esta si usted puede?

    El abogado con ademán tímido, terminó al oír estas últimas palabras por sonreír. Para después en su rostro preocupado de intelectual acomodado; apareciera una expresión inesperada y fue al poco tiempo que sin dudar un instante empezó a hablar con voz entrecortada: –Aunque soy un hombre aburguesado, siempre ayudé y respeté a estas sacrificadas personas por mejor la existencia del ser humano. Y por eso a su salida de la cárcel, como bien le dije anteriormente, les ayude en la tramitación de sus pasaportes y cuando los recibieron salieron ambos inmediatamente para París.

    –También le diré que meses después recibí una carta de Cresto donde me comunicaba que estaba trabajando de nuevo como traductor en la sociedad LAROUSSE. Y de tu madre por Cresto no supe hasta años después y ya instalada la democracia que ella, al no estar de acuerdo con que él GRAPO-brazo armado del Partido Comunista Reconstituido por querer continuar con la acción armada contra el "estado democrático". Y además según me contó Cresto en una polémica asamblea a la que asistió tu madre; entre otros los dos fueron expulsados del partido.
    –Y para terminar, le aseguro que todo esto lo supe porque como abogado tuve que seguir ocupándome de la separación y posterior divorcio de Cresto, con una mujer muy polémica y que siempre combatió las ideas de su marido. Creo que esta mujer, por tener un hijo con él, es la única que puede ayudarle a encontrar el domicilio de su madre. Joven a la que fue compañera de Cresto, la encontrara en la calle Preciados ya que regenta una tienda de moda o lo que llaman hoy una “boutique”.





    CAPÌTULO XII

    SEsigue

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