Es tristísimo ver cómo la situación en Venezuela se degrada cada día más. No puedo dejar de sentirme mal por toda aquella gente que confió en unos mal nacidos y que ahora pagan su ingenuidad. Y el resto del planeta, como siempre, mirando para otro lado y silbando como quien no quiere la cosa.
Pero no sólo silbamos con Venezuela, silbamos siempre que las cosas no nos afecten de lleno. En el primer mundo somos solidarios de salón.