Como malas jugadoras de poker, las mujeres vuelven una y otra vez a la búsqueda de los tacones altos porque los primeros 5 minutos que los llevan se sienten divinas y piensan que, si ésta vez andan de forma distinta, si se ponen los zapatos con ropa diferente, si cámbian la forma de hablar...quizás a los 5 minutos dejen de doler.
Nunca acaban de entender que los tacones duelen y punto.