Ataviado de estigmas,
en la frontera de los ajenjos
y de las pálidas flores,
surcando el remolino,
un arponero busca de la sal,
el criterio.

No tiene norte
¡ESTÁ DESNUDO!
entre ujieres de silicio
y mares de plata,
a merced de las olas,
buscando un sacrificio.

Busca el ascenso de la crisálida
en el musgo del tiempo,
agazapado en la fiebre
sobre toneladas de humo.

Sabe que la costilla flota
y tiene vértebras absolutas
y puede flotar en los mares.

El Arponero busca a la libélula
entre matices de esmeraldas
y copiosas nubes de almidón.

Sabe que su doncella vuela en esperanza
y trasmuta su ser
tras reciclar el capullo donde mora
para batir en alas coloridas
su presencia mágica y su hermosura.

Allende, entre los mares, el cielo
disipa el lamento,
vuela una gaviota
y atrapa el firmamento;
y sobre la arena, una mariposa azul
deja ver su alma.

Una mariposa enciende la potestad
del infinito,
trazando su soñar tras el espigón
y coronando el anhelo.

No será torpe el destino
ni renga la aguja del reloj
para descubrir el brillo

¡DE LA SOÑADA PRIMAVERA!