Hermoso éste último.
Saludos Bella Estrella.
Hermoso éste último.
Saludos Bella Estrella.
Mi pena es sencilla y nada misteriosa y, como tu alegría, por cualquier cosa estalla.
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A ti única
Un poco de cielo y un poco de lago
donde pesca estrellas el grácil bambú,
y al fondo del parque, con íntimo halago,
la noche que mira como miras tú.
Florece en los lirios de tu poesía,
la cándida luna que sale del mar.
Y en flébil delirio de azul melodía,
te infunde una vaga congoja de amar.
Los dulces suspiros que tu alma perfuman,
te dan, como a ella, celeste ascensión.
La noche...tus ojos...un poco de Schumann...
y mis manos llenas de tu corazón.
Leopoldo Legunes (Córdoba, Argentina, 1874 - 1938)
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Última edición por Estrella_fugaz; 17-dic.-2015 a las 09:11
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Que no sea tu cuerpo la primera tumba de tu esqueleto.
Esta última mirada por supuesto. Ya quisiera yo que fuera un beso, un encuentro, un abrazo, un sesentaynueve furtivo, un etc. o dos. Pero no puede ser, así que ver lo que tus ojos ven, para mi, es verte a ti y eso, querida y bella, me llena. Ya lo dijo nuestro amigo Carlos Germán:
"Nuestro amor no está en nuestros respectivos y castos genitales, nuestro amor tampoco en nuestra boca ni en las manos..."
Mi pena es sencilla y nada misteriosa y, como tu alegría, por cualquier cosa estalla.
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Chanito, sabía de tu gusto por mis ojos pues pese a que sufro estrabismo tengo una mirada muy cautivadora , y me los maquillo estupendamente para disimular; resultado: me queda un tipo de ojos como los de Amy Winehouse.
Y mira si soy una artista del pincel y el rimel: te enganché a ti.
En realidad el último poema es el de Leopoldo Legunes, y es maravilloso, como un cristal único y radiante.
:001_smile:
Última edición por Estrella_fugaz; 18-dic.-2015 a las 08:49
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Que no sea tu cuerpo la primera tumba de tu esqueleto.
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Última edición por Estrella_fugaz; 18-dic.-2015 a las 08:50
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Que no sea tu cuerpo la primera tumba de tu esqueleto.
Debo corregirte mi querida. Es Leopoldo Lugones, lo sé porque fue fuente de inspiración para otro grande, Jorge Luis Borges. En 1960, muchísimos años después de la muerte de Lugones, Borges, entre otras muchas, le dedicaba estas palabras:
A Leopoldo Lugones
Los rumores de la plaza quedan atrás y entro en la Biblioteca. De una manera casi física siento la gravitación de los libros, el ámbito sereno de un orden, el tiempo disecado y conservado mágicamente. A izquierda y a derecha, absortos en su lúcido sueño, se perfilan los rostros momentáneos de los lectores, a la luz de las lámparas estudiosas, como en la hipálage de Milton. Recuerdo haber recordado ya esa figura, en este lugar, y después aquel otro epíteto que también define por el contorno, el árido camello del Lunario, y después aquel hexámetro de la Eneida, que maneja y supera el mismo artificio:
Ibant obscuri sola sub nocte per umbram.
Estas reflexiones me dejan en la puerta de su despacho. Entro; cambiamos unas cuantas convencionales y cordiales palabras y le doy este libro. Si no me engaño, usted no me malquería, Lugones, y le hubiera gustado que le gustara algún trabajo mío. Ello no ocurrió nunca, pero esta vez usted vuelve las páginas y lee con aprobación algún verso, acaso porque en él ha reconocido su propia voz, acaso porque la práctica deficiente le importa menos que la sana teoría.
En este punto se deshace mi sueño, como el agua en el agua. La vasta biblioteca que me rodea está en la calle México, no en la calle Rodríguez Peña, y usted, Lugones, se mató a principios del treinta y ocho. Mi vanidad y mi nostalgia han armado una escena imposible. Así será (me digo) pero mañana yo también habré muerto y se confundirán nuestros tiempos y la cronología se perderá en un orbe de símbolos y de algún modo será justo afirmar que yo le he traído este libro y que usted lo ha aceptado.
J.L.B.
Mi pena es sencilla y nada misteriosa y, como tu alegría, por cualquier cosa estalla.
Magnífica versión "sinfónica" de "Libertango" de Astor Piazzolla.
Estos cuatro hermanos tienen, "cuerda para rato", ¡válgame la popular expresión!
Y aprovechando la coyuntura de ambos dos. De vuestra interesante "charleta literaria/pelando la pava", y la música de Piazzolla, voy a poner una composición que oí, sin saber que era de este extraordinario músico, y que Nietzscheano me lo aclaró. De esto hace bastante, bastante tiempo. Aquí la dejo.
Una versión "sinfónica" de "Oblivion" de Astor Piazzolla.
Última edición por gabin; 18-dic.-2015 a las 13:41
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Tico sabio, muchas gracias por corregirme, creo que mi cerebro adecuó el apellido Lugones para que fuera pronunciado más fácilmente por mi boquita loca. :001_tt2:
¿Ves, Tico? Vivo sonrojada por tus muestras de infinita sapiencia y sencillez encantadora; aprecio tu amabilidad al hacerme ver mi error sin decirme "tontita".
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Gabin, es un gusto leerte por estos lares, y siempre! El Oblivión es otra obra maestra de Piazzolla, y esa versión que dejaste también es maravillosa. Cuando mencionaste a los cuatro hermanos, recordé que no hace mucho tiempo escuché en mi lugar predilecto, el Palacio de Bellas Artes, Las cuatro estaciones de Vivaldi alternadas con Las cuatro estaciones porteñas de Piazzolla, una estupenda y bella combinación gracias a la acertada decisión del director de la Orquesta de cámara del palacio. Alguna lágrima se asomó en mis ojos pizpiretos por la emoción de escuchar tremenda interpretación.
Aquí dejo el Verano porteño.
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Última edición por Estrella_fugaz; 21-dic.-2015 a las 10:01
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Que no sea tu cuerpo la primera tumba de tu esqueleto.
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Después de darle tanto placer a mi boquita (bocota ) comiendo y bebiendo de lo lindo; charlando y leyendo en voz alta algunos pasajes del libro, Lunas de Estambul, doy muestras de vida.
Voy a dejar un fragmento de este libro que me está gustando mucho: entre una retórica preciosa, paisajes en sepia de principios del siglo XX de la Ciudad de México, y el baúl de mantas, manteles y sábanas bordadas -todo hecho con placer y amor- por la novia turca que se viene a casar a México:
"Olas mansas acariciaban la quilla del vapor Lafayette acercándolos suavemente a tierra como si fueran los brazos apacibles, pero resueltos, de la madre que pone a su bebé en la cuna. El vaivén era suave, prudente; la entrada del navío cansado en las tibias aguas mexicanas era acogida por el viento que parecía bendecir el arribo de algunas de las almas desorientadas que, con ojos impacientes, escudriñaban la nueva tierra".
(...)
"La comida era música y poesía de sabores. Estos eran misterios y magia ligados a las festividades y ocasiones especiales que se descubrían en sus efluvios, y los aromas que nacían en la cocina de la familia Ezkenazi hacían saber que era un día especial".
Continúo más tarde, voy a buscar otros fragmentos que me encantaron.
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Última edición por Estrella_fugaz; 29-dic.-2015 a las 11:37
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Que no sea tu cuerpo la primera tumba de tu esqueleto.