TESTIMONIO SOBRE SAN RAFAEL


Hace algunos años, la Superiora General de un instituto franciscano
y misionero, tuvo que emprender un largo viaje.
Acompañada de cuatro religiosas, se dirigieron a un noviciado dedicado
a San Rafael.
Conforme al espíritu de la Iglesia, el viaje se puso bajo la protección
del celestial guía de los caminantes, cuya imagen llevaba consigo
la Superiora.
El último día del viaje, un coche las conducía a su convento.
Al pasar por una pendiente y entre dos precipicios, el fondo donde iban
los equipajes se abrió, las cuatro ruedas quedaron separadas de sus ejes,
la caja del coche era arrastrada por el suelo.
La Superiora fue la primera en arrojarse al camino, y puesta de rodillas
exclamó: ¡Glorioso Arcángel San Rafael, ten piedad de nosotras!
Las otras cuatro religiosas rodaron por tierra.
Si el caballo hubiera dado un solo paso, las religiosas hubieran sido
destrozadas, mas, afortunadamente, permaneció inmóvil.
El Angel de los viajeros, su protector escogido, San Rafael, las había salvado.