Es casi improbable que Jesús haya existido en Israel, más allá de una leyenda que fue convenientemente aprovechada por los coreógrafos romanos del siglo I para generar un mito de un hombre de origen divino que enseñaba el camino de la resignación en esta vida, a cambio de vida eterna en un mundo plácido y alegre, la llamada Gloria.

La situación política era grave: los esclavos y la población romana pobre iniciaban sublevaciones sangrientas, y había que aplacarlos, por la mala o por la buena.

El Imperio optó por convencerlos de que adoptaran el cristianismo como religión. Hubo consecuencias buenas y malas después de esta trascendente decisión, pero en la balanza de la historia, Roma salió ganando al uniformizar las creencias con gente que bajaba la cabeza ante la dura realidad.

Si Jesús no existió, ¿de dónde sacaron los políticos coreógrafos de Roma su mensaje universal de amor y perdón?

Primero conozcamos el mensaje que se le atribuye a Jesús: los Diez Mandamientos.

I Amarás a Dios sobre todas las cosas.

II No tomarás el nombre de Dios en vano.

III Santificarás las fiestas

IV Honrarás a tu padre y a tu madre.

V No matarás.

VI No cometerás actos impuros.

VII No robarás.

VIII No dirás falso testimonio ni mentirás.

IX No consentirás pensamientos ni deseos impuros.

X No codiciarás los bienes ajenos.

Este mensaje cumple perfectamente con lo que se pretendía: docilidad y control.

Pero, ¿de dónde salió todo esto?