Los tribunos de la plebe debían proteger a los ciudadanos y procurar que ninguno fuese avasallado en sus derechos. Carecían de poder para obrar, pero si lo tenían para impedir. Para ello tenían el derecho de veto (prohíbo), que ejercían ya sea cuando se proponía una ley contraria a los intereses del pueblo; cuando un ciudadano era detenido, con lo que quedaba libre hasta el día de la sentencia; o cuando los cónsules convocaban al ejército para emprender una expedición.

Para complementar la tarea de los tribunos, se creó un cuerpo de ediles, elegidos también entre los plebeyos, los que se ocupaban de la administración de la ciudad, mediante la vigilancia de la limpieza, el control de los precios, el buen uso de las pesas y medidas; y además ejercían una función de policía para velar por la seguridad de los habitantes.

Ya es curioso que está figura sea reivindicada 25 siglos después por muchos. Por unos cientos de miles de ciudadanos que aún creen que la historia nos enseña mucho. Frente a la oligarquía se creó “el tribuno de la plebe”, una especie de defensor del pueblo, pero no nombrado por el senado, sino por el pueblo. Bueno, parece que de una u otra forma queremos recuperar algo parecido en esta especie de regeneración democrática actual. Lo mismo “podemos” hacerla posible, o quizás sea solo una ilusión pasajera. Ya “Veremos” si podemos o no, pero intentarlo no está nada mal….