La copa de vino
Cerramos la puerta tras nosotras: estamos en casa. Quedaron afuera las pequeñas batallas del trabajo: entretejidos de miradas, tonos de voz, desaires, desajustes, destellos y triunfos nimios, tan nimios que no vale la pena brindar por ellos. No brindaremos pero nos serviremos una copa de vino. La copa tiene voz propia. Pide una pincelada de borgoña. El vino cae en ella como nosotras deseamos caer, sueltas y decididas, en los brazos de alguien. Derramadas, abandonadas, desarmadas. La miramos antes de acercarla a la boca. Esa visiòn ya es parte del disfrute. Esta es la copa de vino que comparto conmigo, nos decimos en esa ceremonia que nos contiene como la copa al vino. Y bebemos despacio, buscando en ese sorbo la pizca del deleite que el dìa nos ha retaceado. Nada demasiado grave ni agudo habrà de sucedernos. Simplemente queremos descansar, sentir en la humedad de los huesos un poco de calor, aflojar nuestros nudos, los antiguos y los presentidos. Queremos que el cuerpo se nos aligere y que la mente se aplaque. Tal vez tambièn queremos recordar. Algo bueno. Algo bello. Bebemos nuestra copa de vino solas, calladas, descalzas, tiradas en el sofà, mientras afuera las luces de las otras casas se van encendiendo y apagando.
Sandra Russo
Sofi, espero que te guste. A mì me encantarìa escribir cosas asì: momentos triviales que pueden ser especiales. El poema de Nietz, de diez.
Besos
Última edición por Estrella_fugaz; 31-jul.-2014 a las 14:59
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Que no sea tu cuerpo la primera tumba de tu esqueleto.