A sus cerca de 60 años el coronel Valdéz se sentía un hombre realizado. Había logrado reputación y honor en su carrera, además de galones y medallas. Quizás lo único que echaba de menos era el no haber tenido descendencia. Más ese logro estaba a punto de hacerse realidad, pues un buen día se presento en su casa un hombre de unos cuarenta y pico años que decía ser su hijo. Y además traía documentos sellados por su gobierno corroborando con pruebas de ADN tal versión. Solo había un problema, aquel hombre era coreano. Por lo visto de una relación mucho tiempo atrás en sus largos años de servicio lejos de su hogar.

En un principio pensó que venía a por su dinero, tanto tiempo amasado a lo largo de su vida, pues el coronel era muy austero en sus gastos, y en la labor militar poco se gasta. El alimento y el alojamiento lo tienes asegurado.
Pero no era esa la razón, pues su hijo ya era ingeniero cualificado en una empresa de aquel país oriental.

La noticia lejos de alegrarlo le sentó como un tiro en sus partes. Tenía un hijo, si. Pero no como lo había imaginado.

Se refugió en el cuartel para olvidar sus penas con una botella de alcohol, y se le soltó la lengua con un soldado al que de nada conocía:

- ¿Dónde está tu hijo ahora?- comentó el desconocido.
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- En mi casa se queda unos días porque quiere conocerme. El mando me obliga pues dice que sería inadmisible el no tratar con cortesía a un extranjero que ha probado ser hijo mío. Pero ya no parece mi casa. He tenido que salir a tomar el aire y estar entre los míos.
- Toda mi vida soñando en tener un hijo. Y no te equivoques. Me hubiera dado igual que fuera cojo, tuerto o retrasado mental. Lo hubiera aceptado.
- ¿Y que tengo?. ¡Un coreano de mediana edad!
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- Hay cosas buenas en tener un hijo crecido. No tienes que preocuparte de que estén fuera de casa o preocuparte de pagarle el seguro del coche.

- No es la edad, eso lo aguanto, lo que no aguanto es que…que…

- Que no es blanco.


- Si, blanco.

- Ya, son los otros…

- ¿Los otros?. Qué otros?


- Piensa en círculos concéntricos. El círculo interior somos nosotros mismos. Luego está la familia, luego la tribu y etc, etc… Y cuanto más te alejas del centro más extrañas son las cosas. Por eso en los círculos exteriores están para nosotros los “otros”.

- ¿De qué demonios hablas?

- Bueno. Por ejemplo en el sexo, los “otros” están bien. Probablemente te sentiste muy atraído por la madre de tu hijo en un momento dado, aunque no lo recuerdes. Pero traer a gente del exterior e integrarlos en el interior es ya más complicado.

- Eso es solo palabrerío, no me sirve de nada.

- Quizás te sirva esto. Piénsalo porque no es mío, sino algo que leí hace mucho: “ Los sentimientos no son instintivos, son culturales”.

-¿Cómo puede ser un consuelo?.

- Porque si asumes que es algo aprendido, tienes la solución de tu mano. Solo tienes que olvidarlo.