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Anécdotas muchas, pero les voy a narrar una que me resultó curiosa.
En una época de mi vida, fui vendedora de publicidad en guías comerciales e industriales de una empresa multinacional que tenía sucursales en varias ciudades de Argentina. Durante los meses de verano, época de impresión de las guías producidas durante el año de trabajo, nos enviaban al interior del país a visitar a los clientes de esas zonas
y a hacer clientes nuevos.

Un día como cualquier otro de trabajo me metí como aventurera que era en una zona lejana, perdida y sin calles... Silencio absoluto bajo un sol ardiente.

Comenzaron a aparecer en el paisaje algunas vacas y caballos y yo seguí caminando, dirigida tal vez por un sexto sentido que me indicaba que zona lejana era zona poco visitada por vendedores anteriores.
De pronto, escuché el ruido de maquinaria funcionando, cada vez más fuerte. Y ahí, en el medio del campo y sobre barro, encontré una fábrica gigante de muebles.
Al dueño se le iluminó la cara cuando le dije el nombre de la empresa que lo venía a visitar, y a la que yo representaba. Casi gritó que nos estaba esperando desde hacía mucho tiempo, y compró el aviso más grande de una página.