Se acerca la Navidad y no hay rincón en este mundo que no sienta ya la emoción de las fechas más entrañables y bonitas del calendario. Fechas alegres y tristes a la vez, fechas cargadas de recuerdos y de olores; de brillos que cautivaron nuestra niñez.
Bolas que colgadas de un arbolito de Navidad, nos regalaban infinitos destellos cómo mágicos arco iris. Pastorcillos que pasaban frío frente al Portal contemplando al Niño Dios mientras que nosotros cantábamos villancicos.
Éramos niños, y en nuestras inmaculadas mentes, todo cobraba vida. Una vida desbordante y embriagadora que algunos con el tiempo nos empeñamos en destruir. Momentos llenos de risas y llantos en igual medida. Lágrimas que valían menos que una carcajada y sonrisas que daban para olvidar todas las lágrimas antes derramadas.
Ni los corazones más oscuros podrán seguir siendo estos días templos del odio. Hasta el más malvado de los hombres conservará un recuerdo de alguna Navidad allá por su niñez, que le arranque una sonrisa y… por qué no, una lágrima de emoción al recordar lo que alguna vez... sí que pudo albergar su corazón.