Hace algunos ayeres, recuerdo que cada jueves tenía cita para ir corriendo al catecismo. Tenìa una catequista mas bien feìta. Asì que aparte de la presión por las tareas escolares y los quehaceres de la casa, tenia que ir a echar letanía. No es que yo piense que efectivamente, exista un “coco-wash”, y que de ahì parta todo intento por conocer la naturaleza y hechura “divina”del ser humano. Pero bueno, eso es para otra plàtica. Lo cierto es que hice mi primera comunión, en medio de la incomodidad que me provocaba tener roto mi cirio. Me molestaba repetir una y otra vez, mentalmente, el acto de contricciòn. Era la “màs difícil”. Pero de cualquier forma, hice mi primera comunión.


Hay dos cosas que se me quedaròn. Una letanía. Aquella que decía: -Podemos ver a dios?
-No podemos ver a dios, porque dios en invisible. Dios està en todas partes.


La otra fueròn el par de gansitos con chocolate que nos dieròn al final. Asì que sentados afuera, en calle, dispusieròn unas sillitas y mesitas de Coca-Cola, y con singular alegría le entramos al chocolatoso festìn. Claro que no quiero platicarles, como quedaròn las prendas blanquisìmas de nuevas, que nos obligaròn a usar.


Con el tiempo concluí que la iglesia católica es la cosa màs absurda, entre las formas religiosas.


Llegas, haces reverencia al amigo Jesùs, colgado en una cruz. Que en realidad no es Jesùs, es un muñequito de yeso, y mal pintado. Se presenta el cura, y en seguida viene un ritual que consiste en campanitas, y ejercicios de “pàrese, hìquèse, siéntese”. Luego pasa alguien a leer algo del antiguo testamento. Y ya por último el padre se echa su sermón. Plagado siempre de interpretaciones mentirosas. El formato es el mismo. Soporìfero y aburrido. Ya por último, los parroquianos se comen la hostia, y nada màs. Porque los recursos de la poderosa iglesia católica, no alcanzan ni para un traguito de jugo. Siempre el puto cura es el único que alcanza vino.
Al final los católicos hacen como en el Show de Don Francisco. Se dan la mano, y la paz. Claro que al salir se andan mentando la madre, apenas salen del estacionamiento.


En la iglesia católica, no veneran caricaturas. Nò. Veneran figuritas. Muñequitos de colores. Algunos con ropas humildes, y escoba en mano. Otros màs ostentosos, llevan vestimentas doradas, con picos extaños que salen del contorno de su cuerpo. Otros traen una antorcha en la cabeza, que para mi gusto funciona como analogía del atraso intelectual y espiritual del catolicismo.


Pues bueno, con todo y las proezas, y la divinidad creadora de su dios, su omnipotencia y omnipresencia, la iglesia tiene a bien que sus fieles, pletóricos de la fe en dios, se alleguen de fetiches. Tales como santitos, virgencitas multicolores, beatos vende-niños, como Juan Pablo II, y demás variedad; todo para que se interceda por ellos, ante el despiadado dios, que no les cumple sus necesidades. Por lo tanto, como un vil burócrata, dios despacha solamente los asuntos màs importantes. Para cualquier otro tràmite, necesita de la interdicciòn y sùplica de los santitos. Es asì como muchas capillas, fundan la fe en productos oyentes y piadosos, que se encargan de abogar por el rezante ante la máxima presencia divina. La lògica terrenal de las vírgenes, no tiene comparación. -Si “oh Marìa” es la madre de dios, luego, el muy disimulado tiene que escuchar a su madre. Es asì como dios, el todopoderoso, tiene a su servicio a un ejèrcito de àngeles, para que en la tierra defiendan a los hombres de las tentaciones del demonio. Con lo que literalmente, al albedrìo, de cuyo dios, ha sido dotado el hombre, se lo cargò el demonio.


Limosnas y diezmo. A los católicos todo les cuesta. A los nuevos hay que bautizarlos. A los prepùberes hay que hacerles su primera comunión. Luego confirmarlos. Hay que casarse, para no vivir en pecado. Y si se te ocurre morirte, también los dolientes deberán pagar para que hagan misa en honor del fiambre. Y después de muerto, dios, mediando sus mercenarios de la fe, cualquier recuerdo tuyo dicho por el cura en nombe de dios, será oneroso.


El diezmo representa afanarse al interès tributario en el que se sostenía la riqueza de la iglesia antiguamente. Yo casi apuesto a que muchos burgueses, actualmente, dan màs dinero a las iglesias que lo que pagan en impuestos. Y la iglesia, “amorosamente regala” baraterìas a los pobres. Que no son otra cosa, sino los dineros obtenidos de la fuerza laboral, y de la que los grandes empresarios, obtienen sus ganancias, mediante la explotación. La Iglesia siempre ha tenido una complicidad con los poderosos. Polìticos y grandes capitales. Narcotraficantes y bandidos. En eso està asentada la majestuosidad de sus templos, que silentes camuflan la mentira y el engaño, entre oros, cantera rosa y figurines , cuya respresentaciòn bondadosa, està secuestrada por unos embaucadores que se encargan de administrar la fe, en un dios que està distante y ajeno a cualquier sùplica real, y que contiene el sufrimiento de millones de muchas buena personas, engañadas por una tradición depravada y “herética”.


Por eso me cuesta trabajo entender a católicos reclacitrantes. No ven màs allà de sus narices, y tienen el atrevimiento de denostar a los muñequitos de la tele. Yo también me parto de la risa, cuando los imagino de hinojos, con sus manitas entrelazadas, “orando” con los pàrpados apretados, ante un monito colorido. Ante un pedazo de madera, con un muñeco sodomizado. Son la perfecta representación de la decadencia humana. Si al menos fueran honestos. Pero nò.


Al menos Los Simpson nos comparten lo absurdo de las conductas y conciencias humanas. Absurdo, dije. Pero estos necios, cuando entenderán que al amor al prójimo no se le excluye cuando ellos decidan. Su fe es de papel, y sus oraciones, repletas de oquedad. Al final de cada dìa, lo único que queda es un perfecto hipócrita.

Hasta aquí. Luego seguimos.