La ciudad de Cartago, cuyo nombre en fenicio o púnico era Qart Hadast o Ciudad Nueva, hasta la decadencia final de Tiro, había evolucionado en un puerto comercial muy bien logrado, que a la par poseía uno de tipo militar, pues dado la experiencia en otros asentamientos, los fenicios creyeron que el mejor modo de mantener sus rutas comerciales intactas, era con una flota poderosa, estimada, por lo menos en más de 200 buques, sólo contando los de guerra, los cuales tenían la función de patrullar y defender los intereses de la urbe en tiempos de paz y de conflicto. Hemos mencionado entonces que existían dos puertos. El de tipo comercial no tenía nada de nuevo y era por lo general rectangular, donde llegaban naves nacionales y extranjeras trayendo o intercambiando exóticos productos de varias partes de Asia, Europa o África, siendo el estaño, el trigo, el marfil y el oro los recursos preferidos para las transacciones. Además los cartagineses fueron unos grandes traficantes de esclavos lo cual les daba pingües ingresos si debemos reconocer sus tratos con los países más reconocidos de la época como Grecia, Persia y Egipto. Además hay que agregar que los fenicios de Cartago también tenían sus propios productos que exportar, como el vidrio, textilería, alfarería, etc. Pero si el puerto civil comercial era bello, aún más lo era el militar. Es muy conocido por su forma redonda. Era fruto de una obra de ingeniería impecable, en la cual se había creado un canal dentro de tierra firme, que conducía a un islote rodeado de un lago en forma de círculo. Allí se estacionaban los barcos de guerra, donde se almacenaban, se reparaban o se alistaban para el combate. Con el pasar de los años, su potencial marítimo les permitió extenderse en varios puntos de Sicilia, Cerdeña y España. En el mismo continente africano, expandieron sus dominios a varios km a la redonda tierra adentro y al nivel costero, estableciendo su poder sobre los de Numidia principalmente, Mauritania y otras tribus aledañas. Al igual que los fenicios de Medio Oriente, los cartagineses no eran muy piadosos que digamos para con los prisioneros de los pueblos sometidos, y por lo general eran vendidos como esclavos, lo cual les hizo ganarse gran cantidad de enemigos. De todas maneras, a pesar de ello, y si bien Cartago fue la ciudad que más territorio ocupó de todas las de Fenicia, sus dominios no eran ingentes, ni comparables al de un imperio.
El modo de gobierno dentro de ellas se inició con una monarquía basada en una élite oligárquica clasista, que dominó la política de la ciudad y sus colonias durante varios siglos. El sufete era el máximo gobernante de cada una de las ciudades estado, seguido del Senado y finalmente el Ejército. De todas maneras entre los historiadores no hay consenso de quién ostentaba el poder realmente durante los siglos VI a IV a.n.e. Sea como sea, los cartagineses, como sus antepasados fenicios de Medio Oriente, no vivieron en paz durante estas épocas, pues se enfrentaron con los griegos por diversas rutas marítimas y territorios en las costas mediterráneas. Tal parece que tras la Batalla de Himera, en la cual los cartagineses son derrotados por los helenos, el Senado pasó a ocupar gran parte del poder del Estado, dejando de lado la oligarquía. Así entonces Cartago pasó a ser una república aristocrática.
El puesto de sufete (ahora dispuesto en dos personajes) y el Senado continuaron existiendo, pero esta vez la Asamblea de ciudadanos, un órgano compuesto por más de cien personas, fue el encargado de elegir a cada funcionario público. Sin embargo en esta parte de la historia de la ciudad, el poder reposaba en el Senado, compuesto por personalidades aristocráticas. La política en general de Cartago siempre estuvo dominada por las familias más acaudaladas, y serían las que dirigirían a la ciudad a su lucha contra Roma.

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