El ave del Fénix, con su plumaje rojo anaranjado, era símbolo de la inmortalidad, y se le conoció bajo diferentes nombres en varias culturas antiguas desde el tiempo de los egipcios.
Los egipcios le dieron el nombre Fénix, mientras que los griegos la nombraron Phoenicoperus.

Según la leyenda griega, el ave fénix tenía sus alas perfumadas de deliciosos olores, y sus lagrimas tenían poder curativo. Una vez cada 500 años se dirigía hacia el altar del sacerdote Heliópolis, donde hacia su nido y ponía un solo huevo, pero al tercer día mientras empollaba el huevo, el ave se tornaba en llamas espontáneamente y se quemaba quedando en cenizas, mientras el huevo permanecía intacto, para luego descascarar entre las cenizas y dar vida al nuevo al Fénix que remontaba vuelo gloriosa.