de la "carne de tele"...

[Jaume de Ponts i Mateu]

«A mí plin: yo soy Ordóñez Dominguín...» {la divina, dixit (en realidad, damas y caballeros, su nombre era Carmen-Cayetana Ordóñez y González-Lucas -hija primogénita del maestro Antonio Ordóñez Araujo y doña Carmen González Lucas, Carmina Dominguín, hija a su vez del maestro Domingo González Mateos, Dominguín-)}

Eso, ¡y; como mucho muchísimo, además!, es lo que le habrían sacado cuando la anegaran a alcachofas si, en lugar de ser a esa tipa -ergo, la mujerzuela que vive de contar sus miserias en la tele gratuita (y, de dejar que los demás las repitan) desde que le parió una hija a un torero de poca escuela, mucho valor y cantidad de fama que responde al apodo de "Jesulín de Ubrique"- a la que se crucificara en la pista televisiva y más, fuese ¡a ella..!; ¡a la divina!

Sí: TODO se hace en la tele gratuita por la audiencia; CUALQUIER cosa, sin duda. Y, ep!, hace, exactamente, una semana el buque estrella de la telebasura, en analogía.., chocaba con un iceberg: 2.594.000 espectadores tuvo la competencia y no más 1.870.000 siguieron el Sálvame. La cúpula, como el capitán del Titanic la noche fatal, ya ha sido informada y, ¡tiene muchísima experiencia!, sabe lo que hay.

Por ejemplo: que, no hay botes para todos.

«Me explotó una vena del estrés, creía que ma daba un ictus...» {esa tipa, dixit}

Parbleu!; estoy convencido que ni el más, ultra villano, vil de los pasajeros de tercera clase del Titanic, cuando el destino -a través del orden social del siglo, claro está- le cantaba las cuarenta versus su lugar en el mundo -y, concretamente, en los naufragios de trasatlánticos de lujo-, soltó tanto gesto, tanta mueca y tanto ojos en blanco, tanto encelado insulto y tanta desatada expresión malsonante como esa tipa ante los síntomas del tan acelerado como inevitable escoramiento.

La clase de los pasajeros de tercera del Titanic, please!, deviene palmario estaba a años-luz por encima de ¡lo de esa tipa! Seguro: los pasajeros de tercera clase del Titanic hubiesen hecho un pasillo para que la divina ocupase el último lugar disponible en los botes salvavidas. NO me cabe la menor duda.

¿Ésa? ¡Por favor!; ésa estaría aullando como una loca que el billete lo tiene pagado (y, en modo alguno le haría aullar menos que quien se lo había pagado hubiese decidido esperar dignamente el inminente momento de rendir cuentas ante el Altísimo tomando un selecto brandy en el ya ladeado salon), tratando de que no le cayeran las maletas, apartando a codazos con gritos de "¡que soy yo!" a los más débiles o menos caraduras que ella... ¿De su hija? ¡De su hja en un momento así ni se acordaría, evidentemente! Como, SURE, no es por ella por lo que- según dice...- casi le da ¡un "ictus"!

"De Mª Belén Esteban Menéndez no queremos ni hablar, ese icono de la España más cutre y zafia, encumbrada a la fama por una cama y una cornamenta, y que se embolsa más euros por vociferar sandeces en los platós que el más currante por partirse el lomo de sol a sol..." {Raúl Tristán, dixit -cfr. pág. 267 de s/. "Bajo el Fuego Cruzado (artículos sociopolíticos)" (Villa y Corte, Lulú.Inc., 2008)-}

No, pues; no hablemos de ésa a quien un torero, harto de aguantarla, echó a patadas de su casa (donde pretendía eternizarse cual lapa)... Hablemos pelín más de la divina; ya saben..; la que, aburrida de su torero, le dejó para vivir su vida a pesar de que el bravísimo maestro jamás se hartó de rogarle hasta de rodillas que no le dejase.

Dicen que fué en Marbella... Visualicen, visualicen, visualicen..; una agencia de carnaza para la chusma le ha pagado lo que no está escrito por un reportajito... La divina, DESLUMBRANTE, les recibe en la piscina...

-"¿Y, con 'Paquirri' qué? Cuenta, cuenta, cuenta..."

Ella mira al de la alcachofa así como sorprendida pero tan espontánea y auténtica como CLARÍSIMA sin, por ello, dejar, entre melenazo y melenazo -"divinamente"-, de posar tope charmante para quien no para de hacer fotografías y a quien, divertida, de vez en cuando guiña el ojo -"desahógate"-...

Como quien no quiere la cosa, damas y caballeros, mira el gramófono y hace un gesto coqueto mientras con el dedito hace no, no, no...

Al paparazzo así como que se le hinchan los mismísimos...

-"Oye..; vamos a dejarnos de hostias, ¿vale? Te hemos pagado un pastón. Tienes que contarnos cosas..."

¡"Tienes", dice el, con eso se veía diáfano.., AÚN insuficientemente puesto paparazzo!

La divina le mira como se mira a un negrito de la jungla haciendo monerías pero de quien no se entiende ná de ná de lo que dice...

¡No!; no deja de posar. Está comodísima con quien hace las fotografías, bien sûr.

-"¿Te gusta la pamela?"

¡Suerte tiene el paparazzo que viene uno que es más que él! Ras i curt: el -ése sí- notoriamemnte puestísimo recién llegado se pone a comentar con la divina lo mega-maja que es la piscina y la luz del super-magnífico día... Ella, encantada, también le pregunta si le gusta la pamela...

¡Claro que preguntó el paparazzo -pelín novato, sí- en la redacción QUÉ iban a poner de texto si, al fin y al cabo, no había habido entrevista!; pero, RIÉNDOSE a mandíbula batiente de su paleta ignorancia le informaron que, ¡por favor!, cualquier cosa valía (dirían que se iba a ir de vacaciones pronto, por ejemplo..; ¡y, que estaba pensando dónde!; así tenían pie para otro ulterior reportaje, vraiment). Lo que se quería era verla a ella; cómo lucía, qué ropa llevaba, cómo iba maquillada... Ella, punto pelota.

¡NO necesitaba contar su vida privada como si fuera una de pueblo buscando la lagrimita y/o la sonrisita en la plaza!

-"¡Que; es una Ordóñez Dominguín, chaval!, ¡que; no te enteras, pringao!"

Dicen que la chusma no le perdonó que, al final de su vida, se allanara a, en fin.., consentir que a alguien le pudiera parecer que, en lugar de ser quien era, era alguien casi chusma...

Quienes lo dicen deben saber mucho de la chusma para decir tal...

Yo, lo confieso.., IGNORO todo de la chusma (salvo, claro está, su existencia y cuánto apesta {"odi profanum vulgus, et arceo..."; maestro Quintus Horatius Flaccus, dixit -Carmina; 3, 1, 1-}).

Siempre, en cualquier caso, a su disposición, damas y caballeros.

Jaume de Ponts i Mateu