Dicen los que SÍ saben, mes amis/es, que, allá en el alfa de la Historia, detrás de las inexpugnables abracadabrantes cordilleras, en medio del campo, entre el polvo del camino, el venerado y sabio -dicho a la occidental...- "Maruthâh", santón a quien todos/as sin excepción tenían por un hombre que hasta conversaba habitualmente con el Cielo, ¡oh!, hablaba a multitudes que, cette éclosion!, bebían de su boca con MÁS ansia de la que buscaban, incluso, saciar su propia sed y su propia hambre. El venerado y sabio "Maruthâh", damas y caballeros, no hablaba nunca de este mundo..; pero, cuando acariaciaba a los/as niños/as o miraba face to face a los/as que padecían injusticia o necesidad, sus colosales arrugas se contraían con dolor FÍSICO, sus manos tenían auténtico CALOR y sus palabras, ¡no hablaban de salvar el alma!, sino de cómo lograr comer y punto.

¡Oh, sí!

Las multitudes esperaban como agua de mayo que el venerado y sabio "Maruthâh", en sus inacabables periplos, se acercase a su pueblo, perdido allá en medio del campo, entre el polvo del camino..; y, oteaban el horizonte vacío TODOS los días, lamiéndose su enorme ESPERANZA...

Y..; ¿saben?; además de pueblos y pueblos en medio del campo, et voilà!, también había, damas y caballeros, una populosa y cosmopolita capital y un enorme y lujosísimo palacio de ensueño con, en su augusta cúspide, un respetadísimo rey en aquel país cuyo nombre, ai làs!, ahora ya no recuerdo..; un rey joven y apuesto (del que, ¡oh!, tampoco recuerdo el nombre) que se tenía por un monarca honrado y justo y que, como todo su pueblo en masse, sentía verdadero RESPETO por el venerado y sabio "Maruthâh".

Auténtico RESPETO, insisto.

Pero, esas cosas que pasan.., una noche, una cualquiera, "Lilîväti", la más hermosa de las mujeres de su harén, se acercó al regio trono con un sacerdote joven y ambicioso, de profundos y convulsos ojos de pez, labios demasiado finos y demasiado maquillados e impóluta túnica azafrán cuajada de diamantes cegadores. El bello favorito del soberano, demasiado sensible, retrocedió imperceptible pero instintivamente ASQUEADO cuando, golpeando una y otra vez su nariz en el dorado suelo, la boca de quien decía ser un mísero siervo de las alturas celestiales sin apego a este caduco valle de lágrimas empezó a verter su ácido...

-"¡Oh, rey!, ¿sabes acaso que el venerado y sabio "Maruthâh" NUNCA va al gran Templo de Oro?"

-"..."

-"¡Cuán enorme es la multitud de tus súbditos/as que oye las hermosas palabras del venerado y sabio "Maruthâh"!; cierto es como verdad es tu justicia que, como el venerado y sabio "Maruthâh" NUNCA se acerca al gran Templo de Oro, vacío está el recipiente de la miel sagrada y tus sacerdotes NO tienen fieles a los que hablar de cómo las alturas célicas te han puesto al frente de sus existencias y del agradecimiento eterno e infinita fidelidad sin matices que por ello al Cielo y a tí, ¡oh, rey!, deben..."


-"..."

NO habló más aquel día el sacerdote... Un gesto de "Lilîväti", la de la mirada de fuego, y desapareció con él; pero, volvió más días. Y, también vinieron otros con "Lilîväti", con los mismos profundos y convulsos ojos de pez, con los mismos labios demasiado finos y demasiado maquillados, con las mismas impólutas túnicas azafrán cuajadas de diamantes cegadores y -observaba inquieto y hasta nerviosillo el doncel de ojos deliciosamente rasgados que hacía las delicias del soberano- no diciendo exactamente las mismas palabras pero diciendo siempre, siempre, siempre lo MISMO...

¡Oh, bien sûr!; lograron, sí, que el rey, un día, saliera de su inabordable majestad..; y, golosos y triunfantes, sin dejar de golpear una y otra vez con sus narices el dorado suelo, vieron que, en la cósmica imperturbabilidad de su faz, ¡cómo lloraba de pasmo el favorito real!, se podía adivinar un ínfimo temblor en la comisura de sus regios labios y así como la sombra casi invisible de una minúscula arruga palpitante encima del final de la soberana ceja derecha...

Y...

Tras unos instantes en que la corte entera quedó, sordo inacabable espasmo.., absolutamente en vilo, PARALIZADA, el terremoto de todos/as y cada uno/a de los/as cortesanos/as despeñándose a una para dejar sus caras pegadas al dorado suelo señaló el totalmente insólito, infinitamente extraordinario acontecimiento: Su Majestad se había levantado del trono. "Lilîväti", la de la imperturbable vertiginosa hermosura, SONRIÓ.

Poco después, jinete experto y elegante sobre su blanquísimo semental, el soberano, al frente de TODA su corte, se adentraba en el mundo a buscar, en medio del campo, entre el polvo del camino, al venerado y sabio "Maruthâh"...

Las ciudades ofrecieron fiestas espléndidas a su paso, sí..; pero, el rey NO se paró y tuvieron que continuar, incansables, los ejércitos de pajes corriendo delante suyo para forrar los villanos senderos, ¡indignos de ser pisados, no por los sagrados regios pies, sino siquiera por las pezuñas de su blanquísimo semental!, de capas y capas de pétalos de rosas recién cortadas... El rey NO bajó de su caballo hasta que allí delante, en medio del campo, entre el polvo del camino, vió una multitud TAN grande que intuyó que, aunque no lo viera, allí estaba el venerado y sabio "Maruthâh".

NO se equivocó.

Quince vírgenes de la sangre más preclara de su corte extendieron la infinita alfombra ribeteada de rubíes multicolores; y, el monarca, flanqueado de un mar de genuflexiones y el emocionado llanto de quienes, ¡TAN y TAN pequeños!, ven ante sí ni más ni menos que lo MÁS alto, avanzó al son de las augustas trompetas y seguido de TODA su corte en rigurosísimo traje de ceremonia.

El venerado y sabio "Maruthâh" era un hombre bajo y enfermo, muy viejo ya, que se movía con mucha dificultad..; pero, se postró comme il faut ante la soberana majestad de su rey. Y, así continuó; sin atender a ninguna indicación de que se incorporase y dejase de castigar su anciana y débil espalda tan y tan atrozmente. El rey sintió en su regio corazón que aquel súbdito merecía TODO el respeto y la veneración que su país, el mundo entero, él incluido, le profesaba desde siempre...

Pero entonces, al fijarse en su amadísima "Lilîväti".., recordó el soberano qué inquietud le había hecho, de forma TAN insólita y absolutamente extraordinaria, mover su augusta majestad de su trono...

Y, sigo en la próxima nota (el sistema, al parecer, impide alargar más este post).

Siempre, en cualquier caso, a su disposición, damas y caballeros.

Jaume de Ponts i Mateu