Oiga Doctor…
Usted aseguro que si continuaba con la terapia los caminos por ahora
inexplorados se abrirían a mis pasos, que dormiría como la gente que se
considera normal, que la redención tocaría las puertas y la felicitad se
desbordaría por las ventanas, garantizo una integración total, le confieso que
nunca le creí, seguía divagando en su cabello, esos profundos ojos y esas
manos que siempre me tomaron por sorpresa, ahora que llevo una temporada
sin aparecerme en ese teatro solo para locos, ya no visito ese bar donde el
demonio sigue esperando por mí, escucho música que no me conduce a la
prisión tan conocida, ya no escribo sobre lo que percibo en los otros y cuando
aquellos se acercan lo suficiente finjo no verles.
Ya no me vomito al escucharles, cuento un par de veces y luego puedo verles
casi con misericordia, deje el alcohol que corría por sus gargantas, las pastas
a la carta y los viejos vicios, me siento a la mesa como cualquiera sin divagar
en los monstruos que se asoman por debajo de la cama, regale todos los
compases que encontré, los ensayos que no termine y los mapas por los
cuales me comprometí a combatir.
Me aferro de manera ciega a horarios, los repaso todo el tiempo para
cumplirlos al pie de la letra, mande a tapiar el cuarto donde jugaba ruleta rusa
con la otra, le di unas vacaciones a mi bisturí, jubile los recuerdos, estoy
esperando mueran de aburrimiento para darles “cristiana sepultura”, cumplo
todos los rituales y promesas, soy alguien de palabra.
¿Qué cómo me siento?
Me siento como una marioneta sin hilos, como la muñeca de la canción de mi
hija, como la mujer rota de la Simone, como el Hugo de con las manos sucias
del Sartre; no me la creo, percibo que un buen día de estos me voy a
desvanecer, lucho con férrea determinación a no asomarme al abismo tan
conocido, aunque se dé cierto que todo sigue en el mismo lugar que lo deje,
inclusive esas pesadillas.
Entonces me pregunto si es necesario seguirle pagando, llamando,
conversando, observando. Quiero una pausa, un largo silencio, perderme unas
semanas en esa nueva letra que estoy terminando, podría intentar regresar a
las compras compulsivas ó la degustación de todos los extraños placeres, esta
lista la nueva autopista y quiero recorrerla como en esas noches, deme una
tregua, en este preciso momento como sucede habitualmente en este lugar el
cantinero me recomienda irme a mi casa a descansar, con pena ajena se
guarda los billetes que dejo sobre la barra y observa con estudiada
indiferencia como abro las puertas encontradas y me encamino hacia un lugar
incierto.
Mªndrªg°rª