No me digas que no…

Aunque lo niegues sé que estuviste ahí, cuando todo se vino abajo, en el
momento justo en que las paredes amenazaron con aplastarte cual
cucaracha, lo supe cuando estire mis brazos y mis dedos chocaron contra la
baba de tus fauces.

Sentí el peso de tu mirada, haciendo llagas en mi torso, justo en el pezón
izquierdo, arriba de la mancillada aureola, donde la carne suele ser más
sensible, supe de antemano que tu serías el castigo para mis pecados, el
purgatorio de mi alma, el látigo azotando mi espalda, el vino amargo del
fracaso, la fruta prohibida de eso que llaman edén
.

Percibiste la desesperación suicida de mis entrañas, saboreaste la sangre que
emano mes con mes, escuchaste con satisfacción los lamentos que noche
tras noche, escupí al viento. Bebiste sediento todas y cada una de las
lagrimas dolorosas que mis ojos derramaron. Tan macabro tan tú, verdugo en
una plaza desierta.

Y cuando te enteraste que estaba perdida, sin aliento, huraña; esperaste
el momento de volverme a pescar, la carnada siempre será atrayente, aunque el
enganche sea más doloroso cada vez. Con crueldad nata me entretienes
unos segundos lejos del mar de mi inconsistencia luego me regresas con una
nueva cicatriz.

He partido lejos de ti miles de veces, las mismas que sabes regresaré, como
un astuto mercader sabes cobrar mis escapadas a un alto precio, los pagos
me han dejado en la ruina emocional. Ante esta condenada adicción sigo
tratando de desintoxicarme, he visitado a mas terapeutas que corzas.

Así No me digas que no, no te atrevas a negar la manera como
te incrustaste en mi piel, contaminaste mi sangre, segaste mis ojos, amputaste mis manos,
inutilizaste mis piernas y sometiste los sentido a tu total servicio, mas no te
equivoques solemos sacrificar aquello que nos esclaviza, tarde o temprano he
de alcanzarte.