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Tema: No se duerma en el metro!!!

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  1. #1
    Fecha de Ingreso
    28-diciembre-2010
    Ubicación
    Estado de México
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    976

    Predeterminado

    Quiero compartir esta cuento cubano, que cuando lo lei me puso a pensar en aquellas personas de edad avanzada... pero que parece que tienen una energia inagotable y siempre andan corriendo de un lado para otro.
    Espero que les guste.

    -Santos y buenos días -dijo la muerte, y ninguno de los presentes la pudo reconocer. ¡Claro!, venía la parca con su trenza retorcida bajo el sombrero y su mano amarilla al bolsillo.
    -Si no molesto -dijo-, quisiera saber dónde vive la señora Francisca.
    -Pues mire -le respondieron, y asomándose a la puerta, señaló un hombre con su dedo rudo de labrador:
    -Allá por las cañas bravas que bate el viento, ¿ve? Hay un camino que sube la colina. Arriba hallará la casa.
    «Cumplida está» -pensó la muerte y dando las gracias echó a andar por el camino aquella mañana que, precisamente, había pocas nubes en el cielo y todo el azul resplandecía de luz.
    Andando pues, miró la muerte la hora y vio que eran las siete de la mañana. Para la una y cuarto, pasado el meridiano, estaba en su lista cumplida ya la señora Francisca.
    «Menos mal, poco trabajo; un solo caso», se dijo satisfecha de no fatigarse la muerte y siguió su paso, metiéndose ahora por el camino apretado de romerillo y rocío.
    Efectivamente, era el mes de mayo y con los aguaceros caídos no hubo semilla silvestre ni brote que se quedara bajo tierra sin salir al sol. Los retoños de las ceibas eran pura caoba transparente. El tronco del guayaba soltaba, a espacios, la corteza, dejando ver la carne limpia de la madera. Los cañaverales no tenían una sola hoja amarilla. Verde era todo, desde el suelo al aire y un olor a vida subiendo de las flores.
    Natural que la muerte se tapara la nariz. Lógico también que ni siquiera mirara tanta rama llena de nido, ni tanta abeja con su flor. Pero, ¿qué hacerse?; estaba la muerte de paso por aquí, sin ser su reino.
    Así, pues, echó y echó la muerte por los caminos hasta llegar a casa de Francisca:
    -Por favor, con Panchita -dijo adulona la muerte.
    -Abuela salió temprano -contestó una nieta de oro, un poco temerosa aunque la parca seguía con su trenza bajo el sombrero y la mano en el bolsillo.
    -¿Y a qué hora regresa? -preguntó.
    -¡Quién lo sabe! -dijo la madre de la niña? . Depende de los quehaceres. Por el campo anda, trabajando.
    Y la muerte se mordió el labio. No era para menos seguir dando rueda por tanto mundo bonito y ajeno.
    -Hace mucho sol. ¿Puedo esperarla aquí?
    -Aquí quien viene tiene su casa. Pero puede que ella no regrese hasta el anochecer o la noche misma.
    «¡Contra!», pensó la muerte, «se me irá el tren de las cinco. No; mejor voy a buscarla». Y levantando su voz, dijo la muerte:
    -¿Dónde, al fijo, pudiera encontrarla ahora?
    -De madrugada salió a ordeñar. Seguramente estará en el maíz, sembrando.
    -¿Y dónde está el maizal? -preguntó la muerte.
    -Siga la cerca y luego verá el campo arado detrás.
    -Gracias -dijo seca la muerte y echó a andar de nuevo.
    Pero miró todo el extenso campo arado y no había un alma en él. Sólo garzas. Soltóse la trenza la muerte y rabió:
    «¡Vieja andariega, dónde te habrás metido!» Escupió y continuó su sendero sin tino.
    Una hora después de tener la trenza ardida bajo el sombrero y la nariz repugnada de tanto olor a hierba nueva, la muerte se topó con un caminante:
    -Señor, ¿pudiera usted decirme dónde está Francisca por estos campos?
    -Tiene suerte -dijo el caminante-, media hora lleva en casa de los Noriegas. Está el niño enfermo y ella fue a sobarle el vientre.
    -Gracias -dijo la muerte como un disparo, y apretó el paso.
    Duro y fatigoso era el camino. Además ahora tenía que hacerlo sobre un nuevo terreno arado, sin trillo, y ya se sabe cómo es de incómodo sentar el pie sobre el suelo irregular y tan esponjoso de frescura, que se pierde la mitad del esfuerzo. Así por tanto, llegó la muerte hecha una lástima a casa de los Noriegas:
    -Con Francisca, a ver si me hace el favor.
    -Y se marchó.
    -¡Pero, cómo! ¿Así, tan de pronto?
    -¿Por qué tan de pronto? -le respondieron- . Sólo vino a ayudarnos con el niño y ya lo hizo. ¿A qué viene extrañarse?
    -Bueno..., verá -dijo la muerte turbada- , es que siempre una hace su sobremesa en todo, digo yo.
    -Entonces usted no conoce a Francisca.
    -Tengo sus señas -dijo burocrática la Impía.
    -A ver; dígalas -esperó la madre. Y la muerte dijo:
    -Pues..., con arrugas; desde luego ya son sesenta años...
    -¿Y qué más?
    -Verá..., el pelo blanco..., casi ningún diente propio..., la nariz, digamos...
    -¿Digamos qué?
    -Filosa.
    -¿Eso es todo?
    -Bueno..., por demás nombre y dos apellidos.
    -Pero usted no ha hablado de sus ojos.
    -Bien; nublados..., sí, nublados han de ser..., ahumados por los años.
    -No, no la conoce -dijo la mujer- . Todo lo dicho está bien, pero no los ojos. Tiene menos tiempo en la mirada. Ésa, quien usted busca, no es Francisca.
    Y salió la muerte otra vez al camino. Iba ahora indignada, sin preocuparse mucho por la mano y la trenza, que medio se le asomaba bajo el ala del sombrero.
    Anduvo y anduvo. En casa de los González le dijeron que estaba Francisca a un tiro de ojo de allí, cortando pangola para la vaca de los nietos. Mas, sólo vio la muerte la pangola recién cortada y nada de Francisca, ni siquiera la huella menuda de su paso.
    Entonces la muerte, quien ya tenía los pies hinchados dentro de los botines enlodados, y la camisa negra, más que sudada, sacó su reloj y consultó la hora:
    -¡Dios! ¡Las cuatro y media! ¡Imposible! ¡Se me va el tren!
    Y echó la muerte de regreso, maldiciendo.
    Mientras, a dos kilómetros de allí, escardaba de malas hierbas Francisca el jardincito de la escuela. Un viejo conocido pasó a caballo y, sonriéndole, le tiró a su manera el saludo cariñoso:
    -Francisca, ¿cuándo te vas a morir?
    Ella se incorporó asomando medio cuerpo sobre las rosas y le devolvió el saludo alegre:
    -Nunca -dijo- , siempre hay algo que hacer.
    Cuento de Ornelio Jorge Cardoso, contenido en su libro "Cuentos", 1975.
    "...El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional..."

    "Corrige a un sabio y se volvera mas sabio...
    corrige a un necio y se hara tu enemigo"

  2. #2
    Fecha de Ingreso
    20-enero-2010
    Ubicación
    valle del yaqui
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    554

    Predeterminado

    ay este cuento me gustaba mucho en la primaria...lo lei y lo leia muchisimas veces....
    es una necedad arrancarse los cabellos en momentos de afliccion,como si esta pudiera ser aliviada por la calvicie.... marco tulio ciceron..

  3. #3
    Fecha de Ingreso
    28-diciembre-2010
    Ubicación
    Estado de México
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    976

    Predeterminado

    Aqui les dejo otra historia del metro de la ciudad de México:

    Juan era un trabajador del centro de la ciudad de México, su trabajo comenzaba por las tardes y era encargado de la mercancía que llega a bodegas de diferentes cosas dentro del centro de la ciudad, su trabajo era ayudar pero sobre todo supervisar y contar que todo el material de diferentes tiendas llegara a salvo y completo a estas grandes bodegonas ubicadas justo en la calle de Colombia a unas cuantas cuadras del metro “zócalo” de la ciudad de México.
    Juan era el encargado de cerrar la bodega y a pesar que su horario de trabajo era muy corto de 5 de la tarde a 10 de la noche, su obligación era cerrar el día haciendo inventario de las muchas cajas de mercancías que llegaban a aquella bodega; sin embargo a pesar de su corto horario, él tenía que quedarse al último y despedir a los trabajadores para después revisar contenidos completos y así corroborar que todo venía en perfectas condiciones, tenía a su mano derecha Manuel un trabajador que se quedaba con él para hacer más fluida la labor.
    Una noche del mes de diciembre cuando era que tenían más trabajo por cuestiones navideñas, salieron más tarde de lo normal, aproximadamente a las 11 de la noche pero el transcurso al metro era un poco largo y difícil pues todo ya estaba cerrado.
    Llegaron al metro en donde fueron informados que aun quedaba el último tren de esa noche, Juan se dirigía a la estación Panteones en donde estaba su casa a unas dos cuadras, y Manuel se dirigía hacia Revolución unas estaciones antes de que bajara Juan, esa noche subieron al metro de milagro y usaron sus boletos para tratar de alcanzar el ultimo tren, corrieron al sonido de aquel transporte y lograron colarse de último minuto a los vagones centrales.
    Se dieron cuenta que el vagón en el que ellos se encontraban venía casi vacío, tan solo estaban un joven de unos 17 años que parecía que regresaba de la escuela por su mochila grande y pesada y una joven con su novio; Juan y Manuel se sentaron platicando de futbol y los resultados del fin de semana; sin embargo no sabían lo que les esperaba.
    El metro dio un fuerte enfrenón y las luces se apagaron automáticamente la penumbra cubrió el lugar inmediatamente pues el metro en este tramo es subterráneo; Juan no se alarmo y mucho menos Manuel, sin embargo comenzaron a hacerlo pasados unos 20 minutos cuando el tren estaba totalmente obscuro solo con la luz de los celulares de los jóvenes de aquel vagón y de su amigo Manuel.
    Pasaron diez minutos más y el grupo del vagón se junto en una sola zona y comenzaron a platicar, bajo la luz de sus celulares, la chica del grupo moría de miedo y es joven novio no sabía que hacer para consolarla, mientras que el joven de la mochila pesada le decía a su novio que la tranquilizara pues los estaba poniendo nerviosos a todos; Juan sacó la cabeza por la ventana de aquel tren y comenzó a gritar, pero nadie lo atendió, hasta que de pronto una cabeza salió del vagón de enfrente de ellos, preguntando ¿Cuántos se encontraban el en vagón? A lo que Juan grito que 5 y la persona respondió que en aquel carro tan solo eran 3 dos mujeres y el que gritaba, Juan volvió la cabeza hacia adentro y vio la hora de su reloj oprimiendo el botón correspondiente.
    De pronto un ruido hueco sonó sobre su carro, como si algo pesado cayera golpeando fuertemente el techo y se escucharon unos pasos, Juan saco de nueva cuenta la cabeza y vio como el vecino de frente a ellos también lo hacía en ese instante unas manos alargadas jalaron a aquel hombre hacia fuera del carro mientras gritaba aterrorizado, el jalón fue como si se tratara de una mano jalando un pedazo de papel, el grito sordo de las mujeres que venían con aquel hombre no se hizo esperar y dentro de su carro preguntaban que es lo que pasaba, Juan aterrorizado metió la cabeza al vagón y les grito que cerraran de inmediato todas las ventanas todos obedecieron y en segundos ya estaban cerradas y de nuevo todos juntos.
    De pronto vieron como algo saltaba a las vías de al lado, lo vieron de lejos pues temblaban de miedo, sin embargo las luces volvieron al tren y todos corrieron hacia la ventana y lograron ver como aquel ser de aspecto alargado y muy viejo los miraba de forma desafiante, era una mezcla entre hombre y estatua, pues tenía un aspecto de gárgola, y sus ropas eran muy pulcras llevaba un traje azul y una corbata roja, pero no era de todo humano, en su mano izquierda cargaba el cuerpo muerto de aquel hombre tomándolo de la cabeza únicamente con lo que parecía una garra, todos dieron un paso hacia atrás menos Juan al que la criatura se le quedo viendo fijamente y aquella cosa aventaba el cuerpo sin vida bajo el tren, en ese justo instante el tren siguió su marcha y llegaron a la siguiente estación donde todos bajaron; todos fueron a ver algún supervisor de estación pero ya no se encontraba así que todos salieron despavoridos del metro incluso Juan y Manuel, desde ese día Juan cambió su trabajo y procura no usar el metro, y de Manuel no supo nada más, en el periódico del día siguiente en una columna pequeña decía que el metro se había parado por un suicidio de un hombre el cual ellos sabían que no era cierto.
    Saludos y, ya lo saben: ¡¡NO SE DUERMAN EN EL METRO!!
    "...El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional..."

    "Corrige a un sabio y se volvera mas sabio...
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