Todo el que ha leído los Evangelios se ha percatado de la grandeza y sabiduría de ese enigmático maestro metafísico llamado Jesús.
¿Quien fue ese líder que con sólo un ejército de doce pacíficos seguidores hizo temblar el falible imperio del César?
Hay quienes opinan que Jesucristo en verdad no existió; otros alegan que fue un ser divino encarnado dizque por obra y gracia del Espíritu Santo; también se argumenta que era un extraterrestre que vino a enseñar a los hombres el camino seguro hacia la paz verdadera y el amor fraternal; otros aseguran que Jesús fue simplemente un hombre como cualquiera de nosotros, pero muy evolucionado espiritualmente (y no un dios) procreado en realidad por José y por María, y que fue en la India en donde se preparó para transmitir sus trascendentales enseñanzas.
Sin importar que lo consideremos como un mito, un dios, un revolucionario, o un Gran Iniciado, y demás cosas que se digan sobre su persona, debemos estar completamente de acuerdo en que… en toda la historia de la humanidad no ha existido una figura tan deslumbrante como lo es aún Jesús de Nazaret.
Incontables son las obras literarias que se han escrito acerca de él. Los actos y sermones que se han dado en su nombre, han sobrepasado en popularidad las realizadas sobre Napoleón, Washington, Carlomagno, Lincoln, o los Kennedy.
Pero, ¿Qué promulgaba Jesús para que fuese perseguido y acuciado de modo tan inclemente y tenaz? ¿Qué terrible delito cometió para que le hicieran cargar el madero hasta el Gólgota?
Nadie ignora que su doctrina proscribía el egoísmo, las injusticias, el amor a las riquezas materiales, el orgullo y demás plagas morales. Es lógico, entonces, que Jesús, al igual que Sócrates, se haya ganado tantos enemigos y detractores.
Sus principales adversarios fueron los escribas y los fariseos, quienes se afanaron por hacerle la vida imposible, tentándolo y vituperándolo.
La misión de Jesús no fue fácil. Después de tres años de peregrinar por todo su país en incesante actividad como maestro y taumaturgo, fue aprehendido y llevado ante las autoridades romanas.
Acusado de atacar las creencias vulgares y de corromper al pueblo con sus enseñanzas, termino siendo sacrificado por considerarlo una amenaza contra sus intereses políticos y religiosos.