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Tema: "una vida común"

  1. #1
    Fecha de Ingreso
    24-mayo-2009
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    259

    Predeterminado "una vida común"

    [LEFT][CENTER]una vida común
    Francisco Javier Tapia Téllez

    1.- INFANCIA

    Mi infancia fue como otra cualquiera de un niño pobre, Mi padre, un dentista de pueblo que aunque no le iba mal tenía muchos compromisos extras que le consumían sus exiguas ganancias. Compraba oro laminado por gramos para hacer casquillos de dientes o incrustaciones para dentaduras completas, como trabajo, pero una de sus actividades secundarias era hacer diferentes piezas de joyería: anillos, aretes, cadenas, etc., que eran muy apreciados en las rancherías a donde iba a venderlas de vez en cuando, en compañía de mi tío Pancho, que realizaba las mismas actividades, dentista y orfebre. Otra de sus fuentes de ingresos, aún más querida que las anteriores, era cultivar incansablemente un vivero de árboles frutales, los cuales vendía al mayoreo, esto hubiera sido más que suficiente para vivir un poco mejor, pero a contraparte de ser un hombre trabajador, tenía el defecto de sentirse muy macho y dejar hijos regados por donde quiera, era ferviente admirador de la belleza femenina y no era raro verlo llegar con un chamaco de la mano y decirle a mi madre “éste también es mi hijo”, por lo que el recién llegado adquiría desde ese momento los derechos y obligaciones de nuestra humilde casa.
    Como he dicho antes, contábamos con un extenso vivero que regar y cuidar, así como también un gran jardín de rosas, jazmines, nardos y plantas de ornato que cultivaba mi madre. Teníamos un gallinero en el que se encontraban además de gallinas, patos y guajolotes.

    Trabajos informales

    Cuando mi papá y mi tío Pancho se iban a los ranchos a ofrecer el fruto de sus trabajos, había preocupación, ya que hacían recorridos que duraban semanas o meses y que entrañaban mucho peligro, pues llevaban consigo una pequeña fortuna en joyas y los caminos no eran seguros, pero la mayor preocupación de mi madre era que ambos se metían en aventuras difíciles por las mujeres que conocían, pero quiso la providencia que además de pequeños sustos, nunca les ocurriera nada.
    Estas expediciones duraban en ocasiones dos o tres meses, mientras el dinero escaseaba en la casa. Entonces mi madre tomaba control de la situación, cortaba flores de su jardín, rosas, jazmines y nardos. Hacía ramitos, que poníamos en una tina pequeña con agua para que no se marchitaran y los íbamos a vender al mercado, por la calle o a la zona de tolerancia, donde eran muy bien recibidos.
    Ahí ví por primera vez a las mujeres que se bañaban desnudas en una pila central de la vecindad y escuché las bromas obscenas que se hacían, mi inocencia se iba perdiendo poco a poco.
    En una ocasión, una de las meretrices ofreció comprarme 8 ramitos, me pasó a su cuarto y me empezó a halagar, me acarició los cachetes y me dijo riendo, “te invito a comer” aún eres un bebé y tengo buen restaurante, enseñándome unas tetas descomunales, tal vez mostré mi susto, porque llamó a otras y todas se reían, así que salí de la vecindad sin cobrar por las flores, mi madre me aconsejó que no volviera por ahí.
    En otra ocasión, al pasar por una calle me llamaron de una sastrería, me preguntaron por el precio de los ramos de flores y al pagarme, el sastre, sin que yo supiera cómo, tocó un cable eléctrico, por lo que me transmitió un fuerte choque, sorprendido, solté la tina que al caer derramó el agua sobre él y le proporcionó el merecido castigo a su broma, una descarga que lo hizo retorcerse grotescamente y aullar de dolor, salí corriendo de ahí.
    En la búsqueda de solucionar un poquito nuestras estrecheces económicas, realicé varios trabajos, que aunque humildes, fueron moldeando mi carácter; vendí chicles, chicharrones, pan, limpié vidrios de autos en una gasolinera y ayudé a los ganaderos a abrir los falsetes por donde transitaban muy de mañana para traer leche a la ciudad; corté limón y mango y pizqué algodón, que en aquel tiempo tenía a mi pueblo en el tercer lugar nacional como productor. Venía gente de muchos lugares a la pizca, los portales se veían repletos de gente que dormía en la calle para levantarse apenas empezaba a amanecer y acudir a las parcelas con sus grandes sacos recolectores. Era una época de bonanza para la región, los agricultores ganaban mucho dinero con sus cosechas de algodón, pero lo gastaban en vinos, música y mujeres en poco tiempo, después se contrataban como jornaleros para reunir un poco de dinero para comprar semilla y volver a sembrar. Así transcurrió mi infancia, la que sin embargo no torció el camino gracias a los tiernos cuidados de mi madre y la férrea disciplina de mi padre y cuando aún no cumplía los 12 años, terminé mi educación primaria, con mucho orgullo de mi familia, aunque era normal ya que mis hermanos mayores Efrén y Cuauhtémoc también habían terminado muy chicos y con buenas calificaciones.

  2. #2
    Fecha de Ingreso
    24-mayo-2009
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    259

    Predeterminado

    Les ruego disculpen esta forma de presentar un escrito, es un fragmento de la primera parte de mi libro "UNA VIDA COMÚN", el primero que escribo, ¿te gustó un poquito y quieres saber como continúa?, mandame un correo a pacott7 arroba hotmail.com, te lo enviaré totalmente gratis

  3. #3
    Fecha de Ingreso
    13-mayo-2011
    Ubicación
    en mi casa
    Mensajes
    16

    Predeterminado

    Hola, es interesante tu vida, pero podrias agregar además tu punto de vista de las diferentes situaciones, como pensabas,como veias el mundo etc. Pero la verdad es que cada quien es dueño de su obra y si te gusta y has decidido que sea todo descriptivo, esta bien se te respeta. Saludos.

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