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Tema: pakasso escritor

  1. #31
    Fecha de Ingreso
    24-mayo-2009
    Mensajes
    259

    Predeterminado

    Mi pelo se recuperó rápidamente y ahora lo usaba más largo de lo normal, conforme a la moda juvenil. Más o menos por ese tiempo conocí a Evelia, una chica güerita muy linda, que estudiaba en la que había sido mi escuela secundaria, me explayé contándole como se vivía en Morelia y la impresioné hasta que consintió en ser mi novia, pasaba por ella a la escuela cuando yo estaba en Apatzingán y en ocasiones iba a verla a su casa en San Antonio, un ranchito situado a un costado la carretera que va de Apatzingán a 4 Caminos. Mi hermano Cuauhtémoc le apodó “la cachetitos” por obvias razones. Como yo vestía a la moda y usaba el pelo largo, al hombro, la gente mayor me veía con desprecio, pero los jóvenes me mostraban respeto y hasta tenía seguidores que me preguntaban por la música de moda, los lugares de Morelia y un poco menos por las dificultades que enfrentaba al vivir allá. Este romance, que me tenía feliz, terminó abruptamente cuando su padre nos vio en la calle y le hizo una seña amenazante, al día siguiente que la fui a llevar al autobús que la dejaría en su rancho, me dijo muy misteriosa, “te voy a dejar este papelito, prométeme que lo leerás hasta que me haya ido”, acepté sin darle mayor importancia pero como nos despedimos y el camión no salía, me oculté y lo leí, nunca lo hubiera hecho, me decía que por favor ya no la buscara, que su padre la iba a casar con un muchacho de Parácuaro que tenía recursos para mantenerla, que era sabido que la novia de un estudiante no sería la esposa de un profesionista. Me invadieron sentimientos de tristeza, decepción y furia, regresé a la terminal con la intención de tirarle el papel a la cara, pero me faltó valor y simplemente no volví a buscarla.
    Otra de mis noviecitas de ese tiempo, Gloria, me prometió que me esperaría pero habiendo suspendido clases la Universidad, con muy poquitos días de anticipación, llegué a Apatzingán de forma inesperada y fui a buscarla un domingo para invitarla a salir y me encontré con que no estaba, había salido a una fiesta familiar y regresaría hasta por la noche, volví por la noche como a las 8 y sus hermanas me dijeron que se había ido a un sitio que los jóvenes visitábamos los domingos por las tardeadas que ahí se realizaban, tocaban conjuntos locales de moda y el ambiente era alegre pero sano, me dirigí ahí y la encontré bailando con un joven que la abrazaba con mucho cariño, me acerqué y le hablé, sorprendida no supo que hacer y la separé del acompañante diciéndole: “ahorita te la regreso”, atónito, no reaccionó, le reclamé a ella que ya sabía que estaba en el pueblo y no me hubiera esperado y sin darle tiempo a contestar la regresé con el otro, me fui a sentar enojado y decepcionado, de pronto vi una larga fila de sillas desde donde varias chicas recibían solicitudes para bailar, curiosamente a la que me pareció más hermosa no la invitaba nadie, me levanté de inmediato y fui a invitarla, temiendo que me rechazara, para mi sorpresa me dijo que si y salió de inmediato a bailar conmigo, en ese momento el conjunto tocaba alegres cumbias, muy movidas que se bailaban sueltas y después de dos o tres melodías cambiaron a un ritmo suave y romántico. Como la costumbre era bailar con la misma pareja una serie completa, seguimos bailando, ahora con la facilidad de platicar, le pregunté por que a ella casi no la invitaban a bailar siendo la más bonita y me contestó que al parecer a los chicos les daba miedo, después me preguntó si había peleado con mi novia, me halagó que se hubiera fijado en mí y así pasamos el resto de la tardeada, bailando ella solamente conmigo yo solamente con ella. La fui a llevar a su casa con un grupo de sus amigas y al despedirnos intercambiamos un beso, no fue necesario más, no volví con Gloria, Socorro ocupaba ahora toda mi atención.
    Resultó que trabajaba con la mamá de Carlos, Doña Raquel, quien me conocía desde la secundaria y que tenía una tienda de abarrotes en el mercado grande, a donde enviaba mis cartas para Socorro, mucho tiempo después me enteré que las leía antes de entregárselas, ella misma me lo contó. Socorro tenía un hermano grande que la cuidaba mucho, pero se escapaba al anochecer y salía a platicar conmigo a la esquina bajo un cueramo, claro cuando yo estaba en Apatzingán. No recuerdo como terminó nuestro romance, tal vez perdimos interés uno en el otro, pero no hubo nada sobresaliente, seguí mi camino como siempre.
    Por otra parte, en Morelia las cosas no pintaban mal, Margarita, una compañera de estudios se interesó en mí, me preguntaba ¿porqué estás tan triste?, jajaja, ¿triste yo?, sólo era mustio. Le dio por acompañarme y descubrí que era muy sencilla, simpática y respetuosa, vivía por allá, atrás de la nueva Central de Autobuses, pasando la también nueva Avenida Héroes de Nocupétaro. Con la anuencia de sus padres la visitaba casi a diario, ellos no veían mal que un estudiante pobre fuera novio de su hija, fueron muy considerados conmigo y muy discretos, sin embargo no prosperó nuestra relación y nos dejamos de ver sin rencores, me quedó como recuerdo imborrable su olor a limpio que resaltaba en su pelo largo. Tenía como compañeros en la casa de Don Chano a otros dos Abonados, Saúl y Jorge, el primero de Bocaneo y el otro de Zinapécuaro, que hicieron costumbre de invitarme a sus pueblos, turnándose cada semana. Afortunadamente, por mi juventud o por mi educación, ya que siempre fui respetuoso, era bien recibido en las dos casas y tratado casi como a un hijo más, recuerdo que la mamá de Jorge preparaba jugo de naranja para todos… pero agregaba yemas de huevo, para que estuviéramos fuertes decía, a mi no me gustaba el jugo con huevo, pero lo tomaba sin un gesto y sin comentarios, al despedirme, siempre recibía una invitación para volver. Fue en Zinapécuaro donde ligué primero, había algunos equipos de fut-bol femenil, íbamos a ver los encuentros, no por el deporte, sino por las muchachas y logré que una de ellas, Alejandra, se convirtiera en mi novia para los fines de semana, la acompañaba a misa los domingos de cada quince días, a sus partidos y ocasionalmente a fiestas, fue en una de éstas, por tiempo de carnaval que en el único teatro de la localidad dio inicio una riña entre los jóvenes locales y los de Pueblo Viejo, que degeneró en batalla campal, arrimé una mesa y una silla al palco más cercano y procedí a ayudarla a subir para ponerla a salvo, apenas hubo subido cuando sentí un fuerte golpe en la cabeza que me hizo ver luces de colores, quedé recargado sobre la mesa y cuando me reponía un poco llegó otro y me dio repetidos golpes sobre un mismo ojo, afortunadamente alguien le rompió una silla en la cabeza. Ante esta situación no quedaba sino defenderme, pero ¿de quien? No siendo de ninguno de los pueblos en contienda me atacaban por igual de uno o de otro, no hice distinciones y empecé a repartir golpes, aunque era más lo que recibía, traté de huir hacia la puerta, pero vi que estaba custodiada por algunos que enarbolaban garrotes y no permitían la salida, así que tomé la escalera y desde ahí pude hacer frente con algo de ventaja. Todo sucedía vertiginosamente. Pude apreciar a alguien que se dirigía con una botella en la mano para agredir a un rival que no lo veía, pero no llegó hasta él, en el camino lo bajaron con una silla y sus amigos lo sacaron de “aguilita” medio desmayado. El asunto estaba feo, aunque no se usaban armas de fuego ni cuchillos, cuando de pronto se abrió la puerta y entró un pelotón de soldados imponiendo orden a golpes, en pocos minutos sólo se veían los derribados, nos formaron a todos y nos llevaron al hospital a los que presentábamos sangre, me cortaron parte de mi abundante cabellera (que ya había crecido) para poder suturar una herida en la cabeza, de la que apenas me daba cuenta, pero que sangraba profusamente, me aplicaron un antitetánico y me despacharon, me reuní con Jorge y otros amigos que también salieron relativamente bien librados, y nos retiramos camino a su casa, las calles estaban obscuras y de pronto. al llegar a una esquina nos encontramos con un auto en el que varios sujetos tomaban bebidas alcohólicas, se burlaron de nosotros y nos insultaron, retándonos a golpes, resolvimos tomar piedras y lanzarlas contra el auto, rompiéndole los cristales y huir rápidamente. La mamá de Jorge se alarmó cuando llegamos corriendo a la casa, visiblemente agitados y temerosos, nos preparó un té y una rica cena. Al día siguiente, domingo, Alejandra me encontró en el balneario de aguas termales, tirado al sol, medio pelón y con puntos de sutura en la cabeza. Le sorprendió que me haya liado a golpes con desconocidos cuando me dijo, lo normal era huir desde el principio, comprendí que no se dio cuenta como ocurrieron las cosas, aunque estuvo ahí. Terminó el día y regresé a Morelia, a estudiar de nuevo y continuar mi vida normal. En una de esas veces, regresé a Zinapécuaro y recibí una invitación de Saúl a la fiesta de su pueblo, Bocaneo, son 3 0 4 kilómetros de distancia y decidí ir, ya que con Jorge tenían una visita familiar, emprendí el camino a pie, atravesando un pequeño bosquecito que circunda a una represa, eran como las 7 de la tarde, apenas amenazaba con terminar el día, llegué a la casa de Saúl cuando ya no había luz solar, me recibieron con alegría. Su mamá me preguntó si para llegar seguí la carretera, le expliqué que no, que vine bordeando la represa, se asustó, se persignó y me dijo “Paquito, nunca uses ese camino cuando sea tarde, hay unos perros muy bravos y además, espantan, los ahogados se aparecen a los que pasan por ahí apenas anochece, eso sin contar que es el lugar donde más han visto a la llorona, definitivamente no es bueno caminar por ahí

  2. #32
    Fecha de Ingreso
    04-julio-2010
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    1.330

    Predeterminado

    pakasso, ya has sobrepasado las 1.000 visitas.

    saludos cordiales

  3. #33
    Fecha de Ingreso
    24-mayo-2009
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    259

    Predeterminado

    PARA COMPLETAR ESTE PEDACITO
    Cenamos antes de bajar al pueblito, ahí había juegos mecánicos mucha gente y música, se anunciaba un baile en la explanada de la iglesia, me encontré con María Luisa, mi novia de este lugar, me recibió con un beso que aún recuerdo, tuvo un agradable sabor y olor a pasta dental, fresco y rico; paseamos un poco, y decidimos entrar al baile, por desgracia, Saúl que no tenía pareja decidió regresar a la casa y me dijo “quédate, cuando llegues tocas la ventana y yo abro la puerta, considerando que iba a dormir en su casa, no lo creí conveniente, eran las once de la noche y el baile parece que terminaría como a la una de la mañana, me despedí como a los diez minutos y emprendí el regreso, el camino subía por callejones solitarios y sombríos, más aptos para caballos y mulas que para gentes, una hermosa luna iluminaba en todo su esplendor, caminé rápido y un poco más allá vi a Saúl antes de entrar a una curva del camino donde había muchos árboles que no permitían el paso de la luna, lo perdí de vista y aunque aún faltaba un buen trecho de camino, no lo volví a ver, llegué a su casa y me sorprendió apreciar a través de la huerta, que tenían las luces encendidas y que había movimiento, entré y encontré a Saúl sentado en un sillón, abrigado, como si hiciera mucho frío, cuando el clima era bastante bueno, y los pies, metidos en una tina con agua caliente y sin embargo temblaba mucho. Pregunté que le ocurría y la respuesta me dejó muy sorprendido, Lo asustó la Llorona, me dijo su mamá, mientras continuaba con sus rezos y oraciones. No era miedoso, pero me fue muy difícil conciliar el sueño.

  4. #34
    Fecha de Ingreso
    24-mayo-2009
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    Predeterminado

    Necesito que me digan si ya leuyeron lo que pongo para poner lo siguiente, recuerden que es un libro con muchas anécdotas, así que agradezco sus comentarios, UN POCO MÁS

    En la Prepa me iba más mal que bien, tenía problemas fuertes con matemáticas, química y física, pero el ambiente era de camaradería total, como la mayoría de los jóvenes éramos una pandilla de insolentes e irrespetuosos, a cada uno de los maestros les habíamos puesto apodos que según nosotros iban con su personalidad, por ejemplo: Al director de la escuela, delgado, bien vestido, que se peinaba de rayita le decíamos “el planchado” ya que no tenía un solo cabello volando, a la maestra de lógica, bonita, bien formada y que caminaba con mucha gracias la bautizaron como “la cumbia” y al maestro de matemáticas, viejo, gordo, malencarado le decían “el apache”, me parece que sólo él sabía de su apodo, pero lo soportaba con dignidad.

    Me visitó mi hermana Estela y me dio ánimo para que estudiara con más ahínco y no reprobara, me hizo saber los apuros que pasaba mi padre para enviarme el poco dinero que me servía para continuar en Morelia, agradecido le prometí que estudiaría mucho y vaya que me hacía falta, tenía los exámenes a la vuelta de la esquina y llegaron muy pronto, los aplicaron uno cada tercer día, así que estudiaba toda la noche y por la mañana presentaba el examen, un método difícil que en ocasiones sólo aumentaba mi confusión. Por fín llegó el último, química, lo resolví aparentemente fácil, aún faltaban muchos compañeros por entregarlo cuando ya lo había terminado, pensé entregarlo y de pronto estaban algunos compañeros sacudiéndome para que lo llevara a la maestra, me preguntaron ¿estás bien? Por supuesto contesté, tomé mi examen y me dirigí a la maestra, nunca ví un pilar que se me atravesó y choque con él, caí al piso, entre las risas de mis compañeros, entregué el examen y salí avergonzado.

    Me fui a vivir a una casa de estudiantes, ubicada por la calle León Guzmán, que entre estudiantes le llamaban “de los ricos”. Era precisamente todo lo contrario, pero como era costumbre decir “te extiendo un cheque”, sabiendo que no había dinero, se hizo popular el nombrecito. En esta casa vivía mi primo Jaime, hijo de mi tío Pancho, hermano de mi papá. Era Jaime muy activo en la política local, recuerdo que por ejemplo, fuimos un grupo de unos 10 a apoyar al entonces candidato a la gubernatura de Michoacán, Lic. Carlos Torres Manzo, nos asignaron dos combis, en una se transportaba un conjunto norteño, de acordeón, al que yo debía vigilar para que cuando llegara la comitiva a los pueblos que visitaría, ya hubieran formado algún ambiente de bienvenida, otros se presentaban durante el discurso, y exponían públicamente ser estudiantes nicolaitas, que de su propio pecunio asistían para presentar su apoyo al candidato. Así durante una semana visitamos todos los pequeños pueblos de la región: Tlalpujahua, Contepec, Maravatío y varios más, al final recibimos despensas para la casa de estudiantes que recogíamos en Almacenes Nacionales de Depósito (ANDSA) y 2 kilos de tortillas diariamente. En 1971 se nos invitó a Melchor Ocampo a recibir al C. Presidente de la República que venía a inaugurar la Siderúrgica Lázaro Cárdenas-Las Truchas y nos reunimos suficientes voluntarios para llenar dos autobuses, cuando nos hicieron las invitación avisé por carta a Adriana en Arteaga. Salimos por la noche y llegamos por la mañana al aeropuerto de la nueva ciudad costera. Había una aglomeración esperando el avión y entre los diversos grupos de diferentes escuelas de todo el estado distinguí a Adriana, nos vimos con mucho gusto, mientras que los oradores oficiales le daban la bienvenida al Presidente, después tuvimos que despedirnos porque mi grupo enfiló hacia la playa en donde se preparaba una comida. Sucedió que en el transcurso de ésta, uno de nuestro grupo –desconocido para mí- se metió al mar y se estaba ahogando, se movilizaron los cuerpos de auxilio y cuando se acercaba una lancha de motor, fue cubierto por una ola y no volvió a salir, intentamos acercarnos al Presidente, pero nos alejaron, no lo permitieron. Una vez terminado el banquete enfilamos rumbo al poblado de Las Guacamayas, ahí, siguiendo un canal de riego, nos llevaron a sembrar arbolitos de mango, en unos terrenos que nos explicaron eran de la Universidad, pero que años después me enteré pertenecían de un cacique local. Nos plantamos en la puerta del autobús presidencial y nos hicimos oir; de inmediato se giraron órdenes para que fuera buscado el cuerpo, pero fue inútil.
    Emprendimos el regreso muy avanzada la noche, tristes por no haber recuperado el cuerpo del compañero, mismo que enviaron a Morelia a los tres días, semi-devorado por los animales marinos

  5. #35
    Fecha de Ingreso
    22-enero-2008
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    Aqui
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    18.138

    Predeterminado

    bueno, pues voy al corriente en la lectura, jaja, que recuerdos eso de ponerle apodos a los maestros.jejeejeje..

  6. #36
    Fecha de Ingreso
    24-mayo-2009
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    Predeterminado

    Mi mejor época.

    Dicen, y así lo creo, que recordar es volver a vivir. Uno de esos recuerdos difíciles de olvidar en mi vida, se me presenta en forma confusa. Era muy joven, tal vez 17 años; Vivía en la ciudad colonial de Morelia, en el estado de Michoacán. Mi vida corría sin un propósito bien definido, estudiaba Preparatoria y vagaba un poco por las calles, en ese tiempo, recuerdo, construyeron el Parque Juárez, a donde se podía ir los domingos a remar, hacer día de campo, a disfrutar las canciones de los artistas locales desconocidos y a soñar libremente bajo la fresca sombra de sus árboles y justamente un 30 de septiembre (cuando la ciudad festeja el nacimiento de Don José María Morelos, me encontraba vagando por la avenida Madero, después de haber pasado el día en el parque Juárez y al llegar a la esquina de la imponente catedral la vi entre un grupo alegre de muchachas jóvenes, que con un aire familiar charlaban animadas, sonreían y disfrutaban de la multitud, me quedé lelo, ya no tuve ojos para nada más, mis amigos Armando, Jaime y yo las seguimos para intentar alguna conversación con ellas, después de un breve intercambio de palabras aceptaron y dimos algunas vueltas en la plaza de armas, con alguna timidez de mi parte le pregunté su nombre y si podría volver a verla al día siguiente, donde ella me dijera, me miró con amabilidad y me dijo: “María y si gustas podemos platicar mañana por la tarde frente a mi casa, vivo por la calzada madero, por la salida a Charo, frente a una escuela primaria que tiene un talud con mucho pasto, me esperas en la esquina y yo salgo”. Se despidieron y esa noche no pude dormir preguntándome a mí mismo si le habría gustado a ella aunque fuera un mínimo de lo que ella me gustó a mí, si no me habría citado solamente para que la dejara en paz, era una situación de incertidumbre a la que no estaba acostumbrado, normalmente no me costaba trabajo conquistar chicas en mi pueblo, pero me encontraba en la capital del estado y no sabía como serían las chicas de ahí. Amaneció y en ese nuevo día me sentí feliz y somnoliento, un poco más seguro y hasta resignado a sufrir una decepción, de cualquier forma había tenido la fortuna de encontrarla, saber su nombre y sentirme aceptado, lo cual rebasaba mis expectativas de provinciano, fui a la escuela y pasó la mañana, por la tarde estuve atento al correr del tiempo y justo a las seis de la tarde me encontraba puntual en la esquina acordada, después de identificar la escuela, el pasto y su casa, transcurrieron los minutos y nada. Terrible desesperación y ansiedad, algunas de sus hermanas salían de la casa y volvían a entrar hasta que a las seis y quince minutos apareció ella, sólo verla aceleró los latidos de mi corazón y se me enfriaron las manos, me pegué a la pared, junto a los rosales del jardincito de la tienda de la esquina, no podía definir si quería ser visto o no, sin vacilaciones volteó hacia donde yo estaba y me hizo una seña para que me reuniera con ella justo frente a su casa, sólo atravesando la calzada, visibles a quien quisiera hacerlo, sus hermanas salían y regresaban con una sonrisa cómplice o burlona, no lo sé y me pareció que hasta su madre se asomaba discretamente, me sentí cohibido, mi mente trabajaba velozmente buscando un tema de conversación inútilmente, tenerla tan cerca, después de haber esperado una noche y casi todo el día para verla era maravilloso, fue muy paciente conmigo y amabilísima, la cita se salvó gracias su hermoso carácter, triste por mi actitud equivocada pero ilusionado por encontrarnos de nuevo, le pedí volver a verla y aunque lo estaba pidiendo, me sorprendió gratamente cuando aceptó, fue el inicio incierto de el amor de mi vida.
    Pasó un año, en el que nos relacionamos y me enamoré cada día más, haciendo malabares para cumplir con mis estudios y con las muy esperadas entrevistas con ella. En Santa María, en su bosque de eucaliptos fue donde muchas veces al atardecer veíamos la panorámica de la ciudad, el parque Juárez, el bosque Cuauhtémoc donde grabamos nuestros nombres en un árbol, la calzada de San Diego, los festejos de la inmaculada. La Plaza Villalongín, el callejón del Romance, todo Morelia se llenó de recuerdos hermosos. En temporada íbamos por el rumbo del panteón o del Centro de rehabilitación social -a la salida a Mil Cumbres- a recolectar flores de mirasol, sencillas y hermosas, de corta duración, pero que a ella le encantaban y crecían en forma silvestre. Con mis amigos le llevamos serenatas, en las que mi corazón latía con mucha fuerza, a pesar de que no salía por estar su dormitorio en la parte profunda de su casa. Le llevé rosas en una ocasión y como estudiante pobre iba en un camión urbano, cuando una señora muy amable me preguntó ¿esas rosas tan bonitas son para su novia? Le contesté con orgullo, ¡si!, nueva pregunta ¿La quiere mucho? Otro si. Entonces dígale que siembre una y si se convierte en un rosal quiere decir que realmente hay amor. Se bajó frente a su casa y yo seguí una cuadra más, por supuesto que entregué las rosas y le conté, para mi sorpresa, al día siguiente me dijo que la señora con la que me encontré en el camión era su madre y se había llevado una buena impresión de mí, impresión que no compartía su padre, un viejo muy trabajador, comerciante de frutas y verduras en el mercado, quien usaba un camión Torton para surtirse desde Sahuayo y Jiquilpan, no me conocía, pero había oído que usaba el pelo largo y eso era mal visto por la gente mayor, “Cuando me encuentre a ese greñudo lo voy a planchar con el camión” rezongaba como suegro celoso pero era buena persona, en ocasiones, para que no salieran algunas de sus doce hijas con los novios, las llevaba al cine, sin saber que ya habíamos sido avisados por ellas y cuando llegaban ya estábamos adentro, las dejaba y volvía por ellas al término de la función. Fue la mejor época de mi vida.

  7. #37
    Fecha de Ingreso
    24-mayo-2009
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    259

    Predeterminado

    Como todas las parejas, nuestro romance tenía altibajos, en uno de ellos decidimos dejar de vernos por algún tiempo, con la idea de probarnos, acordamos que estaríamos totalmente libres para conocer a otras personas e incluso empezar una relación, pero con el compromiso de que al terminar la pausa, nos reuniríamos para decidir si aún sentíamos el mismo amor o ahí se acababa todo, sin rencores. Nos despedimos un poco tristes por el riesgo que suponía para nuestra relación, pero… antes de 15 días acudí a una fiesta de cumpleaños de un compañero y me presentaron a Salud, una mujercita menuda, delgada, muy simpática, que se desempeñaba como educadora de un Jardín de niños y sin realmente proponérmelo, me encontré saliendo con ella a bailar, al cine, a comer fresas con crema en un lugar a la salida a Patzcuaro que le llamaban La Quemada y nos hicimos novios, era bienvenida en la casa de estudiantes donde vivía, ocurrente, vivaracha, sabía ser muy agradable sin abandonar su posición de señorita educada, sólo me apenaba un poquito que yo nunca tenía dinero suficiente para salir, sin embargo bailaba con mucha gracia y me ayudaba a estudiar con mucho entusiasmo, era una compañera excelente, mis amigos me envidiaban pero yo no podía olvidarme de María, a pesar de sus atenciones, me presentaba a sus amistades con mucho orgullo, vivía por la colonia Industrial y allá iba a verla todas las noches, llegaba a su esquina y sibaba dos veces antes de que se asomara y después, disfrutábamos de media hora de caricias tiernas, abrazos y besos, pero sin perder la compostura, en una ocasión la invité al parque Juárez y tuvimos una tarde enojosa, porque un policía municipal nos detuvo después de un beso normal, nos acusó de estar cometiendo faltas a la moral y amenazó con llevarnos a la delegación si no le dábamos una cantidad de dinero en efectivo, por supuesto, 50 pesos, que en aquella época era el salario de dos o tres días de trabajo, no traíamos, por lo que aceptó el reloj de ella, la dejé en su casa, ella triste por su reloj y yo por la humillación y el abuso, planeando cómo vengarme; la solución apareció apenas llegué a casa y conté a los demás lo que me había pasado, hicimos un plan y al día siguiente nos dirigimos en bola al parque. Lo vimos atracando a otra parejita y esperamos a que se quedara solo, en esas estábamos cuando vimos venir a lo lejos una patrulla de policía, se dirigía justamente hacia el lugar, aunque sin prisas, así que lo rodeamos y le dije que quería rescatar el reloj de mi novia y que le iba a dar el doble de lo que me había pedido. Se interesó, pero me dijo que no lo traía, tendría que esperar al día siguiente, ahora serían 100 pesos, uno de mis amigos, Fernando, se avivó y le dijo, si lo traes ahorita, te voy a dar 150 por él, nervioso por la cercanía de la patrulla, sacó el reloj y se lo dio diciendo dámelos de una vez porque ahí viene mi jefe y no quiero que se de cuenta, Fernando se lo arrebató y volteando a la patrulla les hizo señas de que se acercaran, el policía corrupto se puso amarillo y trató de irse, lo sujetamos y cuando llegó la patrulla le contamos el problema mostrándoles el reloj y el dinero que pedía, bajó el encargado de la patrulla y le quitó la pistola ordenándole subir al vehículo, no respondió nada, solo se juraba inocente, nos dijeron que tendríamos que ir a la delegación a poner la denuncia correspondiente, nos aseguraron que pasaría unos meses en la cárcel a partir de ese momento, por nuestra parte prometimos presentar al día siguiente, puntualmente la denuncia, nunca lo hicimos, regresé como héroe con Salud a regresarle su reloj, con lo que nuestra relación se afianzó, pues ahora me admiraba, tomó confianza en mí y en más de una ocasión estuvimos a un pelito de rebasar la decencia, pues nuestros juegos en la cama a veces nos enardecían, pero supimos contenernos, el tiempo transcurrió velozmente y se acercó el fin de la pausa con María, solamente nos quedaba un fin de semana, reuní mis escasos recursos económicos y le dije, mañana te voy a decir algo muy importante para los dos y quiero que pasemos el día juntos, te invito a nadar a la unidad deportiva y más tarde a comer en donde hacen esos caldos de pescado tan ricos, ¿puedes? Me miró emocionada y me dijo, “aunque no pudiera me las arreglo, nos vemos mañana”, esa noche estuve despierto hasta muy tarde, pensando como le iba a decir que era el final de nuestra relación.

  8. #38
    Fecha de Ingreso
    24-mayo-2009
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    Predeterminado

    Amaneció y a las nueve de la mañana estaba frente a mi puerta, con ropa deportiva y una pequeña mochila en la que traía su traje de baño, una toalla y algunos cosméticos, salimos caminando a pesar que la distancia era larga, pero el día era excelente, claro, soleado y a pesar de todo fresco, al llegar a la esquina se detuvo, me besó y me dijo “no esperes para decirme lo que me adelantaste ayer” me remordió la conciencia al verla tan confiada y yo la iba a lastimar, luego, le dije, será hoy, pero por la tarde, pero ¿me lo dirás?, por supuesto que sí, debe ser hoy, llegamos a la unidad deportiva llamada “Venustiano Carranza” correteamos un poco por el pasto y subimos los escalones que nos separaban de la alberca, fue una mañana alegre, chapoteando en su compañía, cerca de las tres de la tarde nos dirigimos al centro de la ciudad hacia el exconvento de San Agustín y llegamos a la pescadería, salía un rico olor a comida, pedimos dos caldos de pescado y comimos muy a gusto, eran realmente exquisitos, preparados al estilo Veracruz, salimos y vagabundeamos por la ciudad mascando chicles y cuando cayó la tarde la invité a un café que recuerdo estaba por el Exconvento de Las Rosas, un ambiente muy tranquilo, tuvimos que esperar a que se desocupara una mesa, hicimos el pedido y empezamos a disfrutar el café, a pesar de que es excitante esa bebida, me relajaba, pues estaba muy nervioso, así que me decidí y le empecé a decir que esos meses habían sido muy bonitos, que ella era una chica muy linda y especial, pero….
    Me miró con angustia y me preguntó ¿porqué me estás diciendo esto? Hice de tripas corazón y le contesté; “esta es la última vez que salimos”. Empezó a llorar, le supliqué que no lo hiciera, los clientes nos miraban y me veían con desaprobación, le conté suavecito cual era la razón, pero ella no me escuchaba, ni a mis súplicas de que dejara de llorar, me dijo que ella pensaba que le iba a pedir que se fuera conmigo y que si yo lo quería, en ese mismo momento lo hacía, me partía el corazón verla llorar, pero estaba decidido a volver con María, a la que no había olvidado ni un solo día y menos aún cuando un amigo común me había contado que alguien la había ido a buscar y estuvieron platicando en el lugar donde ella y yo nos sentábamos juntos.
    No cedí a las lágrimas de Salud y como último recurso salí un momento a la farmacia y conseguí un calmante, el cual le administré con un té.
    Fui a dejarla a su casa y le dije adiós. No volví a saber de ella, mis amigos se ofrecieron de intermediarios para solucionar lo que decían mi equivocación, pero no cambié de parecer. Llegada la fecha, me presenté al lugar de la cita, ansioso por volver a ver a María.

  9. #39
    Fecha de Ingreso
    24-mayo-2009
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    Predeterminado

    Estuve con una media hora de anticipación esperando a María, temeroso de que no acudiera a la cita, me asaltaban mil dudas, ¿y si se había enterado de mi aventura con Salud? ¿qué le diría?, ¿y si había cambiado de opinión y no quería seguir conmigo?. Fue una media hora eterna, una gama muy amplia de emociones me sacudían, ilusión por volver a verla, temor por lo que me dijera, tristeza profunda de pensar que lo nuestro hubiera terminado. Por fin ¡salió mi sol! María apareció sonriente en la Plaza Villalongín. Ya no pensé en nada, más que en abrazarla y besarla con todo mi amor. Me dijo lo mismo que pensé decirle. “Creí que no vendrías”. Paseamos por el bosque Cuauhtémoc, felices de estar juntos una vez más. Cuando al fin nos despedimos, con la promesa de vernos al día siguiente, regresé caminando despacio, me sentía flotar sobre la calle, me llegué al Mercado de Dulces y compré “ates” para saborear aún más mi dicha. Esa noche hubo fiesta en la casa, por otros motivos, pero no participé, preferí quedarme en mi cuarto a soñar con ella. Nada me hacía más feliz.

  10. #40
    Fecha de Ingreso
    24-mayo-2009
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    259

    Predeterminado

    Todos los fragmentos que expongo aquí, forman parte de mi primer libro, titulado "UNA VIDA COMÚN", que próximamente me publicará una editorial de Morelia, Mich. con el apoyo de Escritor Arturo Molina, seguiré poniendo partes aquí. para que lo vayan conociendo, gracias

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