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Sin duda, no hay objeto más representativo de Argentina que el bandoneón.
Su sonido es la marca registrada de ese país. Vaivén que musicaliza también su economía y potencialidad. Expansión y contracción, que llevan 200 años marcando su historia.
En la segunda mitad del siglo XIX fue la gran arrancada de Argentina. En esa época era Londres el ombligo del mundo en comercio. Subía la renta por la productividad industrial en Inglaterra, lo que hacía que Argentina también lucrara –y mucho- con sus exportaciones.
Qué felices se sentían con esos trueques “ricardianos”. Solo exportando commodities era suficiente. En 1910 ostentaban el décimo lugar en renta per cápita, equivalente a Francia hoy, lo que significaba estar a la par con los EUA. En Buenos Aires, arquitectos europeos construían suntuosos hoteles. Había tantos teatros como en Londres, y más librerías que en París.
Hasta 1930, Dios era argentino.
De ahí en adelante, la decadencia tomó cuenta. Es la única nación que con indicadores socio-económicos comparables a los más avanzados, cayó para subdesarrollado.
¿Qué fue lo que aconteció?
Ya por el 1940, los buenos economistas anunciaban que el mundo cambiaría. Los E.U se fortalecían y se transformaba en el primer país industrial, al mismo tiempo que en primer potencia agrícola.
No había otra que industrializarse o morir. Ahí es que Argentina comenzó a sustituir las importaciones, y el Estado comenzó a meterse en todo.
Por ejemplo hoy, en el 2014, el Ministro de Economía amenaza con cerrar los negocios que remarquen sus precios. En 1947, bajo el gobierno de Perón, el mismo Ministerio se metía a marcar el precio de cada comida en el menú de los restaurantes.
Es toda una historia de distorsiones. Patriotismo confundido con nacionalismo. Protección a industrias nacionales inoperantes, por el altísimo costo productivo. Sindicatos que no le importaba secar la teta y matar la vaca. Clase política que no es de izquierda ni de derecha, sino fisiológica.
Hoy Argentina está mal vista por la banca internacional. No se ha dado cuenta todavía que es imaginario el idilio con China. Reglas de juego que se cambian semanalmente. Copiar muchas cosas del Chavismo, sabiendo que se está hundiendo. Inflación galopante, y mercado negro del dólar.
Realmente una lástima, que teniendo todo para triunfar, se vea obligada a devaluar su moneda para ser competitiva País afuera. A los brasileros esta situación nos perjudica, y mucho. No como para arrastrarnos a su crisis, pero si a perder a Argentina como cuarto cliente después de China, E.U. y Alemania.
Pienso que poniendo rígidas condiciones, Brasil podría ayudar a Argentina a salir del sofoco.
Argentina y el bandoneón.
Un país que se estira y se encoge.
Se infla y se desinfla.
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