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Cerquita de mi trabajo hay una panadería. Qué panadería!
Abre a las 6 de la mañana, y la cuadra se inunda con ese olorcito a pan y bizcochos recién horneados. Uno se puede sentar en los taburetes que rodean el mostrador, u ocupar alguna de las 10 o 12 mesitas del salón. Ni les cuento los desayunos, que varias veces en la semana me mando.
Pero mi escrito no es para hacerle publicidad al comercio, sino para contarles sobre Alejo –el mozo-garçom- y lo bien que nos hace. O por lo menos a mí.
Dudo que él tenga noción del alcance de su sonrisa y su mirada tan cargada de bondad. Alejo es de esas personas que mejoran mi día, sin que él lo perciba. Parece que tuviera un ángel escondido, otorgando lo mejor de sí sobre cada cliente.
La semana pasada me acordé mucho de él.
Despidieron a una amiga mía de su empleo, porque su nuevo jefe –entre otras cosas- la encontró muy "overfriendly".
-¿Tú crees que yo sonrío demasiado? Me preguntaba, mientras se le caían los lagrimones.
Hacía años que trabajaba en la empresa y era querida por todos sus colegas. Como Alejo, mi amiga es una persona gentil, educada y responsable. Los dos, son personas capaces de dar un “buen día” sonriendo a las 7 de la mañana, y quizás sea eso lo que ofende.
Estamos acostumbrándonos muy mal. Ser bueno, se transformó en una cualidad casi peyorativa, y sinónimo de flaqueza. Sonreír puede ser peligroso. Se pasó a desconfiar de la persona muy gentil, y eso nos lleva dar y recibir lo que hay peor de nosotros.
Hoy estuve desayunando y allí estaba Alejo, con su sonrisa llena de dientes. Se me dio por pensar, que pasaría si él llegara a ser Director de alguna empresa. ¿Cuánto duraría esa sonrisa sentado en el trono del poder? No lo sé. Alejo es una existencia libre sin miedo de dar ni perder nada.
Lo que lo puede joder, es esa nueva moda de etiquetar al feliz de "overfriendly".
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