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Tema: Un acto de amor

  1. #1
    Fecha de Ingreso
    14-julio-2009
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    In the Court of the Crimson King
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    Predeterminado Un acto de amor

    Parte I

    Te veo parada, suavemente, a la orilla de la terraza de mi departamento. Tus dulces ojos, como centellas, acarician con amor la vista enorme que tienes de la ciudad. La noche, siempre oscura, escarchada de pequeños faroles que solemos llamar estrellas, se refleja en tu rostro, en tu mirada.

    Callo un instante para que el silencio me guíe a través de tu ser. Te observo detenidamente y reconozco que ahora, apoyado en tu presencia, se lo que es amor. Tantos años de no tenerlo, de no sentirlo me habían hecho desconocerlo, pensar que era un mito.

    Volteas y me miras; tus ojos se transparentan como la neblina al caer el sol y puedo observar, a través de ellos, lo mucho que me amas. Tus mirada me llena de dicha y tu cuerpo de frenesí. No me contengo, no quiero amar únicamente a tu alma, quiero amar también a tu cuerpo.

    Te beso ansiando probar la nectarina fresca de tu aliento, labrar de a poco el amor-hechizo que nos una para siempre y ser el amanuense que escriba en tu cuerpo cada instante que esté en tu vida.

    Te tomo de la mano y siento tu calidez desbordada. Te guío muy despacio por mi departamento hasta llegar a la alcoba. Bajo la penumbra de este alcázar hecho para amar, pretendo despojarte de toda conexión con el mundo y que tu universo no sea otro mas que yo, tu inmortal amante.

    Te desnudo con premura y arrebato, mientras suenan ligeros y escurridizos, cada suspiro que exhalas, suspiros que parecieran que predicen tu muerte en el regocijo candente del amor.

    Mis húmedas caricias, nacidas de mis labios, serán las que te lleven al delirio del goce, a la pérdida de la razón a cambio del martirio del éxtasis, del espasmo mortuorio que genera el orgasmo.

    Busco tus ojos en la profunda oscuridad, a veces a tientas, a veces con mis besos, y a partir de allí creo la ruta que mis labios seguirán a través de tu piel. Comienzo mi camino de erotismo por tus mejillas ardientes y suaves, por tu boca ansiosa de mi aliento.

    No dices nada, callas, te dejas manipular como si fueras una hoja en el viento de otoño; sumisa entre el vaivén de mis deseos; eterna y frágil, inmóvil como si tu humanidad fuera de alabastro antiguo.

    Con mis besos estancados en tus lóbulos que se regodean entre mil estímulos que enardecen a tu ser, hago, mi amada, el placer de tu cuerpo que estalla en pedazos por cada poro de tu piel.

    Entonces gimes y susurras bellos cantos de amor, que, como golondrinas blancas, revolotean en cada espacio de la oscuridad, que este tibio aposento nos regala para amar. Eres de mi amor y de nadie más, y tu boca lo sabe y lo expresa en cada tierna palabra que escapa presurosa, como sacudida por el vendaval.

    El viento aúlla y la embestida de su marea choca con nuestros cuerpos entrelazados, con tu desnudez palpitante y mi cuerpo convertido en furia que arremete dentro de tu húmedo ser. Es el acto supremo del amor y no solo es invadir tu sexo ansioso y candente, es congeniar nuestras magulladas almas convirtiendo lo efímero en perenne, lo estático en movimiento continuo, lo mortal en inmortal.

    Los truenos hacen su aparición, como concierto de tambores embravecidos, mientras nuestros cuerpos estallan en mil fluidos que vacían el vigor de la lucha. Inundo tu vientre con semilla muerta y marchita, con ese torrente libre de vida. Termina la pasión y comienza el martirio, mi propio martirio.
    "La comprensión de que la vida es absurda no puede ser un fin, sino un comienzo".

    Albert Camus

  2. #2
    Fecha de Ingreso
    14-julio-2009
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    In the Court of the Crimson King
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    Predeterminado

    Parte II

    Yaces desfallecida, tu cuerpo de nácar milenario permanece trémulo y sin fuerzas, tus ojos se fijan en la nada, embelesados y cansados, se cierran para permitir el reposo mientras el furor del cielo se desvanece con la magia de lo misterioso.

    Es momento de unirte a mi camino por siempre, de desvencijar mis pasos en solitario y convertirte en la acompañante oscura de mis momentos, de labrar tu destino alejada de toda divinidad y hacerte amante de la noche, prisionera de los instintos.

    Acerco mi cara a tus mejillas y percibo el olor de la flor y de la hierba, de los besos que aún vagan por tu cuerpo, de las caricias construidas con piel y con tristezas. Eres mía y en tu cuello delgado y delicado está el camino a la eternidad. Abro mi boca y mis colmillos se hunden en él. Tus ojos se despiertan alarmados, mientras succiono tu parte de humanidad. No existe el remordimiento, sino el convencimiento de que eres lo que quiero para proseguir mi camino al infinito temporal.

    Tu sangre se desborda de mis labios, no quiero beberla, a pesar del delirio que me provoca su sabor a vida. Ahora la tibieza de tu cuerpo ha menguado y el rosado de tu piel se ha desvanecido, pareces una hermosa figura de cera, pálida como la nieve del invierno austral.

    Ya no eres tú, ya no eres vida, ya no eres pasado sino un camino interminable hacia delante. Tu pasado frágil de temores y alegrías, de amores y odios, de esperanza y resignación se ha resquebrajado, se ha despedido de tu ser y vuela lejos de ti, mi amada compañera.

    Ahora aprenderás a vivir con ese poder que te he inoculado, aprenderás a alejarte del miedo a la muerte y gozarás de la eternidad. La decrepitud será una palabra que olvidarás, el irte carcomiendo como fruta de estación es tu pasado, no más temor a la vejez, a que los años te coman tu belleza y juventud.

    Te observo calladamente, mientras la transfiguración sigue su curso. Eres igual de bella, hermosa como las noches que se yerguen orgullosas en la eternidad, sin embargo te miras distinta, tu rostro no emana la calidez que atrapó mi atención, estás convirtiéndote en una estatua de cera, bella pero fría, como si tu hermosura se encontrara deshabitada, lejana, extraña.

    ¿Qué es lo que la vida dibujó en tu rostro humano que no percibo ahora?

    Tomo tus delicadas manos y las percibo frías, como las mías, acaricio tus mejillas blanquecinas, antes adornadas de carmesí, también se encuentran frías, como las mías, beso tus labios pálidos, secos también, como los míos. ¡Te has convertido en una masa gélida! Tu corazón, aquel que albergaba amor, pasión y deseos, ahora debe de ser una víscera de piedra, sin calor, sin esperanza, sin todo aquello que te hacía humana y vulnerable.

    ¿Es acaso esa falta de sentimientos una fortaleza? No soy acaso superior a los hombres porque la mente y los instintos de supervivencia son los que me mueven y no lo sentimientos, que inescrupulosos los manejan a su antojo haciéndolos cometer estupideces. No son los sentimientos los que llevan a la humanidad a los pasajes de la desolación y desvarío, mermando la vitalidad de sus días. No son ellos presa de vanidades fatuas creados por los sentimientos de amor desmedido hacia sí mismos, cegándolos hasta hacerlos sentirse parte de la divinidad cuando en realidad no son mas que criaturas abandonadas a su maldita suerte. No son sus temores fantasmas que laceran su corazón con dagas que se sumergen sin contemplación hasta lo más profundo de su alma, transformándolos en roedores timoratos que huyen a la menor provocación.

    ¡Mi dulce niña, ahora eres alguien más elevado! Obsérvame a mí, sin miedos, sin sentimientos que entorpezcan mi camino, mi sed de vivir. Me encuentro vacío de sentimientos, de rencores, de miedos. Solo el maldito hastío pesa sobre mí, solo esas malditas horas que se repiten una tras de otra, iguales, inamovibles, sacadas del mismo molde, donde todo se percibe igual, sin colores, con la belleza marchita, donde ha sido prohibido a mi mirada poder contemplarla. El corazón está seco y frío, los ojos apagados, pero siempre con el tedio de la monotonía. ¡Al fin de cuentas siempre he sido hijo del infierno, escupido de sus miserables entrañas! Me castiga con el hastío y con el dolor, me permite contemplar en sórdidos instantes la belleza en toda su majestuosidad y de pronto me sumerge irremediablemente en este mundo de aridez total

    ¿Por qué las ganas inconmensurables de seguir viviendo? ¿Por qué no apagar de una vez todo resquicio de luz en mis ojos? ¿De qué sirve la eternidad cuando solo es una ruinosa falacia de vida? Solo soy las enormes ganas de vivir sin motivo, de permanecer en la fangosa indolencia por todo. Por eso el apetito de tenerte cerca, a mi lado, de sentir tu gélido cuerpo caminando junto al mío.

    Pero hoy he tenido ese fugaz momento donde presencio la belleza. Este negro corazón siente dolor, su único sentimiento. ¿No es el dolor un reflejo inexacto del amor? Si es así, te amo porque me dueles; ahora lo comprendo. El dolor es la sombra de todos los sentimientos y yo solo percibo esa sombra.

    El dolor es mucho, el amor es mucho. No puedo permitir que sigas mis pasos, no puedo dejarte en este estado de bestia abominable, de desgarradora encarnación alejada de las pasiones que consumen, pero que dan sentido a la vida. No deben tus ojos contemplar el enorme desierto estéril en que vive alguien como yo.

    Tus ojos comienzan a despertar. Estás comenzando a vivir tu martirio, lo veo claro en el reflejo de tus luceros apagados. Sentirás la soledad interminable de mi compañía, cada segundo lo sentirás enormemente atroz, plagado del frío de la nada, del hartazgo de cada visión que tengas, de cada cosa que toquen tus manos, de cada gota de sangre que alimente tu vacío. ¡Soy un vomitado del infierno! Y ahora tu, hermosa criatura, eres mi creación, mi propio vómito.

    Pero tengo dolor por mi mísera vida, y ahora también por lo que he creado. Ven tierno monstruo, ven a mis brazos, te llevaré a donde conozcas tu real sombra, ahora que está comenzando a amanecer, que la luz que brinda calor te queme y volatilice tu inmunda existencia.

    ¡Destrocé a la flor y la convertí en martirio! Haré pues el único acto digno del dolor que me provocas, de esa turbia sombra del amor, te mataré.

    Ven cariño, salgamos a la terraza y contemplemos la salida del sol. Cierra tus ojos si apeteces, mientras te abrazo. Siente mi dolor, que es lo único que puedo ofrecer. No tengas miedo, que vas a un mejor lugar, donde el tedio y el hartazgo no tienen cabida, donde la paz permanecerá en tu corazón. Es lo mejor que con mi dolor te puedo ofrecer.

    ¡No grites, no aúlles pequeña! Toma mi mano y observa este instante de sublime belleza que está delante de nosotros, nuestro destino final, nuestra comunión con la tierra, nuestro retorno a la nada. Ríe y goza nuestra muerte, liberación de nuestra condena, ríe mientras nos desintegramos y caminamos hacia la tranquilidad total, a la paz final, ríe, ríe...

    Parzival
    Última edición por parzival; 18-dic.-2010 a las 23:17
    "La comprensión de que la vida es absurda no puede ser un fin, sino un comienzo".

    Albert Camus

  3. #3
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    Predeterminado

    Acabar de leer la parte II de parzival, tema " Un acto de amor" y recordarme la narracion muy corta, del año 1972, que ayer leí, de Luis Mateo Díez , Premio de la Critica y el Nacional de Literatura 1986 (España)

    Capitulo 3 y último de "Albanito, amigo mío"

    Debía soplar la tramontana o la campana de la ermita del puerto anunciaba los temores de la galerna o yo soñé que en el faro, la tea luminosa del Sotondrio se habia vuelto loca, aquella noche de febrero, la última que estuvo vivo el Albanito.
    Como otras tantas nos encontramos en el Lugones. Tenía yo unas perras de mas y pedí la botella y dos raciones de bocarte. Iba decidido a levantarle los ánimos al muchacho, aunque fuera emborrachándolo. Pero en seguida me di cuenta de que sería imposible, aunque sólo fuese en la efímera alegría de un momento.
    Estaba más ensimismado que nunca y sobrecogido por interminables temblores. Clavados los ojos en el suelo y quebrada la respiracion por una tos seca.
    El Lugones era un arsenal de juerga como todos los sábados, y entraban las mujeres de la calle a preparar el trato con la marinería, abiertas de escote, pesadas de pechuga, pintadas con los coloretes y engolfadas en el aroma de la colonias baratas, pidiendo guerra y ofreciendo la cama para el estiaje en sus pensiones de la calle Nazareno.
    Viendo el fracaso de mi intencion, estuve esforzándome para echar por la borda aquella amistad desesperante, abandonar al Albanito y ponerme al arrimo de alguna de aquellas lagartonas que me lo hicieran olvidar para siempre.Pero cuando andaba en estos pensamientos, la voz del muchacho llegó a mis oídos con el dolorido esfuerzo de las palabras enfermas.
    -Usted me perdone, Braulio, que no acepte la invitación, porque me duele todo el cuerpo y lo más cabal es irme al catre por el tiempo que pueda. No me tome a mal este desaire, porque ya sabe que le tengo como a un padre.
    Le dije que no se preocupara, que lo mejor sería salir un poco a la fresca y virar luego hacia casa. Y por un momento había torcido yo las intenciones y era como si la tea del Sotondrio me iluminara la cabeza, alumbrando lo que debía hacerse en un caso así.
    La noche me clavó el mal pensamiento y el azote de un orvallo frío y monótono afiló la tensión de mi cuerpo disponiendo las cruzadas emociones que se urdían entre las gotas de la lluvia, como si fueran gotas de lágrimas pesarosas e irremediables.
    Estaban perdidas casi todas las luces por los bajos del puerto, y la campana de la ermita volteaba en el silencio del barrio de los pescadores.
    Yo acariciaba las cachas de la navaja en el bolsillo, y lo hacía con una suavidad cariñosa, igual que sobo el lomo de los vasos antes de apurar el último sorbo del último vaso de cada día.
    Llevábamos un buen trecho andado por aquellos recovecos, cuando le dejé adelantarse un poco. Saqué la navaja y la abrí al medio, amortiguando el ruido de los muelles. El Albanito se volvió y me fue difícil distinguirlo entre el perfil de la negrura: apenas los ojos salpicados por algún fulgor lejano, con toda la tristeza de su pobre vida.
    Me lo eché encima y le di seis tajos por arriba del vientre, seguidos y colmados, de forma que la hoja quedara a rebosar.
    No hubo el más leve gemido.
    Las manos del muchacho se agarraron al pecho, donde quedaba clavada la navaja, y parecían hacer fuerza hacia dentro en mi mano.
    Luego lo tuve sujeto entre los brazos durante un largo rato, soportando el ahogo de la respitación que iba aquietándose hasta desaparecer, acariciándole la frente,y en mi cara las gotas de lluvia juntaban definitivamente con dos lágrimas rotas por la ternura de una emoción que no se puede explicar.
    Cuando lo dejé en el suelo ya estaba muerto. Limpié la navaja y la guardé en el bolsillo.
    Arrodillado un momento descubrí los ojos abiertos y fijos que tenían prendida la tristeza de su absoluta resignación, y fue entonces cuando mis lágrimas brotaron rabiosas y abundantes.
    Un temblor infinito anidaba en la yema de mis dedos cuando toqué sus párpados y los fui cerrando.
    Aquella noche volví a la taberna del Lugones y estuve solo y embargado en la misma mesa donde había quedado intacto el vaso del Albanito, empeñado en terciar la botella apenas encetada.
    Y todavía ahora, que tengo en la vejez el solitario afán de desenterrar tantos recuerdos, apenas este del Albanito me llega como una mansa estela que no consiente en acusarme.
    Yo sé con toda certeza que él se fue agradeciéndome aquellas puntadas definitivas, y que esa muerte no tiene el desamor de otras muertes así, que corren por las crónicas de sucesos, sino la ternura desesperada de una amistad que todavía guardo en el corazón.
    Última edición por gabagaba; 05-dic.-2010 a las 17:29

  4. #4
    Fecha de Ingreso
    14-julio-2009
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    In the Court of the Crimson King
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    Predeterminado

    Gracias por tu tiempo y por leerme Gabagaba, el fragmento de obra que publicas me gustó. Lo que escribe Luis Mateo a veces resulta tenebroso y pareciera contradictorio, mas sin embargo deja mucho a la reflexión.
    "La comprensión de que la vida es absurda no puede ser un fin, sino un comienzo".

    Albert Camus

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