Durante largo tiempo silenciado el lamento y acallado el rugir de los tambores hacia el camino de la libertad. Viciado el sonido por el inmenso ruido de sables y mandobles, épicas hazañas de vanidad.
Invoco aquí y ahora a vuestros corazones, amantes, nobles y sin mezquindad. Prestos estad a sentir la llamada hace demasiado tiempo demorada.
Tomad el viento, coged las nubes, bailad el vals entre vosotros y las olas. Redoblad el son de vuestro rumbo de felicidad. Sentid el futuro, amad la hora en que se impone vuestra voluntad.
Huid del daño, de las palabras que ensucian y empozoñan la dulce melodía, brillad cual sol de mediodía. Apagad la oscuridad, cubrid el monte de nuevas flores, el cielo, con más luceros y permaneced vigilantes ante la amenaza de la vuelta del ensordecedor ruido con el cual no hay quien se entienda.
Escuchad de nuevo la vieja y nueva melodía. Volved a sentir la llamada y despertad del profundo aunque pesado sueño, despertad de la pesadilla, de la reedición del pasado. De la pasividad de quien escucha llover como si fuera la primera vez, rebelaros, decid no a la hazaña, sed protagonistas de vuestra propia historia. Apelad a los profundos sentimientos, eludid la superficie, zambulliros en el mar cual tritón o sirena que abandona el canto solitario y regresa a casa con la nueva empresa.
Dejaros acariciar por el son. Estremeceros ante su fluir constante. Sed sus emisarios y barred por fin la dictadura del pasado y del presente. Mirad alante, sin orgullo del pasado, carentes de épica, dóciles pero firmes. Suaves pero claros. Gritad de nuevo el derecho, volved a llamar la atención del hombre hacia su sensibilidad.
Venid y conquistad lo que es vuestro por derecho y realizad la única hazaña digna de épica narración.