Bajo la ausencia de medios para hacer posible la extensión de la filosofía liberal en España, el "invierno mediático" al que la incorrecta política de protección del monopolio informativo del socialismo felipista en la administración Aznar, y el relanzamiento del socialismo más radical y manipulador heredero del poder de las bombas del 11 de marzo, han llevado ha estigmatizar la filosofía liberal como una filosofía de extrema derecha.
La sociedad española en general no sabe, por ejemplo, que la primera vez que se hizo realizable la filosofía liberal, fue precisamente aquí, en las Cortes de Cádiz de 1812 cuando el pueblo aún resistía numantinamente la iniquidad conque sus soberanos habían entregado la soberanía al imperio napoleónico.
Seducidos por las corrientes filosóficas inglesas de Adam Smith y Jonh Locke, que se concentraron en colaboración con la resistencia popular al imperialismo napoleónico, las Cortes constituyentes de 1812 dieron a luz el primer texto liberal de grado legislativo que fue la Constitución de 1812 y que popularmente se llamó "la Pepa" por haber sido aprobada un 19 de marzo de dicho año. En ella se reconocía tanto la soberanía nacional como la división de poderes así como el derecho de sufragio, si bien aún las circunstancias sociales restringian derechos que hoy, a dios gracias, disfrutamos con normalidad como corresponde a la evolución de las sociedades modernas. También se recogen las atribuciones y sanciones de los monarcas, que seguían ostentando el derecho de promulgar leyes.
La historia quiso, después, que otros intereses desviaran el espíritu liberal de esa constitución y que de nuevo volviera a España el absolutismo, pero la impronta y la filosofía liberal siempre estuvo ya presente en la evolución histórica de la sociedad española. Esta evolución histórica nos trajo al convulso siglo XX donde, las nuevas corrientes marxistas contagiaron de nuevo al pueblo llano, que lógicamente, vió en el comunismo una manera de salir de la opresión del absolutismo y totalitarismo heredado del siglo XIX. En España, el creciente poder comunista, así como la reacción autoritaria de la derecha dieron con una guerra que se tradujo en más de 40 años de silencio popular.
Tras el espíritu de consenso posterior a la muerte de Franco, los españoles tuvieron acceso, mediante la constitución en vigor, a un estado moderno y democrático en el que la moderación y el respeto mutuo chocaron con el eterno complejo histórico y el revanchismo, así, tras un breve periodo de gobierno de la Unión de Centro Democrático, herederos de los gobiernos reformistas preconstitucionales del régimen franquista, los españoles prestando oídos al complejo histórico, decidieron hacer un giro hacia la izquierda dando lugar a un periodo de oscuridad democrática basada en el intervencionismo económico primero, en la crisis económica después, y finalmente en la corrupción y el escándalo político que, como no pudo ser de otra manera terminó por derrocar el felipismo. Durante este periodo, la derecha acomplejada de la UCD terminó por autoconvencerse de que no eran ellos los causantes de los errores históricos, y previa desaparición del partido y trasvase a Alianza Popular, partido más escorado a la derecha, pero que bajo presidencia de Jose María Aznar comenzó una renovación del autoritarismo de la vieja guardia franquista al neoliberalismo de nuevas figuras que nada tenían que ver con el franquismo e incluso, en algunos casos, eran procedentes del desencanto de las ideas comunistas. El hartazgo de la sociedad española por la corrupción política así como la renovación plausible de la derecha, que empezaba a sacudirse los complejos, llevó al poder al Partido Popular cuya primera legislatura se centró, únicamente en el levantamiento de la economía depauperada heredada del felipismo que ponía muy en peligro el mantenimiento de España en primera linea de la construcción europea. Mediante el cumplimiento del tratado de Maastrich y de la cifras de cohesión, el primer gobierno Aznar obtuvo la consecución de una de las primeras promesas electorales, lo que más tarde se convertiría en uno de los mayores éxitos de su periodo de gobierno. Pero junto con los éxitos en la economía, gracias al nuevo pacto social, a la privatización de empresas estatales esencialmente deudoras y a la austeridad del gasto, el gobierno popular incumplió flagrantemente la promesa electoral de perseguir la corrupción anterior y restaurar la legalidad en cuanto al asalto de la justicia acometido por el felipismo, que nombró a dedo a los jueces, cambió el código penal que promovió más el crimen organizado, provocó anulaciones de jueces por prevaricacion sin pruebas de ello y finalmente no cumplió las sentencias judiciales por las que se devolvían bienes a determinados sectores liberales expropiados por el socialismo durante el anterior gobierno.
Estos hechos no pueden dejarse de lado si queremos comprender la segunda legislatura Aznar, ya que la mayoría absoluta obtenida, producto tanto de la crisis presidencial del partido socialista por el abandono de Felipe González de la dirección del partido como de la correcta política económica reconocida en todo el mundo, permitió a Aznar ejecutar una política más autoritaria y según avanzó la legislatura, más desapegada del interés general. La incorrecta gestión del "decretazo", por el cual el gobierno hacía obligatorio el trabajo al recibir una tercera y última oferta de empleo, si bien podría ser aplicable, nunca como imposición y en contra de los sindicatos, con lo cual se cargó el pacto social éxito de la legislatura anterior y provocó la primera huelga general y única de su gobierno. El famoso complejo se le reapareció, y tras quitar importancia a la huelga el gobierno retiró su decreto. La guerra de Irak, desaprobada por la mayoría de los españoles, pero necesaria para la paz mundial, encrespó a la opinión pública, que fue más tarde, sensible a la manipulación de la catástrofe del Prestige y después tras el 11 de marzo y más bruscamente, porque se redujo el periodo de influencia y la virulencia de la manipulación mediática del poder fáctico de PRISA, que siempre fue amparada por el paraguas del complejo histórico de José María Aznar y un amplio conjunto de la derecha española que se hace más plausible entre los sectores más autoritaristas del Partido Popular llevó a la opinión pública a una decisión poco meditada y excesivamente sentimental y por tanto érronea ya que pensaba que Aznar era el culpable de los atentados, cuando no lo era, y porque creyó castigar a Aznar negándole el voto, cuando el ya no se presentaba a las elecciones.
Después el tiempo nos ha demostrado la incapacidad política de Zapatero, el cual en sólo dos años y medio supera en mucho los errores graves que tanto González como Aznar han cometido, no estaba preparado para gobernar, que fue presidente sorpresa del partido socialista tras la caída de Almunia y Borrell, y lo volvió a ser del gobierno de España tras las bombas terroristas que se cocinaron en Asturias, se ocultaron en miembros de la Benemérita y de la policia Nacional, lo que a no pocos nos recuerdan las triquiñuelas asesinas de la Banda de Interior cuya "X", el señor Aznar tampoco contribuyó a desvelar.
Pues bien, Aznar destruyó el liberalismo haciéndolo suyo, y PRISA lo remata hoy mediante amenazas, insultos interesados, y estigmatizaciones imaginarias basadas en el rencor, la venganza y el miedo a la verdad. Sólo el liberalismo puede ser un medio de convivencia válido en el mundo moderno, porque respeta a los individuos, los iguala en derechos y deberes y les otorga la posibilidad de saber que su libertad les es inherente. Esto no es ni de derechas ni de izquierdas, por mucho que así lo piensen tanto populares como socialistas. Es un sentimiento que está en lo más profundo de los que de verdad nos sentimos herederos y orgullosos de nuestra propia historia. Los que no huímos ni de la verdad de ayer ni de la de hoy, seremos capaces de convivir en el futuro, por mucho que se nos insulte, nosotros no somos las víctimas.