La predisposición de los días de verano a pasar
desapercibidos es completamente nula y por ende,
me veo obligado a tomar medidas al respecto.
No puedo pasar tres meses viendo como mis sentidos
van perdiendo agudeza. Voy a mi cuarto, busco toda
la ropa de abrigo que tengo, elijo unos cuántos libros,
no importa cuales siempre y cuando sean de literatura.
Armado ya con todo mi equipaje subo las escaleras hasta
la terraza pero, justo cuando estoy por llegar me sorprende
el guardia del edificio. Sentado en el último escalón,
acomodando unos papeles en una carpeta puesta dos
escalones abajo. El encuentro inesperado me provoca un
sobresalto y dejo caer algunas de mis pertenencias que
ruedan escaleras abajo pero esto no parece afectar en lo
más mínimo la tranquilidad de este hombre y sin dirigirme
la mirada y con voz serena me pregunta:
-¿Escapandote del verano otra vez, intento de ser humano?
-Mis asuntos no le interesan- Respondí.
-Realmente no. No deberían pero hay que detenerse a
pensar por un momento en esto: Las tiendas están llenas
de artículos de la temporada, los lugares destinados al descanso
ya abrieron sus puertas ¿realmente defraudarás a todas esas
personas huyendo como en cada verano para regresar otra
vez en invierno, oculto entre la bufanda y el sobretodo, la gorra
y los guantes, en silencio, como llega un esposo después de asquearse
de la bebida y la música fuerte?
-Sí- Le respondí sin más ni menos.
-¡Pero quien te crees! ¿Cómo desprecias así la felicidad que
te ofrece tu gente?
-De estar en el lugar que le corresponde, con mucho gusto respondería
a su pregunta pero, resulta que está del lado equivocado que
requiere su función -y continué- ¿Cómo se atrave usted, más bien,
a abusar de la confianza que genera en su función y venirse tan arriba?
El hombre se rascó la cabeza algo confundido. Miré hacia los costados
buscando la forma de aturdirlo más y proseguí:
-¡Si hubiera estado ahí abajo para ayudar a la mujer que fue asaltada
yo le habría respondido eso y más, a usted, a la ciudad, al mundo!
-Está bien. Ya sé qué quiere decirme -me respondió- ¿Pero, qué puedo
hacer?
-Darme lugar para que me vaya.
-Claro.
Y haciendose a un costado para darme paso me preguntó:
-¿Hacia dónde se va esta vez?
-Bueno, cuando llegue hasta el círculo polar ártico me voy
a decidir.
Llegué a la terraza y di inicio a mi viaje. Me estaba elevando
cuando la puerta se abrió violentamente. Era el guardia que
traía algo entre las manos. No sé qué era, quizás algo que se me
había caído por las escaleras al encontrarme con él pero ya estaba
muy alto como para oirlo, solo podía verlo gesticular con desesperación
y a los pocos segundos no lo vi más y me hice a las nubes