Muchos gays detestan su soledad, pero no quieren estar "con cualquiera": Quieren un novio guapo.


Quieren príncipes, no personas. Quieren que los modelos de las publicidades de las revistas cobren forma tridimensional y los inviten a tomar el mejor café de sus vidas al borde de un lago fascinante. Todos quieren eso. Todos, o casi todos, hemos caído en la trampa y elevamos nuestro nivel de exigencia. ¿La epidemia de histeria y de superficialidad nos invade, nos cubre como una nube gigantesca a muchos gays de veintipico? A veces pareciera.


Todos quieren todo: lo quieren para ellos y lo quieren para su imaginaria media naranja. Hay que ir al gimnasio, ser cool, tener un departamento muy art-decó, no ser frívolo pero tampoco tan intelectual, hay que estar a la moda pero no parecer hueco. Todos –o casi todos– quieren a la felicidad pero ¿no la buscan en los lugares más inapropiados y de las formas más banales?


Muchos gays detestan su soledad pero, al mismo tiempo, no “estarían con cualquiera”. Es comprensible. Ya lo dice aquello de mejor solo que mal acompañado. Pero el problema es cuando “no estar con cualquiera” significa evaluar a alguien con un microscopio, haciendo la lista de pros y contras. El amor no va a salir de un casting. Eso, seguro.


Pero todos quieren todo. Ya no alcanza con conocer a alguien y descubrirlo en la complejidad de toda su persona, desde la cama hasta el mal humor, desde su ternura hasta sus locuras. No. Primero parece que EL candidato debe ser revisado casi de modo clínico porque debe tener TODO. Porque... todos quieren todo.


En una época en la que se reclaman tantos derechos, en un momento en el que el matrimonio gay está en el centro de todos los debates, yo sugiero volver unos pasos hacia atrás y pensar el hecho de ser gay, mucho más acá de la unión civil y más allá del consumo y las exigencias superficiales. No es sólo que todos no pueden tener todo, es tan simple como que ninguno lo tendrá todo.