Y ya que estamos en los días del festejo de la bandera, ¿por qué no recordar una vieja historia?





Aciago día el 27 de Octubre del año de 1914. Se arma un borlote en el Teatro Morelos de la ciudad de Aguascalientes. El motivo: se lleva a cabo una de las reuniones de la Soberana Convención de Jefes Militares y Gobernadores de los Estados con el fin de debatir y pactar sobre los diferentes temas propuestos desde el inicio de la lucha. Reparto agrario, legislación del sufragio, instauración de juntas de gobierno, desmovilización de ejércitos. Un montón de soldados improvisados se agolpa a las afueras del edificio para estar a punto de llamada de sus jefes.

Pero dentro, los hombres más impensables -rancheros, cuatreros, maestros rurales, campesinos, pequeños terratenientes, comerciantes, artesanos y obreros -son los que ocupan las butacas que un par de años atrás recibían a la élite política. Han acudido ridículamente pulcros, saturados de perfume y lavanda para aparentar que no son soldados teñidos del rojo y el acre de los campos de batalla y para quitar de sus ropas el olor a pólvora y ollín. Están en la sala mayor más de setenta funcionarios entre gobernadores interinos, suplentes y secretarios, así como también los dueños de la palabra; el General Obregón y sus partidarios del Occidente se encuentran relegados en el ala angosta, pues se han visto desplazados por los convencionistas partidarios de Francisco Villa. Entre estos dos grupos se ha provocado demasiada polarización. Los obregonistas, compuestos por pequeños terratenientes y comerciantes, más partidarios de las medidas procurantes y positivistas, han despertado un recelo entre los villistas, hombres avocados a la caballería y el ímpetu, personajes tan variopintos como discordantes en la escena teatral. Algunos villistas son forajidos y delincuentes de renombre, como Urbina, Chaos, Baca o el mismo Villa. Carranza no asiste, ya que teme un enfrentamiento posible si los díscolos villistas toman el partido del Agrarismo suriano.






La Soberana Convención de Aguascalientes tuvo, como primer punto de reuniones, el Teatro José María Morelos de Aguascalientes, encabezada por Eulalio Gutierrez, designado Presidente Interino por presión villista. Gutierrez era poco más que una marioneta en las manos de Pancho Villa, quien era el verdadero orquestador de las fuerzas armadas, incluso, muy a pesar de Carranza y Obregón. Destacados funcionarios estaban en la corte villista, mas aún así la división los fragmentaba. Al contrario de los constitucionalistas, los villistas se componían de “frescos” y “colorados“. Muchos magonistas y blanquistas se habían incorporado en las filas intelectuales de Pancho Villa, dotando de un papel secundario a los militares interesados. Hombres con verdadera carrera militar como Felipe Ángeles y Manuel Bonilla desplazaron a improvisados como Pánfilo Nátera y Sebastián Urbina. Se acercaba la hora de conciliar y enarbolar verdaderos planes ideológicos, y de dejar parcialmente de lado las campañas militares.

Con Felipe Ángeles y la camarilla de estrategas políticos se había logrado, para bien del Villismo, la unión de los mandos de la División del Norte, la consolidación de una fuerza de artillería de primer nivel, la estructuración de planes tácticos y el acercamiento para con los guerrilleros del Ejército Libertador del Sur. Era un gran logro comparando la enemistad que separaba a los norteños de los sureños y que amenazaba con recrudecer la guerra y desgajar el país una vez más ahora en dos bandos identificados: agraristas y antiagraristas.

El Plan de Ayala enarbolado por Emiliano Zapata y los sureños demandaba serias pretenciones sobre la Reforma Agraria y la Abolición de la Propiedad Privada. Los “colorados” que habían permanecido en pie de lucha después de la caída de los Flores Magón y el Club Ponciano Arriaga encontraron cobijo entre las filas zapatistas, y no solamente eso sino que también se les dió lugar en la redacción del Plan de Ayala.

Uno de sus principales promotores -tanto del zapatismo como del Plan de Ayala -era un antiguo seguidor de los Flores Magón e integrante del PLM -Partido Liberal Mexicano -de nombre Antonio Díaz Soto y Gama, un viejo militante del Club Ponciano Arriaga que ya había protagonizado varios altercados desde una década antes del comienzo de la guerra. Participó en el Congreso Liberal de la Ciudad de México, en la edición del 5 de Febrero de “El Hijo del Ahuizote” -manifestación contra las últimas reelecciones y represiones del gobierno porfirista -, en los movimientos obreros de Cananea, en los clubes liberales de San Luis, Missouri y en la toma de la Baja California, entre otros movimientos revolucionarios. Estaba influenciado enormemente, como todos los magonistas, por las ideas anarquistas y socialistas de los pensadores rusos y franceses de finales del Siglo XIX. En Octubre de 1914 se encontraba entre las filas zapatistas y era uno de los pilares intelectuales, tanto así que tomó un lugar destacado en la comitiva que asistiría a la Convención de Aguascalientes en representación de Emiliano Zapata.