“De todo lo escrito yo amo sólo aquello
que alguien escribe con su sangre.
Escribe tú con sangre:
y te darás cuenta que la sangre es espíritu”

F. Nietzsche. Así hablaba Zaratustra.

Ayer en la noche, por casualidad, el dedo índice de mi mano derecha tocó accidentalmente el botón de apagado del control remoto de la TV. En ese momento me percaté del silencio que reinaba en la habitación. Era un silencio casi sepulcral. Al apagar el aparato me dí cuenta también de la oscuridad. Quedé inmerso en ese silencio y en esa oscuridad… con los ojos abiertos y los oídos atentos a cualquier sonido. Con los sentidos alerta. El único movimiento era el de mi corazón y casi podía sentir la sangre recorriendo mis venas.
Fue instantánea la sensación de sosiego que me invadió. Así de formidable es el efecto que tiene en mi la combinación de la soledad, el silencio y la oscuridad…
Fue reconfortante encontrarme con mis pensamientos. Durantes los últimos días he estado tan inmerso en cosas del mundo que había olvidado cuán grato es darnos un momento a solas y reflexionar.
Mis reflexiones iniciales giraron en torno a la tristeza, en cómo poco a poco se ha ido aplacando esa melancolía que el (des) amor me dejó. Mi corazón no está sano aún, y no lo estará jamás, pero el tiempo hace maravillas. Luego pensé en cómo esa tristeza profunda había agudizado en mi la percepción de la vida y en cuán fácil era verter en el papel lo que sentía en los instantes de mayor languidez. Escribir era lo que hacía más tolerable mi desventura.
Una idea lleva a otra y mi siguiente meditación me hizo ver que sólo cuando los sentimientos son pesados y fuertes es cuando tengo entereza para escribir, es mi manera de digerir las penas, es mi manera de escribir con sangre.

Largo rato estuve tendido en la oscuridad escuchando lo que no se escucha y pensando en mis escritos, en que están hechos con sangre... Son mis penas, son mis dolores, ahí no se encuentra felicidad, no hay rastro de ella. Lo más cercano a la dicha es la nostalgia, nostalgia teñida de olvido…
Cuando el sueño estaba por vencerme, me prometí a mi mismo plasmar lienzos con tinta sangre y dejar mi espíritu estampado en ellos. Me prometí no dejarme vencer por el “cualquiera puede escribir”

JAA (Nietzscheano)