Te veo y lo primero que se me viene a la mente es
una tierra bañada de hierba y sol.
Una tierra que se asemeja a la paleta de un pintor
que regala los atardeceres con más colores que
el propio asombro de verlos.
Una tierra en cuyos ríos mansos, transparentes,
pequeños peces esperan a que despierte un antojo
para salir a buscarlos en lo más profundo.
Donde el plumaje de las aves está formado por cada
anhelo cumplido.
Donde las noches son cálidas y al ritmo del canto
de la brisa que por momentos pasa, el polen se
desprende de las flores y como minúsculas estrellas
fugaces brillan y flotan en la oscuridad.
Donde las lluvias suavizan la piel. Tienen un sabor
dulce que se mimetiza con tus labios.
Donde la luna pretende alcanzar el brillo de tus
ojos y se prende de tu cuello haciendo juego con tu
sonrisa. Collar de las fantasías sobrecargadas de
realidad.
Te veo y el alma y el corazón se me empapan
de Edén.