Apareció un velero lleno de viento, brillando al sol, el bergantín-goleta avanzaba ignorando los peligros, hacia un nuevo destino, con la tripulación algo ansiosa por llegar a algún puerto seguro.
La valiente capitana cogió el timón cerrando los ojos, la bitácora mostraba de forma clara lo temperamental de aquel oleaje danzón nº2 tan espectacular que daba gusto escucharlo con fruición aunque también provocaba un pánico desmesurado a lo 'Stephen King', mostrando un panorama idílico pero agotador que les fortalecía las membranas acústicas para escuchar mejor la música clásica y la atonal salpimentada con dodecafonismo un poquito dulce a ratos serial y otros amargo. Aunque de repente oscuras nubes aparecieron en el horizonte, la capitana decidió prepararse para la gran travesía por 'el Aqueronte' sin Caronte que les llevaría, bordeando el abismo oscuro y lejano hacia el lugar de malos hábitos y laxas leyes. Por eso ahora comemos una pizza, ojalá no vegana, o mejor sí, aún mejor, ambas. Pronto anochecerá y sonarán las campanas de la Catedral que se oyen: campanadas a medianoche: nació la nación donde los piratas de boca pintada y parche decorativo comían y bebían ante las miradas curiosas de las damas de pipa que habían interrumpido la escena tan reflexiva del orondo y fornido comandante por su bravura y su habilidad con la espada para cortar sandías en suculentos trozos y dárselos a la chica que bramaba de hambre: Genoveva de Brabante cuyos hermosos ojos llenos de lágrimas recorrían su rostro cubierto de sal rosa del Himalaya dejando su piel opaca y lascerada pero terriblemente bella; los caballeros deslumbrados lucieron gafas oscuras último modelo Rayban bifocales para bisexuales compradas en la