Había una vez un hombre de paja enseñando falacias que aprendió en un foro especial de gays alterados. Te enseñaré, dijo, lo que aprendí anoche con mis exhaustivos estudios en meditación sin pantalón, al amigo Paco (así le llamo...) de manera despectiva. Lo primero que se le ocurrió fue bajarse los tres escalones que daban al sótano del noveno piso, secreto lugar donde Gabin sonríe siempre cuando le tocan "Hotel California" tema que le recuerda épocas de la preparatoria, cuando las chicas eran menores aún y los pantalones dejaban adivinar la cantidad de dinero en sus bolsillos y, otras cosillas como ser la mucama del señor dueño del hotel en donde nos hacíamos la paja (?) en ojo ajeno, como decía mi profe de matemáticas, el de piernas admiradas por las alumnas de su clase para ciegos que sólo ven con sus manos suaves y sin nada de grasa y que todo es oral.
Afortunadamente, Gabin volvió a tocar su guitarra despojado de ropas en las extremidades, corriendo por pasillos, gritando: ¡LA AMO! Pero se detuvo ante Violeta, que lo veía detenidamente de arriba abajo, de abajo arriba, queriendo entender su desesperado grito emocional, pero sin lograrlo