(Publicado en diciembre de 2006)

Según mi criterio, existen dos razones para ser fiel. Una de ellas es por principios, que pueden ser de variada procedencia; por ejemplo los principios religiosos, donde el matrimonio practicado somete moralmente a la pareja a la fidelidad, de tal manera que si alguno de ellos es infiel, el "tormento moral" no se deja esperar.
Otro tipo de principios son los de educación, los de moralidad y la combinación de todos ellos. También el convencionalismo social juega un papel importante, puesto que desde que fue instaurada la propiedad privada, los conceptos de monogamia y herencia de bienes materiales, están íntimamente ligados.
La segunda razón para ser fiel creo que es el amor. A mi juicio ésta es la razón más válida para serlo, puesto que en una situación de verdadero amor, todo lo que puede añorar el enamorado lo encuentra en su pareja. Para ese enamorado su mujer tiene la proporción física, la belleza, la nobleza y todos los atributos en la cantidad precisa y necesaria para él. No requiere de más, porque en su pareja se sacian todas sus hambres, sed y añoranzas. Sin embargo, creo que encontrar el amor es una rareza, y encontrarlo fluyendo en ambos sentidos creo que es mucho, muchísimo más difícil.
¿Qué porqué es así?, no alcanzo a entenderlo. A decir verdad, me gustaría estar equivocado en esa aseveración; pero la realidad me induce a darla por válida.
En tanto hay que analizar la realidad, y ésta no es congruente con la utopía del común de las personas. De los pocos matrimonios donde se guarda fidelidad, la mayoría la guardan por principios. Los menos, son fieles por amor; aunque de cierto hay matrimonios donde uno ama y el otro corresponde por principios, así que las cosas también funcionan con armonía.
Entender todo esto no es complicado, es una de esas verdades que no se dicen y que todos intuyen de alguna forma. El común de la gente prefiere los oídos sordos y la clandestinidad, para dar rienda suelta a su naturaleza; porque creo que a fin de cuentas es un asunto de naturaleza. Y para explicarlo es necesario entender primero que el ser humano es dos entes: el animal y el espiritual.
El ente animal padece lo material, las pasiones y el miedo propio de un animal en búsqueda de supervivencia y de placer. Porque en resumen supervivencia, placer, dolor, evasión y muchas otras conductas y acciones, son parte del mismo vivir animal. Digamos que el ser un ente animal, es pensar primero en sí mismo y a partir de ahí, pensar en el resto de mortales.
El ente espiritual es la parte mas bella y perdurable del hombre, y para no complicarlo lo voy a resumir en que es el pensamiento humano desde la perspectiva del todo. Se ve al hombre como un grupo de individuos que buscan algo, que tienen necesidades y que son parte inherente de uno mismo. Uno no escapa de ellos, ni ellos escapan de uno. De tal manera que se crea un compromiso de andar juntos en el camino de las virtudes, dando la mano al que se va quedando atrás y apenándose con sinceridad por los que van quedando irremediablemente perdidos.
Así pues, ser un ente animal es algo natural; es lo primero con lo que cualquier individuo se encuentra en la vida. Pero muchos van espiritualizándose al correr del tiempo, de las experiencias y de la liberación de su conciencia. Por ello, nadie es culpable del todo de sus errores. Una sociedad sabia no sólo sabe de esto, sino que crea una serie de condiciones para dar libertad a cada cual, independientemente del grado de animalidad o espiritualidad en que esté.
La sociedad actual aún no alcanza la sabiduría, pero es muy posible que la alcance algún día. Hay gente trabajando en ello.