A mediados de los 80 "Hugo Flores" vendía posters en varias ferias libres. Los afiches mas requeridos eran los de un entonces negro y crespisimo Michael Jackson y los de un Luis Miguel, adolescente, sin señales de músculos y sin ese color Zapllo que su cara agarro a fines de la década. Curiosamente, en el tercer lugar de las preferencias de los clientes de don Hugo no figuraba un ídolo pop. El otro poster que arrasaba en las ventas era uno que pasaría a la historia "freak" chilena, como El Niño que Llora.

Indiscutiblemente triste, el cuadro de aquel llorón rubiecito y de ojos azules, por alguna razón gustaba mucho a los clientes de las ferias y había semanas en que se vendía como pan caliente. Durante años, la imagen del pequeño de las lagrimas peleo codo a codo en el ranking de ventas contra el rey del pop y contra la entonces promesa de la balada latina. Pero esa conmovedora sensación que inspiraba el pequeño, se esfumo de un minuto a otro. Un rumor empezó a correr, poderoso e imparable, y termino por convertirse en mito. Y como tal, mientras mas se ventilaba, mas versiones generaba:

1. El cuadro, del que también se vendían reproducciones en oleo en la Plaza de Armas y en algunas pinacotecas, traía mala suerte. Las familias que lo llevaban para decorar sus casasse peleaban o vivían catástrofes.

2. De medianoche, el que quisiera, podía hacer pacto con el mismísimo . Había que invertir el cuadro para lograrlo.

3. Si el cuadro se giraba en 90 grados, era posible ver a una figura monstruosa que aparecía devorando al pequeño. Esto demostraba supuestamente el carácter maléfico de la pintura.