Mis pensamientos se encuentran dispersos en el paso de mi visión:
Algunos persiguen tu recuerdo, cansados, heridos, asfixiado en llanto...
Otros, ausentes, inertes penetrantes de este silencio que comienza a quemar mis cuerdas vocales, que empiezan a abrir un agujero en mi pecho.
Mis sentimientos navegan en el mar de mis ansias,
Encerrados en una botella, con los ojos vendados, persiguiendo tus costas con su olfato.
Mi alma pasó a ser parte de los marcos de la ventana en la cual siempre apoyo mis brazos esperando ¡ese no sé qué! que pueda despegarla de la madera y devolverla a mi cuerpo,
Que de a poco se va deshaciendo entre los cuatro puntos cardinales,
Como un puñado de polvo arrastrado por el viento de los suspiros.
Y en el cielo las gigantes nubes se entristecen al ver mi rostro,
Sus lágrimas corren lejos hasta llegar a mis cabellos estáticos como mis palabras,
Nadie vendrá a saludar mis mañanas, nadie estará para adormecer mi oscuridad, y mis estados catárticos ya no son suficientes para mantener mi cordura equilibrada.
¡Corre corre ironía de mis días, se libre entre las costas de mi imaginación!
¿Dónde están, días de cosecha de abrazos?
¿A dónde fueron, noches con pupilas amadas por estrellas?
Los altivos del resentimiento se deslizan bajo mi piel y van abriendo surcos por donde se abre paso un agua verde que me ha de tornar a la nada infinita.
Y tú,
¿Me podrás sentir?
Podría sellar mis ojos eternamente, pero entonces, ¿como observaría bajo el sol si tus pasos por fin llegan en mi búsqueda?
Si ni siquiera mis oídos están intactos, los perdí, cuando explotó mi corazón.