Caen bloques de hielo en España[TEXTO]
Caen bloques de hielo en España
Por Rubén Morales
Un cable de la agencia EFE comenzó informando que el lunes 10 de enero de 2000, Antonio C. estaba tomando su primer café de la mañana en un bar de Tocina (Sevilla) cuando un bloque de hielo de entre 3 y 4 kg. cayó con estrépito sobre su automóvil Fiat Uno, abollándolo y rompiendo el parabrisas. El trozo de hielo quedó tirado en la calle y cuando llegó la Guardia Civil ya pesaba menos de un kilo, aún a tiempo para enviarlo al Instituto Nacional de Meteorología (INM). El enigmático proyectil parecía quemar en las manos de los desconcertados meteorólogos, quienes resolvieron desembarazarse del problema derivándolo al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Se sabe que también intervino un juez, aunque no se conoce su veredicto, y tampoco se conoce la posición de la empresa aseguradora del automóvil...
La noticia hubiera quedado como un recuadro pintoresco en la sección misceláneas de los periódicos, pero el destino quiso que los bloques de hielo se obstinaran en seguir cayendo en diversas localidades españolas.
El CSIC asumió la investigación oficial de los hechos movilizando a sus hombres para estudiar el fenómeno. La precipitación de granizos gigantes se incrementaba como bola de nieve -valga la metáfora-, en sólo una semana hubo más de treinta denuncias, a las dos semanas ya se hablaba de 50 casos, muchos de ellos fraudes y bromas.
Los medios de prensa daban indicaciones prácticas acerca de cómo guardar los trozos en el congelador doméstico hasta que llegara el geólogo comisionado por el CSIC, Jesús Martínez Frías (¡nada mejor que un Frías para investigar hielos!), quien recorrió el país con una conservadora portátil en la mano -cual heladero ambulante- para colectar los fragmentos.
El hecho de que el fenómeno se limitara a las fronteras de España dirigió las primeras sospechas hacia los organismos aeronáuticos: Hasta el presidente de Iberia, Xabier Irala, tuvo que salir a dar explicaciones al periodismo mientras los funcionarios de la empresa de aeropuertos se veían en la incómoda obligación de declarar que no era su costumbre vaciar alegremente los inodoros de los aviones en vuelo. Recién se tranquilizaron el 23 de enero, fecha en que el fenómeno se extendió a Italia cuando un granizo de 5 kilos cayó en el patio de una escuela, cerca de Padua.
Entre tanto, el frío invierno europeo facilitaba la tarea de los bromistas que sacaban nieve sólida de las montañas para luego arrojarla en algún poblado y sorprender a los incautos...
Una de las primeras complicaciones anexas fue que el nuevo fenómeno no tenía nombre, era literalmente "no identificado", los bloques caían de modo individual sin que hubiese tormentas, así que se los etiquetó con términos curiosos como "aerolitos de hielo", "astrohielitos", "hidrometoritos" y "frigolitos".
Por algún motivo, los ufólogos españoles se abocaron al tema con empeño, como si formara parte de su objeto de estudio, pese a que no se conocen abducidos que hayan visto heladeras o frizzers dentro de las naves alienígenas. La verdad es *pensándolo de nuevo- que no les vendrían mal esos electrodomésticos para conservar las biopsias de sus sufridas víctimas raptadas y también para elaborar helados de frutilla, tan gratos al paladar de los ET según decían muy seriamente los documentos del MJ-12.
Por su parte, los grupos escépticos se divertían dando instrucciones por Internet sobre cómo fabricar un granizo gigante en el congelador de su casa, en tanto el sensacionalismo apocalíptico interpretó al nuevo fenómeno como señales enviadas por el Cielo, y los redactores de revistas subrayaron en la Biblia cuanto párrafo encontraron sobre presagios funestos de tempestades, granizos, rayos y otras plagas meteorológicas que abundan generosamente en la Sagrada Escritura.
La verdad es que, aún mirado desde el punto de vista más cristiano, cuesta imaginar a un Dios con actitudes "poltergeist", que se solaza descargando cascotes de hielo sobre sus fieles, un comportamiento demasiado paleolítico para un Todopoderoso dotado de infinita creatividad.
El 21 de enero el CSIC emitió un informe preliminar, basado sobre todo en cinco trozos de hielo de autenticidad verificada, recogidos en diversos lugares. Del estudio morfológico se desprende que poseen forma variable y un peso de hasta 4 kg., con texturas en su superficie propias de los cuerpos caídos a través de la atmósfera. "Se trata de un hielo muy compacto, de gran resistencia, en el que no se observan texturas acrecionales ni zonación o individualización de componentes internos" -apunta el comunicado. El análisis hidroquímico indicó que los hielos están compuestos por agua natural de mineralización variable, y que los elementos encontrados son compatibles con los contaminantes habituales de la atmósfera, de modo que su composición química sería similar a la de la lluvia ordinaria.
Como conclusión provisoria, el CSIC -luego de evaluar diversas hipótesis- arriesga que se trataría de un fenómeno natural muy poco conocido de formación de hielo por enfriamientos repentinos en la estratósfera, aún a sabiendas de que allí hay muy poco vapor de agua como para condensarse en un grueso bloque congelado.
Esta explicación fue inmediatamente rechazada por Eduardo Coca, director del Instituto Nacional de Meteorología, quien entró en escena negando que existan fenómenos meteorológicos capaces de originar bloques de hielo en la estratósfera, que eso "supondría un descubrimiento para la ciencia meteorológica a nivel mundial".
Se sumó a la polémica la Universitat de Valencia, tras analizar por su cuenta varios bloques caídos. El científico Empar Marco anunció que su composición no sería de agua de lluvia sino de agua continental, como lo es el agua de río, por ejemplo. Sobre la base de esos resultados, los científicos valencianos vuelven a fojas cero, insitiendo en que ese agua "haya podido ser liberada desde una aeronave".
A ésto, el geólogo Jesús Martínez Frías retrucaba que "el propio Instituto Nacional de Meteorología indicó claramente que NO había condiciones de "gelación" necesarias para la formación de hielo en aeronaves, en las fechas de las caídas verificadas" y el CSIC abrió una página web para explicar su postura: http://tierra.rediris.es/bloquesdehielo/
Tal vez la punta del ovillo más interesante desatada por el CSIC sea la constatación de una extraña componente de cizalla en los vientos a unos 11 km y un jet de ozono arqueado que cubría la zona sur y este de la península en esas semanas de enero.
Así las cosas, algunos bautizaron al debate como "la polémica de los hielos eternos".
Para conciliar posiciones se resolvió que la Universitat de Valencia uniera sus esfuerzos a la investigación llevada por el CSIC. A mediados de abril, (esto es a tres meses de los sucesos) ambos grupos habían logrado reunirse en apenas dos oportunidades, intercambiando poco y nada de información y permaneciendo firmes cada cual en su postura... Como ha dicho cierta vez el fallecido presidente argentino Juan Domingo Perón, "si se desea que algo no se sepa nunca, hay que nombrar una comisión investigadora" .
El periodista Alejandro Agostinelli, por su parte, sugirió preocupado que si el fenómeno de los hielos continuara en el misterio, podrían llegar a surgir grupos de "hieloscaidólogos" del mismo modo que existen los "ufólogos" desde que los OVNIs se empecinan en persistir como enigma moderno.
Es posible que estas anomalías meteorológicas de caída de hielos tengan que ver con la alteración del medio ambiente que ha provocado la tecnología humana en los últimos tiempos y cabría esperar la aparición a escala mundial de diversos fenómenos inusitados. Mientras tanto, el CSIC, aún sin poder dar una explicación coherente sobre la formación de los granizos, asevera sin problemas que "no constituyen un riesgo significativo para la población".
