Aquellos libros prohibidos
Hoy he encontrado un viejo libro. Se trata de “Sinuhé el Egipcio” de Mika Waltari. Editado por la Editorial Plaza y Janés pertenece a su Colección “Reno” que se podría catalogar como libro de bolsillo.
El libro me trae recuerdos. Lo leí en esa edad de los catorce años, en los que se deja de ser niño, para entrar en la adolescencia. Por ese tiempo, yo estaba en el colegio de los Escolapios, como interno. No sé que enfermedad me atacó, que hube de guardar cama en casa durante una temporada. Mi madre, que era quien verdaderamente “sufría la enfermedad” me lo compró para que lo leyera. Desde los inicios del primer capítulo, el libro logró cautivarme. Escrito en primera persona narraba la vida del personaje y las personas que le habían rodeado. Hasta llegar a se celebre médico que se codeaba con el faraón, su infancia y primeros amores que marcaron su vida. Me sentí tan identificado con el personaje, que aun recuerdo el inicio del primer capítulo: Yo, Sinuhé hijo de Sennut y de su esposa Kipa he escrito este libro. No para alabar a los dioses del país de Kemí, ni para alabar a los faraones. Escribo para mí solo. En eso creo diferenciarme de todos los escritores habidos y por haber…
Aquel tiempo de los años cincuenta del pasado siglo era puritano. Mi madre que creía haber efectuado una compra que entraba dentro de los cánones que imponía la censura, no las tenía todas consigo. Acuciada por terribles dudas morales, una de las veces que entró en el cuarto para asistirme, me arrebató el libro. Lo hojeó y posiblemente al leer de los amores y desamores de Sinuhé consideró que la novela no era apta para mí. Tanto el amor puro, casi caballeresco de Minea que contrastaba con el de Nefer- Ne fer- Nefer, sacerdotisa de la Diosa del Mal contenían fuertes dosis de sexualidad. Me quede por un tiempo a media lectura hasta que…¡Pude leerlo de contrabando!
Comenzada la andadura como lector hice mía aquella frase del Quijote “Las Noches de claro en claro y los días de turbio en turbio”. Sin ánimo de jactancia, muchas fueron las biografías, novelas y autores que leí. Puedo decir, que mis estudios a los que debí prestar más atención se vieron postergados por ello. Lo que sí debo hacer resaltar es que estas lecturas tenían el acicate que da lo prohibido. Especial encanto encontraba en aquellos libros pornográficos que se vendian de escondidas por la dichosa censura ya señalada.
Hoy día es fácil encontrar en cualquier kiosco de prensa las denominadas “revistas porno”. Incluso el cine y la televisión guardan espacios para su proyección. En el tiempo del que escribo comenzaba la tele en España a entrar en los hogares. La censura además de lo politico abarcaba tambien al aspecto moral. Mujer y hombre que no fuese matrimonio jamas se le ocurriría ir al cine solos. Deberían asistir a la función acompañados de la “cesta”. Es decir un familiar de la novia (Inconcebible la palabra ligue) aunque fuese el sobrino o hermano pequeño.
De forma evolutiva irá cambiando la situacion. En la década de los sesenta se produce un gran cambio de mentalidad. Se va evolucionando y en los domicilios particulares se celebran los famosos “guateques” las mas de las veces al ritmo de rock que viene a significar “bailar por separado” y de bebida algo de alcohol con fuerte dos de agua. En unas sillas y con las patatas ala inglesa en una fuente vigilan el papá y la mama de la casa. Si alguna pareja de jovenes bailaba mas de dos piezas juntos se les consideraba como novios.
Muy al final de esos años sesenta y entrados incluso en los sesenta, los kioscos muestran portadas de la revista “Can-Can”. No trae fotos al principio, aunque si lo hará mas tarde. Elas van con los senos al aire aunque usan braguitas, por diminutas que sean. Ellos hercúleos y nunca calvos usan apretados slip, sin que bulto alguno se señale. Avanzada la etapa rozando los ochenta…¡Vino el destape!
Figuraos con esas perspectivas el leer a mis quince o dieciséis años la “Afrodita” de Pier Louys. Escrita en 1870 describe las costumbres antiguas. Es un paseo por las calles romanas donde tienen sede los vicios. Parece ser que la novela nació de una apuesta. Su intimo amigo el homosexual Andre Gide, defensor a ultranza de lo que hoy se denomina gay y lebianismo, le retó a ver quien escribía la novela mas porno en una semana. Creo no hace falta señalar quien gano.
No es la única novela de carácter erótico que escribe este autor, aunque puede que la más conseguida. Es la vida de una griega residente en Roma que se dedica a la prostitución. La igual que la Nefer- Nefer- Nefer(Tresveces Bella) de Sinuhé el Egipcio ha dedicado su vida a la Diosa , aunque del Amor en este caso ¡Y no precisamente caballeresco!
Por citar algunas novelas de género erotico que cultiva este autor señalaría las siguientes: Las Canciones de Bilitis; Manual de Urbanidad para señoritas; Dialogo de Cortesanas; Las tres hijas de su madre; La Isla del Medio Día; Historia del Rey Gonzalo y las doce princesas…Dealguna manera y obviando Las Mil y Una Noches, El Decamerón y otras clasificadas ya como clásicas, da el pistoletazo de salida a ese género literario, hoy tan cultivado
