Texto Diario jueves, 9 de agosto de 2018
Aprendemos una lección sobre la importancia de mantenernos alerta si analizamos lo que pasaba en la antigüedad. Muchas ciudades grandes, como Jerusalén, estaban rodeadas de grandes murallas que ofrecían protección contra los enemigos. Estos muros también proporcionaban puntos estratégicos elevados desde donde vigilar los alrededores. Día y noche había atalayas o vigilantes sobre los muros y en las puertas. Tenían que avisar a los habitantes de la ciudad de cualquier peligro (Is. 62:6). Era una cuestión de vida o muerte que el atalaya se mantuviera en su puesto, despierto y atento (Ezeq. 33:6). El historiador judío Josefo cuenta que, en el año 70 de nuestra era, el ejército romano tomó la Fortaleza Antonia debido a que los guardias de las puertas se habían quedado dormidos. Desde esa fortaleza, que estaba junto a la muralla de Jerusalén, los romanos tomaron el templo y lo quemaron. Así terminaron los días más angustiosos que Jerusalén y la nación judía habían experimentado jamás.
Los salvaré, y tienen que llegar a ser una bendición. No tengan miedo. Sean fuertes
Jehová puede y quiere darnos fuerzas mediante el espíritu santo (1 Crón. 29:12). Es crucial que le pidamos ese espíritu a fin de hacer frente a los ataques de Satanás y su mundo (Sal. 18:39; 1 Cor. 10:13). Además, agradezcamos contar con su Palabra, que es producto del espíritu santo. Pensemos también en el alimento espiritual basado en la Biblia que recibimos todos los meses. Las palabras de Zacarías 8:9, 13, que se pronunciaron cuando se estaba reconstruyendo el templo, son muy apropiadas hoy. La educación que recibimos en las reuniones, las asambleas y las escuelas bíblicas también nos hace más fuertes. Esa instrucción nos ayuda a tener la motivación apropiada, a ponernos metas espirituales y a cumplir con todas nuestras responsabilidades cristianas (Sal. 119:32). ¿Hacemos lo posible por conseguir la fuerza que nos puede dar esa educación bíblica?[/SIZE]
►Texto Diario lunes, 20 de agosto de 2018
De entre ustedes mismos
se levantarán varones
y hablarán cosas aviesas
para arrastrar a los discípulos tras de sí
(Hech. 20:30).
En el Pentecostés del año 33, miles de judíos y prosélitos fueron ungidos con espíritu santo. Estos cristianos recién convertidos llegaron a ser “una raza escogida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo para posesión especial” (1 Ped. 2:9, 10). Durante toda su vida, los apóstoles estuvieron muy pendientes de las congregaciones. Aun así, aparecieron hombres que dijeron mentiras “para arrastrar a los discípulos tras de sí”, sobre todo después de la muerte de los apóstoles (2 Tes. 2:6-8). Muchos de aquellos hombres tenían responsabilidades en las congregaciones como superintendentes y más tarde como “obispos”. Estaba tomando forma el clero, una clase dirigente, aunque Jesús les dijo a sus discípulos que todos ellos eran hermanos (Mat. 23:8). Hubo personajes prominentes que, fascinados por las ideas filosóficas de Aristóteles y Platón, fueron reemplazando poco a poco las enseñanzas puras de la Palabra de Dios por ideas religiosas falsas.
https://www.jw.org/es/ense%C3%B1anzas-b%C3%ADblicas/