Sabiendo que es posible que la condenación eterna de la que habló Cristo solamente signifique dejar de existir, en ese caso cada ser humano debe agradecer a Dios por haberle dado el regalo de la vida.
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no es así, lo voy a desarrollar más abajo.
Ya he comentado que "creer" en el siglo 1 implicaba más que el concepto actual. Creer (bíblicamente) no es sólo confiar.
Amar a Dios no implica sólo creer, sino también realizar las obras que quiere Dios (y actuar bien... pueden hacerlo creyentes y no creyentes).
Evidentemente, yo defiendo la libertad de creencias, es decir tú puedes tener tus creencias, yo las mías, y eso no nos debería de llevar a que ninguno de los 2 quiera imponerle al otro su fe.
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Pero volviendo al tema por el que algunos comentáis el asunto: ¿quién condena: Dios o el ser humano se autocondena?
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Estos temas (infierno, salvación, juicio final... se suelen tratar en una materia que se denomina "escatología", que alude al fin de los tiempos).
Lo que dice la Biblia sobre la bondad de Dios y su creación, así como sobre su voluntad salvífica, prohíben atribuirle responsabilidad directa en la existencia de un estado de perdición. La muerte eterna es fruto del pecado. Ahora bien, es evidente que Dios no puede crear ni querer el pecado. Luego tampoco puede crear o querer el infierno. La Iglesia ha rechazado la tesis del predestinacionismo (calvinismo, jansenismo), es decir, ha condenado como herética la atribución a Dios de una voluntad positiva de condenación.
El cielo sólo puede existir como don de Dios; el infierno sólo puede existir como fabricación del hombre (con el demonio). El problema teológico de la muerte eterna es, en suma, el problema teológico de las reales dimensiones de la libertad humana. La objeción de que Dios es demasiado bueno para que el infierno exista, se olvida de que no es preciso que Dios lo quiera; basta que exista el hombre que opte por una vida sin Dios.
Nos preguntamos, entonces, si el hombre es suficientemente libre para pecar mortalmente. ¿Puede realizar su existencia como un no inconmovible a la interpelación divina? Aquí se localiza hoy la contestación radical a la doctrina de la muerte eterna.
Se tiende a canjear culpa por error. Pero libertad dice responsabilidad y responsabilidad dice culpabilidad. Si decimos no a la culpa decimos no a la responsabilidad y a la libertad. La fe cristiana cree en la libertad y responsabilidad del hombre, porque cree en su condición de persona. Cree por eso en la posibilidad del mal uso de la libertad, lo que llamamos culpa o pecado.
Cabe aún preguntarse si la capacidad de culpa incluye el caso límite denominado pecado mortal, acción conducente a la muerte, en el sentido teológico del término. ¿Puede dar un no irrevocable a Dios? La doctrina de la muerte eterna responde afirmativamente: el no a Dios es posible; la libertad humana es capaz de ese no; la muerte eterna es una posibilidad real.
Para pensar así, la fe cristiana tiene al menos dos buenas razones:
-1, la seriedad de la actual economía de la gracia. La gracia, la amistad con Dios, no se impone por decreto; se ofrece libremente, corriendo el riesgo de ser libremente rehusada. Pues bien, en la posibilidad real de un sí libre a Dios, se contiene la posibilidad real de un no; sin ésta, aquélla sería insostenible.
-2, la otra razón nos viene suministrada por la experiencia. Esta registra la existencia actual del no a Dios en la forma del no a la imagen de Dios (cf. Mt 25). Es difícil concebir una negativa explícita y directa del hombre a Dios, salvo en el caso de una arrogancia casi satánica, psicológicamente poco probable.
El que no cree en él, no incurrirá normalmente en la incongruencia de rechazarlo, y el que cree ¿cómo se atrevería a hacerlo? Una ojeada a la historia mostrará que hay hombres animados por una voluntad de negación del prójimo, que no dudan en construir su vida sobre la violencia. En resumen: existe el pecado; luego puede existir el infierno. Si existen los infiernos intrahistóricos, puede existir el infierno metahistórico.
No se olvide que estamos hablando de posibilidad, no de facticidad. El paso de una a otra no le es lícito darlo al teólogo, ni siquiera a la Iglesia. Quizás el reparo más consistente contra la facticidad del infierno sea el que dice Balthasar: “si yo viese desde el cielo a mi madre o a mi mejor amigo en las torturas eterna” ¿podría seguir siendo feliz? No es posible ignorar el gravísimo peso de este interrogante; tampoco lo es dejarse vencer por él y concluir en la tesis de la apocatástasis. Los cristianos no podemos excluir categóricamente que la gracia va a triunfar de hecho (por supuesto, respetando la libertad humana) en todos los casos.
No tenemos derecho a excluirlo; pero tampoco tenemos derecho a exigirlo. Lo único que podemos hacer y debemos hacer es esperar y rogar a Dios para que así sea. Nos es lícito nutrir la esperanza de la salvación de todos.
Dios no puede condenar porque no existe. La "condena" religiosa viene de otros seres humanos. La propia se llama culpa.
Tienes nuestro testimonio, y nosotros tenemos el mandamiento, bajo pena de muerte de: No mentirás.
Según esa forma de juzgar, charpe, todo cristiano que da testimonio está cavando su propia tumba o bien está loco, y son milllones de locos en el mundo, voy a insistir, pero me parece que es su voluntad que te pases toda la vida así.
Parafraseando tu comentario, lo combino de otro modo: Dios no puede condenar porque si Dios es Amor, está claro y es evidente que el que te quiere no te condena.
Por lo que, cabría pensar que más bien uno se autocondena, por así decirlo:
El único fin de la historia es la salvación; ésta es, por consiguiente, el objeto propio de la escatología. Por eso, la Iglesia, que se cree autorizada a proclamar la salvación definitiva de muchos de sus miembros –las canonizaciones no son otra cosa-, no ha osado jamás emitir paralelamente un veredicto de condena definitiva. Así pues, el punto de partida ha de ser la no procedencia de la muerte eterna de la voluntad de Dios; desde ahí verificamos la posibilidad de comprender el infierno como la sanción inmanente de la culpa. Así hacemos justicia a las enseñanzas de la revelación.
Este razonamiento tiene un fallo: dios no existe. Y si existiera no podria condenar a nadie verdaderamente, su mera existencia lo invalidaria para tener el poder de hacerlo. Quiza podria obligar o aplicar condenas.
La frase esta mal planteada, tendras que reconocerlo. "Dios NO condena porque dios es amor". Lo cual es una de las ideas mas peligrosas y perjudiciales para las presonas religiosas, porque tergiversa el amor y lo vuelve un concepto tan falso como dios. Dios esta bien para chuparse el dedo, para ser un calmante emocional, pero pretender que haga o hace algo mas es inadecuado, cuando no peligroso.
"El que te quiere no te condena" es una muestra clara de lo trastocado que esta el concepto. Quien te ama o te quiere tambien te puede tratar del nabo. Hay tanta gente en metida en realaciones destructivas diciendo "es que me ama". Esa es la realidad. Por eso digo que esa sola idea deberia bastar para dejar la religion de lado.
El concepto del infierno, como simple castigo, es un cuento muy infantil. Deberia dejarse de lado.
No es el objeto del tema ese, creo que te has confundido a la hora de dar tu opinión; para explicar tu mentalidad atea está: http://www.elforo.com/showthread.php?t=55735
De nada.
Soy curioso por naturaleza.He buscado en la biblioteca,y he encontrado las creencias
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