Iniciado por
EsquizOfelia
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Estaba en Buenos Aires cuando jugó Brasil - Croacia. Me sucedió algo interesante, y por eso lo comento con ustedes.
No tenía ningunas ganas de ver el partido, escuchando el relato de un argentino, por lo que bajé el sonido al máximo. Es difícil acostumbrarse al silencio. Parece que falta algo. Pero después de unos minutos, todo cambia para mejor.
El comentarista de fútbol de hace décadas, tenía como misión escribir en la página deportiva del diario, el juego que había visto en el estadio.
Con la llegada de la radio, nace otro profesional: El narrador.
Él era el encargado de hacernos "ver" el juego usando su voz. Nos relataba al instante lo que estaba aconteciendo en el campo. Nos hacía "ver" al técnico nervioso, las trifulcas entre las hinchadas, los errores de los jueces, etc. Gritando GOOOOOL, nos hacía vibrar tanto como si nosotros lo hubiéramos convertido.
Con la llegada de la TV, el narrador perdió absolutamente toda utilidad. ¿Qué nos va a decir él, que no lo estemos viendo?
Nosotros vemos muchísimo mejor el juego que él. Nosotros vemos con 30 cámaras, con re-play, con tecnología como para saber si fue offside o no, si la bola entró toda al arco, si la falta fue afuera o dentro del área, y otro montón de chirimbolos que él -solo dos ojo-s, y metido en una cabina por allá arriba del estadio, ni por asombro las puede ver.
¿Ya pensaron qué sería del relator, si no tuviera bien frente a él un monitor de TV?
¿Será que los televidentes somos tan incapaces de interpretar lo que vemos, que necesitamos que alguien nos lo explique?
Si yo fuera dueña de una emisora de TV que transmitiera fútbol, lo primero que hacía era silenciar al relator. Eliminada esa verborragia que no para un instante, hacía lo imposible para que el telespectador se sintiera en el estadio.
Si hay 30 cámaras, ponía 60 micrófonos.
Quiero escuchar lo que el técnico les grita a los jugadores. Lo que la hinchada le grita al juez. Lo que los jugadores se hablan entre ellos.
Es increíble que estos narradores, se crean el centro de la transmisión, y ni siquiera nos permitan escuchar ese ruido tan característico, inconfundible y sublime, del pié pegándole a la bola.
En partidos internacionales, lo máximo que permitiría sería una voz calma, sin protagonismo alguno, dando simplemente el nombre del jugador que tiene el útil.
En el entretiempo y al final del juego, serían los comentaristas los que darían su parecer del juego. Los relatores, a cobrar su jubilación.
Sé que nadie me dará "bola" ni "pelota", pero no tengo la menor duda que si la TV fuera así, el telespectador estaría más cerca de sentirse sentado en la tribuna.
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